TESTIMONIOS CEC
TESTIMONIOS
CEC
CERTIFICACIÓN DE COACHING PRESENCIAL
COACHING INTENSIVO RESIDENCIAL
El año pasado tuve la oportunidad de hacer el curso intensivo de Coaching. Puedo decir que hay un antes y un después en mí y que me cambio la vida positivamente.
El curso fue impartido por grandes profesionales y personas. Aprendí a acompañar a personas a alcanzar sus metas, superar obstáculos y desarrollar sus habilidades.
Además, me ayudó a mejorar mi autoestima y mi manera de relacionarme. Me orientaron y apoyaron en mi proceso de aprendizaje en todo momento.
El curso fue 100% vivencial y me permitió aplicar la metodología del coaching e inteligencia emocional a mi propia vida. Descubrí aspectos de mí misma que no conocía, me enfrenté a mis miedos y crecí como persona y como profesional.
Recomiendo este curso a todo el que quiera mejorar su calidad de vida, su liderazgo y su relación con los demás. Además de la ventaja de ser intensivo, es una inversión que vale la pena, porque te da las claves para alcanzar tu verdadero potencial.
Solo puedo estar agradecida a todo el equipo del CEC y orgullosa de haber tomado la decisión de formarme en esta escuela.
9 días intensivo y residencial, esto es lo que dice el programa del CEC. Lo que no dice es que, además, al menos para mí, fue un camino, una ruta o travesía donde las cumbres no están arriba, sino dentro… y esto es lo que es espectacular.
Para mí, como digo, fueron 9 días donde se abrió una nueva oportunidad para redescubrirme una vez más y continuar avanzando.
La intensidad de convivir con los compañeros y compañeras y con quienes te están enseñando tiene la ventaja de focalizarte al cien por cien en la formación, y no sólo en la formación sobre coaching, qué es, cómo es, por qué y para qué… que era el objetivo inicial a priori, sino y sobre todo, en la preparación y trabajo personal necesario para asumir la responsabilidad de ser coach y ser capaz de acompañar a otras personas en sus procesos… lo que tienes que aportar de ti, lo que tienes que descubrir de ti para eso, lo que se te abre por delante… Tener la oportunidad de realizar este trabajo en un entorno seguro, de comprensión, de cuidado, de respeto y de crecimiento no tiene precio… y esa es la maravilla de esta formación.
Por eso, para mí hacerlo en este formato Intensivo y Residencial fue en realidad Impulso y Renovación que con otro ritmo y otros tiempos no se hubiera dado con la viveza que se dio. Yo si tuviera que volver a hacerlo, lo volvería a hacer así.
El residencial de coaching ha sido la experiencia más potente y enriquecedora que he vivido hasta el momento a nivel de autoconocimiento y crecimiento personal. No solo aprendí la herramienta a través de las clases y prácticas, sino que me sumergí en un viaje de nueve días absolutamente transformador del que me traje innumerables aprendizajes y una familia del alma para toda la vida.
No me resulta fácil poner palabras a todo lo que viví allí, pero definitivamente es una formación que recomiendo a todo el mundo vivir al menos una vez, incluso si tu meta no es dedicarte al coaching de manera profesional.
Al completar el intensivo residencial del CEC, no solo obtienes un título para ejercer como Coach, sino que te transformas en uno. Es una experiencia intensiva y personal, donde todo se vive en primera persona, trascendiendo la teoría y la práctica.
No se trata solo de un proceso racional de estudio y aprendizaje, sino de una experiencia holística que abarca lo racional, lo emocional y, sobre todo, lo experiencial. Es una vivencia única. Creo que es una de las mejores cosas que he hecho en la vida «por mi».
El residencial aporta un valor añadido a una formación tradicional. Merece mucho la pena la intensidad y la profundidad a la que llegas. Es una oportunidad muy buena para estar muy conectado con el proceso y contigo misma, son cortes ni distracciones.
Asistí el pasado año al residencial intensivo de Julio, en mi opinión fue totalmente transformador, 100% recomendable. En el día a día me era imposible poder parar ni 30 minutos para conectar conmigo, meditar, reflexionar o simplemente respirar conscientemente. Este formato intensivo me dio la oportunidad de poder estar 9 días inmerso en mi yo interior, sin distracciones, sin obligaciones, sin objetivos, un espacio donde descubrí heridas y patrones que había en mí que me hacían actuar y pensar de una manera determinada.
Al mismo tiempo de este descubrimiento me estaba formando en una disciplina totalmente desconocida para mí, que jamás pensé que cambiara totalmente el rumbo de mi vida. También quiero destacar otro de los puntos fuertes de esta experiencia, la burbuja de confianza que se crea con los profesores del CEC y los alumnos, es sin duda la clave para conectar con uno mismo y con los demás. Una experiencia increíble.
Cuando me matriculé en el CEC, ya me había formado previamente en Coaching en otra escuela. Conocía la metodología, las herramientas, las competencias… pero me conocía poco a mí misma. Para mí, el gran elemento diferenciador del CEC es el foco que ponen en tu propio proceso de autoconocimiento y autodesarrollo. Suave, sutilmente, te van guiando por un viaje interior que te lleva a conocerte, aceptarte y amarte tanto por tu luz, como por tu sombra y es precisamente esa conexión con tu ser la que te permitirá luego hacer un Coaching en mayúscula a tus clientes. Han desarrollado una metodología propia (ecléctica, que bebe de muchas fuentes como la PNL, la Gestalt, la Sistémica, …) que produce un efecto transformador en los clientes, lo he comprobado. Pero te ofrecen mucho más: un proceso de coaching individual con uno de los maestros ¡menudo lujo!; una amplia biblioteca de recursos, con las distinciones, por ejemplo, que son tan útiles para trabajar con los clientes; los espacios CEC, donde encontrarás actividades online de meditación, yoga, creatividad, movimiento corporal… que se quedan grabadas para que puedas realizarlas cuando te vaya bien. No puedo estar más agradecida a Miriam, Nuria, José Manuel, Silvia por su infinita generosidad, por haber estado ahí para mí siempre que les he necesitado, por haberme dado mucho más de lo que esperaba. Me mantendré cerca de ellos porque me hacen crecer ¡Gracias!
Aparte de que es más rápido hacer el curso en formato residencial que en el formato online o presencial, también es una experiencia más profunda.
Conviviendo con los compañeros y nuestros maestros, creamos vínculos y un ambiente que no se hubiera podido formar si nos hubiéramos visto unas horitas una vez a la semana.
El trabajo personal que hicimos fue muy profundo porque la atmósfera creada en el encuentro nos ayudó a abrirnos, mostrarnos vulnerables y sentir el apoyo y la aceptación del grupo.
Adquirir todo el conocimiento relativo al coaching durante diez días también me ayudó a darle mejor estructura y comprenderlo mejor. Conectar los conocimientos aprendidos día tras día me resultó más fácil porque todo estaba más fresco en mi memoria y las piezas del puzzle encajaban mejor.
Habiendo experimentado el curso en formato residencial me gustaría que todos los cursos en los que participo se pudieran desarrollar así!
Para mí, por el momento vital en el que estaba también, la formación residencial de coaching fue como un proceso de sanación.
Tuve la oportunidad de parar durante 9 días, dedicarme ese tiempo, a mirarme, a ahondar en mis heridas y hacerlo acompañada con unos profesionales espectaculares y un grupo de compañeros que conquistaron mi corazón y ya forman parte de mi vida. El residencial me cambió y me sanó. Al salir, cuando me preguntaron, literalmente dije: «Es lo mejor que he hecho en vida».
Esto sería la parte del propio proceso personal (que ya sólo por eso, merece la pena), pero y ¿la parte de formación?, pues eso no se queda atrás.
Me impresionó el trabajo de la escucha, del no juicio, de soltar la dirección y hacer un cambio de mirada hacia «amar la dificultad», que fue mi gran aprendizaje. Yo soy psicóloga y esta formación en coaching, modificó mi forma de abordar mi trabajo y de poder profundizar en la transformación de las personas. Ahora digo con orgullo que me encanta el coaching, que tiene un modelo que lo hace muy potente en sus resultados.
Hacerlo de esta forma intensiva, hizo que me sumergiera en cada cosa que practicábamos y que pudiera instaurarlo en mí, a través de las conversaciones con los compañeros, con los profesores o incluso en los momentos de descanso y reflexión. Para mí, te llevas el traje puesto y bien pegadito a la piel.
Soy una enamorada de las personas y el coaching me cautivó. Ya no hay vuelta atrás.»
El verano pasado hice el Programa Intensivo del Residencial de Coaching Nivel 1 del Cec, con la intención de ampliar mi actual abanico profesional y formarme y certificarme como coach. Conocía la escuela desde hacía varios años atrás, que me apunté a la formación de coaching corporal buscando un trabajo corporal que apoyase mi proceso personal. Por aquellos entonces no tenía ninguna intención de formarme como coach. Buscaba un trabajo corporal dentro de un entorno terapéutico de desarrollo personal. Lo que desconocía entonces es que unos pocos años después, iba a formarme como coach.
En el intensivo residencial, no sólo encontré una formación exhaustiva de coaching con profesionales de gran experiencia, calidad humana y pedagógica, sino que viví un proceso personal llevado a cabo con total respeto, cuidado, sensibilidad y escucha a lo que iba surgiendo en las diferentes dinámicas de trabajo personal. Desde luego que puedo decir que fue un gran viaje donde entré de un modo y salí de otro, con una perspectiva diferente de mí misma y de mi percepción del mundo a partir del mismo.
Tuve la oportunidad de entrar en contacto, acercarme y profundizar en rincones aún poco habitados de mí misma desde un espacio de presencia, acompañamiento, respeto, escucha y contención amorosa. Fue realmente hermoso lo que se fue desplegando a lo largo de los días. Se fue creando entre los compañeros y compañeras un clima de respeto, compañerismo, escucha, y apoyo, gracias al cual no sólo se propició un clima adecuado para el aprendizaje de los contenidos de la certificación de coaching, sino, lo que creo que para mí fue lo más importante que me ofreció́ el residencial: se fue creando casi desde el primer momento, una oportunidad de acercamiento profundo desde donde fuimos contactando y conectándonos con y desde el corazón, en la medida en que cada uno pudo, quiso y supo, con total respeto en todo momento, a los tiempos, dificultades y límites de cada uno de nosotros. El intensivo residencial, representó para mí un nuevo giro de comprensión, una nueva posibilidad para conectarme y contactar con mi corazón, y desde ahí, ampliar un poco más mi mirada y mi humanidad.
Como persona práctica que me considero, me apunté al residencial del CEC con la intención de aprender cómo ser Coach; método, contenido, profundizar en el arte de acompañar a las personas que quieren trabajar en su propio crecimiento personal.
Mi primera sorpresa fue darme cuenta de que quería enseñar a volar a los demás cuando yo ni siquiera era consciente de saber si yo tenía alas. Lo cual, aseguraba el estrellarme.
Del vértigo nació un miedo, que era el pasar por conocerme, por entenderme y aceptarme con toda mi escandalosa humanidad. Y jamás lo hubiera pasado sin el acompañamiento, el apoyo y la guía recibidos en el Residencial.
Decir que estoy “encantada de conocerme” desde entonces suena tremendamente presuntuoso, porque además fue un proceso doloroso y muy duro. Pero lo cierto es que integré en mí esa “mirada amorosa” que nos enseñaron; y la dirigí a mí misma.
Aprendí que el hecho y las ganas de aprender se mantienen presentes. Que es profundamente enriquecedor. Y que las personas somos seres extraordinarios una vez dejamos de lado el cinismo, la soberbia y el escepticismo. Aprendí que la practicidad se lleva muy bien con lo emocional, lo reflexivo y la pausa.
Descubrí en mis compañeros a personas que me aportaron tanto, que resulta imposible describirlo de manera justa y completa. Descubrí en mis Maestros y su equipo lo que es la vocación de servicio, la pasión y la entrega en cada paso que dimos juntos. Acompañan mientras enseñan. Asustan mientras iluminan. Pasaron a formar parte de un aprendizaje vital que me acompañará toda mi vida.
Fui a aprender Coaching. Porque quería ser una Coach excelente. Tonterías las justas. Si lo hacía, lo hacía bien.
Lo hice fatal. Pero aprendí a ser mejor persona, entendiendo a los demás. Estoy convencida de que seré capaz de ayudar más y mejor a los demás, pero primero necesité ayudarme a mí.
Y fue revelador conocerme.
Ahora, puedo decir que me siento Coach. El CEC me nutrió. Y sienta muy bien la correcta nutrición.
COACHING CORPORAL
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