No es lo que tenemos sino lo que disfrutamos lo que constituye nuestra Abundancia.
Epicuro.
Alégrate de lo que tienes, regocíjate con las cosas como son. Cuando te das cuenta de que no te falta nada, todo el mundo te pertenece.
Lao Tzu.
La mayoría de nosotros crecemos con una mentalidad de escasez, con la creencia de que los recursos son escasos, de que no hay suficiente para todos. Como sociedad vivimos muy apegados al miedo: miedo a no tener suficiente, a padecer privaciones, a perder lo que hemos conseguido en la vida, a enfermar, a morir. La sociedad patriarcal ha construido sus cimientos desde hace más de 5.000 años en esta mentalidad del miedo y de la escasez y esto nos ha llevado a justificar a lo largo de la historia, que los más fuertes hayan abusado de los más débiles con todo tipo de atropellos, persecuciones, invasiones, guerras, esclavitud, genocidios…
Claro está que como sociedad hemos ido evolucionando, dotándonos de leyes y reglas de comportamiento, volviéndonos un poco más benevolentes, menos agresivos. Hace no más de 200 años eran frecuentes los castigos públicos en las plazas de los pueblos y se consideraba una atracción especial cuando se producían; la esclavitud era una práctica habitual y normalizada; las mujeres y los niños estaban sometidos a todo tipo de abusos y de malos tratos. Hoy en día, este tipo de conductas nos parecen aberraciones inaceptables. Hemos ido desarrollando una mayor empatía hacia las personas, las minorías, incluso los animales. Sin embargo, aunque hemos ganado algunos grados de sensibilidad, nuestro cerebro sigue siendo, en lo esencial básicamente el mismo en los últimos 25.000 años y esto hace que sigamos muy apegados a la mentalidad de escasez.
Desde la cuna, escuchamos frases como: “¿Crees que el dinero se da en los árboles?”, “Hay que luchar mucho para conseguir una mínima estabilidad”, “Debes esforzarte en ser el primero, porque la competencia es muy dura”, “Nadie te va a regalar nada”, “no te fíes, hay mucho tiburón por ahí”…
Así crecemos con una gran mentalidad de escasez, en la idea de que tenemos que luchar y competir para conseguir lo que necesitamos. Y es una lucha perdida porque siempre necesitamos más y más. Sentimos un anhelo, un “hambre” que nunca se colma. Y por otra parte, vivimos aterrados ante la idea de perder lo que tenemos, nos hacemos desconfiados, susceptibles, pensando que alguien puede arrebatarnos lo que es nuestro u obligarnos a compartir algo de lo que hemos conseguido.
La mentalidad de abundancia no nos es tan natural y necesita cultivarse. Exige una cierta evolución de la conciencia, un mayor grado de sensibilidad y de empatía. También requiere de unas condiciones mínimas que deben darse en el entorno, aunque no se necesita demasiado. Hay sociedades y personas que, teniendo apenas lo básico para la vida, están mucho más en contacto con la abundancia que la mayoría de nosotros.
La sensación de abundancia está relacionada con una actitud vital que se conecta con la aceptación de lo que nos llega; con la gratitud por lo que se tiene, independientemente de que sea mucho o poco; con la confianza de que la vida nos va a sostener; con la alegría profunda de estar en sintonía con la vida, con el contexto. Requiere desarrollar una mirada amorosa, benevolente y compasiva hacia uno mismo, hacia las cosas, hacia los demás, hacia la vida misma. La mentalidad de abundancia nos permite conectar con estados superiores de armonía, serenidad, paz y plenitud.
Aceptación, gratitud, confianza, compasión… son conceptos transmitidos a lo largo de la historia por las más importantes tradiciones espirituales, de manera que no son ideas tan recientes. Sin embargo parece que van calando muy despacio, tal vez porque cada uno de nosotros a nivel individual, tiene que hacer su propio trabajo personal cultivando esta actitud vital que, como decía, no nos es tan natural…
Desde la mentalidad de escasez nos encontramos con tres actitudes que nos arrastran: Acaparar, conservar y competir.
Acaparamos porque creemos que los bienes son escasos y pueden faltar en el futuro (acaparar, reunir, atesorar…). Así, podemos acumular cada uno en la medida de nuestras posibilidades, dinero, propiedades, conocimiento, relaciones, etc. y tener dificultades a la hora de mostrarnos generosos o de compartir lo que tenemos, porque en el fondo, no sentimos que tengamos gran cosa. Por mucho que se acapare, uno sigue sintiéndose incompleto.
La conservación es fruto de la preocupación de perder lo que se ha logrado. (Evitar la pérdida, asegurar, no compartir…). Así dedicamos muchos recursos a garantizar nuestra seguridad, la conservación de aquello que hemos logrado. Hoy en día todo el mundo tiene un seguro de hogar, de salud, de vida… Podemos invertir mucha energía en construirnos un entorno muy controlado en el que los riesgos se minimicen al máximo. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos, en lo más profundo, no logramos deshacernos de una incómoda sensación de inseguridad, porque no podemos controlar los aspectos más importantes de la vida, la pérdida de aquello que amamos, el dolor, la enfermedad o la muerte…
La competición, finalmente, es la manifestación del tipo de educación que hemos recibido desde niños en el juego, en el colegio, en los deportes. La competitividad nos lleva a una exigencia excesiva y también a anhelar lo que tienen otros. Aprendemos que para conseguir algo, tenemos que esforzarnos y luchar contra otros que aspiran a la misma meta. Estas conductas generan envidia, rencor y el deseo íntimo de que el otro no logre sus objetivos.
La mentalidad de escasez hace que vivamos con más ansiedad y frustración cuando no conseguimos lo que anhelamos, más miedo al fracaso, más dificultad para enfrentar nuevos retos. Y en la relación con los otros nos lleva a levantar barreras y muros que nos aíslan de los demás, nos hacen menos empáticos, más mezquinos, más rencorosos, mas miedosos e inseguros.
La mentalidad de abundancia, sin embargo, nos conecta con conductas que nos incitan a compartir, a colaborar, a cocrear, a trabajar en equipo para conseguir objetivos compartidos. Desde la mentalidad de abundancia buscamos la relación con otras personas en lugar de quedarnos aislados, temerosos e inseguros.
Compartir con otros nos llena de confianza y seguridad. Cuando estamos en contacto y en cocreación, nos sentimos mucho más poderosos, con más recursos; las posibilidades se multiplican y eso nos da mucha fuerza.
La mentalidad de abundancia mira la vida como un gran banquete, como un lugar lleno de oportunidades que se puede transitar con confianza. Esto no significa vivir de espaldas a la realidad de las situaciones dolorosas o difíciles de la vida, sino relacionarse con el mundo desde una posición más optimista y confiada, con menos inseguridad y menos miedo.
Desde la mentalidad de abundancia no es tan importante cuántas riquezas puedan acumularse, como lo es disfrutar de lo que se posee sin la preocupación constante por la pérdida, conociendo el significado profundo de la gratitud, la serenidad y el contento.
Miriam Ortiz de Zárate
Socia directora del CEC.
Coach MCC por la International Coach Federation
Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid
Ha realizado estudios de especialización en Coaching individual y de equipos, coaching sistémico, coaching corporal, coaching energético, Psicoterapia Gestalt, Psicoterapia Integrativa, Eneagrama, Constelaciones Familiares y Organizacionales, Bioenergética, etc. (Instituto de Empresa, Centro de Estudios Garrigues, Escuela Europea de Coaching, Escuela Madrileña de Terapia Gestalt, Programa SAT de Desarrollo, IPH, Fundación Claudio Naranjo, Fundación Tomillo, Improving Network, Sensum Systemic, Instituto Hellinger de Holanda, Talentum, Emana, etc.)