Nos pasamos el día tomando decisiones y dando respuesta a todo tipo de situaciones que se nos van presentando. De las más complejas a las más sencillas, se calcula que en un día tomamos más de 35.000 decisiones, aunque en realidad no somos conscientes de la mayoría, porque suceden de manera inconsciente y automática.

Se calcula que en un día tomamos más de 35.000 decisiones

Por ejemplo, automatizamos todas las funciones internas de nuestro cuerpo y también movimientos, gestos y expresiones corporales, procesos de pensamiento, respuestas emocionales y todo tipo comportamientos. Así es que la automatización es un gran avance evolutivo, nos permite ahorrar muchísima energía y dejarla disponible para otros temas más complejos. Imaginaros cómo sería si tuviéramos que detenernos 35.000 veces cada día, para tomar una decisión.

De estas 35.000 decisiones o respuestas, parece que solo somos conscientes de unas 200 al día. Esto significa entonces, que al menos en 200 ocasiones, cada día, vamos a dar respuestas reflexionadas, no automáticas. Es decir, respuestas en las que nos podemos plantear pros y contras, evaluar opciones, ver alternativas, etc.

Sin embargo, estas respuestas reflexionadas también se ven sometidas a nuestros modelos mentales, a nuestros sistemas de creencias, así es que en la mayoría de las ocasiones, no son tan libres como pensamos.

La automatización es un gran avance evolutivo, nos permite ahorrar muchísima energía y dejarla disponible para otros temas más complejos

Por ejemplo, si alguien te pide algo, tú puedes darle una respuesta libre y reflexionada y elegir si quieres decirle que sí, o que no. Pero también es posible que no seas capaz de hacerlo, porque vives atrapado o atrapada en un automatismo de decir siempre que sí a todo el mundo, aunque no tenga ganas, aunque te hubiera gustado decir que no. En este caso, entonces, ¿estás siendo verdaderamente libre para elegir? Es como si tu catálogo de respuestas posibles quedara limitado y condicionado por una manera de entender y de vivir las relaciones.

Otro ejemplo: tu pareja hace algo que te molesta y que te parece injusto y tú reaccionas enfadándote, quejándote, diciendo cosas de las que luego te arrepientes… generando una discusión…. ¿Ha sido esta una respuesta reflexionada o una reacción automática? ¿Has podido elegir tu mejor respuesta posible de una manera libre, ajustada a la situación?

O por ejemplo, una amiga te cancela una cita que tenías para ir al cine justo unos minutos antes de salir de casa y tú respondes diciendo que no importa, a pesar de que te ha molestado. Puede que esta sea una respuesta reflexionada, elegida con libertad y ajustada a la situación, pero también puede ser que sea tu manera habitual de responder en todas las situaciones, puede que tengas la tendencia de no decir lo que sientes o lo que piensas, para no generar conflictos. Puede que esto te limite tanto, que acabe incluso afectando a tus relaciones.

Todo proceso de coaching conlleva algo de autoconocimiento y algo de crecimiento personal porque al tomar conciencia de nuestros automatismos, estamos en disposición de emprender un camino de aprendizaje y de transformación, en el que ganaremos un poquito más de libertad

Cuando empezamos un proceso de coaching, una parte del trabajo siempre tiene que ver con esto, con entender cómo tomamos las decisiones, desde dónde actuamos, qué creencias o modelos mentales están detrás, qué beneficios y qué costes nos generan… Y este siempre es un primer paso, porque al tomar conciencia, vamos a tener una visión más clara y más amplia y tendremos más elementos para elegir si queremos trabajar ese automatismo, ese modelo mental que nos lleva a dar siempre el mismo tipo de respuestas.

De forma que todo proceso de coaching conlleva algo de autoconocimiento y algo de crecimiento personal porque al tomar conciencia de nuestros automatismos, estamos en disposición de emprender un camino de aprendizaje y de transformación, en el que ganaremos un poquito más de libertad y en el que conseguiremos ampliar un poquito más nuestro catálogo de respuestas.

Y ese poquito, ya es mucho. Aprender a decir que no, aprender a regular nuestras respuestas emocionales o aprender a expresar lo que siento, lo que pienso, lo que necesito, por continuar con los mismos ejemplos de antes, son pequeños cambios que pueden traer un gran impacto en nuestra vida, en nuestra emocionalidad o en nuestras relaciones.