Después de certificarme como coach, decidí apostar por la línea del Coaching de Equipos y la verdad es que es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida profesional. Durante el curso aprendí todo un abanico de técnicas y de dinámicas que me sirven para afrontar todo tipo de situaciones y ver resultados y aprendizaje continuo desde las primeras sesiones.

Es apasionante asistir al proceso por el cual los equipos van tomando conciencia de su situación y definen objetivos, modifican posturas, actitudes y maneras de comunicarse, a medida que van avanzando las sesiones. Todavía me sorprendo al verificar la capacidad de transformación y de cambio en la manera de relacionarse, en cómo afrontan las situaciones, cómo buscan el compromiso, cómo aprenden a perseguir una meta común, desde la corresponsabilidad.

El año pasado estuve trabajando con una empresa hotelera que había tenido un gran crecimiento, debido la adquisición de otras cadenas hoteleras más pequeñas.

El responsable del departamento de sistemas de información pidió mi ayuda para buscar una mayor cohesión de su equipo, que estaba formado por los responsables de sistemas de cada una de estas pequeñas cadenas. Cada uno de ellos venía de una cultura diferente, con enfoques, experiencias y soluciones diferentes y toda esta diversidad estaba afectando a los resultados.

Coaching de equipos, Coaching de Equipos: un caso práctico

El clima entre ellos era de falta total de sentido de equipo, parecían vivir en pequeños reinos de taifas, había tensión, competitividad, peleas internas por sobresalir en la nueva estructura y ante su nuevo director. Cada uno de ellos buscaba posicionarse e imponer su solución como la más adecuada para la nueva etapa de integración que debían afrontar. Faltaba una visión compartida, no había un espíritu de colaboración, ni una comunicación adecuada.

El proceso se inició con una serie de pruebas y entrevistas con los componentes del equipo para conocer su funcionamiento, el nivel de confianza y la cohesión existente entre ellos. Los resultados fueron presentados al equipo y a partir de ahí empezaron un proceso de reflexión acerca de su situación actual y los retos que debían alcanzar, sus necesidades, sus objetivos y las reglas de funcionamiento que querían darse como equipo.

Ya en esta fase se podían percibir cambios en la manera de hablarse, incluso de mirarse, en la escucha, en el espacio que se daban a la hora de compartir. El termómetro emocional empezó a moverse, la comunicación poco a poco fue cambiando.

Una vez que la confianza y la visión compartida mejoraron, pudimos entrar a trabajar los conflictos que se venían acumulando desde meses atrás. Se levantaron todas las alfombras y se pusieron sobre la mesa todo lo que estaba velado. Pudieron hablar con apertura y respeto y encontraron maneras efectivas de abordar los temas más delicados, de limpiar asuntos pendientes y de establecer nuevos compromisos de cara a un futuro que ya habían decidido que iban a afrontar juntos, como equipo.

A medida que fueron transcurriendo las sesiones, íbamos viendo claramente la evolución en la manera en que cada una de las personas tenía de mirar el conjunto. Por fin empezaban a comportarse y a relacionarse como un verdadero equipo.

La última fase del proceso de coaching la utilizamos para trabajar los estilos relacionales de los componentes del equipo. Con ello buscaba que aprendieran más sobre sí mismos y también sobre el estilo del resto de sus compañeros. Esto ayudó al autoconocimiento y al conocimiento del otro, facilitó mucho la integración de las personas en el equipo, aumentó la comprensión de que eran complementarios y por tanto que todos tenían algo valioso que aportar, cada uno desde su estilo. El equipo empezó a apreciar la diversidad, la riqueza de los matices.

Al final del proceso, fue muy gratificante recoger la opinión de los participantes acerca de los aprendizajes que habían realizado. Por ejemplo:

  • Aprendimos a escuchar al otro
  • Aprendimos a ver que el otro también tiene sus problemas, sus miedos, etc.
  • Ahora vamos todos a una
  • Aprendimos a respetarnos
  • Hemos descubierto que no somos mejores ni peores que el otro.
  • Que necesitamos reunirnos más y hablar más fuera del trabajo.
  • Ahora somos mucho más que un grupo.

Pasados unos meses, hicimos una sesión de seguimiento, para lo cual volví a pasar las pruebas del comienzo, con el fin de contrastar las diferencias y la evolución del equipo. Los resultados mostraron que, efectivamente, habían aprendido a relacionarse ya como un auténtico equipo, superando la problemática inicial que había motivado el arranque del proceso.

En la jornada el cierre el equipo estaba preparado para diseñar el camino para llegar a convertirse en un equipo de alto rendimiento, con un plan de acción común y una serie de compromisos individuales.

Si tengo que compartir con vosotros algún aprendizaje de los muchos que yo he hecho con este equipo, además de la satisfacción personal de ver evolucionar al equipo de esta manera tan rápida y efectiva, es que, por muy difícil que parezca al principio, en las entrevistas y en la primera sesión, la confianza en el proceso y la confianza en el sistema son requisitos imprescindibles, aunque en algún momento tenga dudas sobre cómo orientar el proceso o por muy complejo que parezca el desafío, hay algo mágico que ocurre cuando miras desde la escucha y la apertura, confiando en el potencial del equipo y en su capacidad para desplegarlo.

Vicente Javier Silvestre

Licenciado en Derecho y Graduado en Empresariales por ICADE

Coach ACC por ICF
Coach de equipos
Coach Sistémico
Formado en Constelaciones organizacionales

Después de toda una vida profesional dedicada al mundo de la empresa, decidí dar un nuevo rumbo a mi vida, orientando mi actividad a acompañar a personas y organizaciones para ser más eficientes, mejorar sus relaciones, sus capacidades y en definitiva a ser más felices en todos los ámbitos de su vida, a través de las herramientas del coaching.

Coaching de equipos, Coaching de Equipos: un caso práctico