Procesos de coaching.
Cuando trabajamos con directivos en procesos de coaching acerca de aspectos relacionados con el liderazgo, ocurre con cierta frecuencia que manifiestan dudas de cuál debe ser su relación con sus colaboradores:
“Creo que es mejor mantener las distancias”
“Si genero una relación de amistad, luego me va a costar poner límites”
“Antes eran mis compañeros, ahora que soy su jefe, me cuesta encontrar la distancia adecuada”
Reflexiones parecidas nos encontramos a veces con los padres y las madres de chicos adolescentes. Quieren ser amigos de sus hijos, acercarse a ellos, les resulta difícil encontrar el lugar adecuado cuando los hijos empiezan a crecer.
Tanto los padres como los manager, y seguramente también los maestros, enfrentan situaciones similares, tal vez porque en los tres casos ocupan un rol de liderazgo que influye en la relación.
Un manager, efectivamente, no tiene por qué ser amigo de las personas que conforman su equipo, igual que tampoco un padre tiene que ser amigo de sus hijos o un maestro amigo de sus alumnos.
El manager, por ejemplo, no tiene por qué salir con sus colaboradores a tomar unas copas o hacer planes el fin de semana, o conocer los detalles de su vida privada… O tal vez sí, si así lo desea.
Pero no es algo que parezca imprescindible para mantener un buen vínculo jefe-colaborador. Y, de hecho, puede resultar insuficiente para generar el tipo de relación que el manager necesitará cultivar con sus colaboradores.
Tampoco el padre necesita “hacerse colega” de su hijo, salir de fiesta con él o conocer todas sus intimidades para mantener una buena relación con él. ¿Cuál es entonces la relación adecuada?
Desde la perspectiva del management centrado en el desarrollo de personas, lo que se le pide al líder es que sea capaz de desarrollar una relación de confianza con cada miembro de su equipo, una relación capaz de generar conversaciones que van más allá de lo puramente operativo o relacionado con el trabajo.
Y este es un reto, si cabe, más ambicioso y complejo que cultivar relaciones de amistad, como iremos viendo.
Estas conversaciones que van más allá de lo puramente operativo tienen un calado y un formato diferente.
Son conversaciones en las que el objetivo es conocer al colaborador con mayor profundidad, entender sus aspiraciones, qué cosas le motivan, cuáles son sus necesidades, cómo se encuentra en relación con el resto del equipo, con qué emocionalidad afronta su trabajo y los retos del día a día, qué cosas le preocupan o le pueden estar frenando, etc.
Este tipo de conversaciones pueden llegar a ser muy significativas y profundas para ambas partes y se basan fundamentalmente en el desarrollo de la confianza, que es el elemento clave de la relación, el pegamento que permite las interacciones en la familia y también en las empresas, la base sobre la que se desarrollan los equipos de trabajo, los proyectos y el intercambio.
Cuando falla la confianza, toda la estructura se desmorona como una torre de naipes.
Las relaciones de confianza se pueden aplicar de manera muy similar, con pequeños matices en las relaciones entre padres e hijos y también en las de maestros y alumnos.
De alguna manera, no dejan de ser conversaciones de liderazgo que buscan el desarrollo y el crecimiento de la persona.
Mantener relaciones de confianza no nos es tan fácil, no es algo que nos salga natural, porque no estamos entrenados.
Requiere trabajar a fondo el desarrollo de ciertas habilidades de escucha para estar presentes en la conversación, con la cabeza libre de ruido, centrados y abiertos a escuchar de manera profunda, sin interrumpir, manteniendo la atención, con una escucha abierta, curiosa, empática, que busca entender profundamente al otro y deja espacio para que pueda expresarse de manera completa.
Y por supuesto, sabiendo indagar con preguntas abiertas, para que el interlocutor pueda reflexionar acerca de sí mismo o de las situaciones que le preocupan y expresar ideas, pensamientos, emociones o necesidades.
También se necesitarán ciertas habilidades de comunicación para poder expresar nuestras propias ideas, emociones y necesidades de manera adecuada, saber hacer peticiones, reclamos, dar feebdack o cualquier otra conversación difícil sin dañar la relación.
Las relaciones de confianza requieren habilidad para enfrentar el conflicto cuando surge y evitar la falsa armonía, que actúa como un cáncer para la confianza y acaba dañando las relaciones de forma profunda.
Bien pensado, podríamos decir que cultivar relaciones de confianza es más complejo y exigente que cultivar relaciones de amistad. Requieren más preparación, más práctica.
De hecho, hay muchas relaciones de amistad que no llegan a profundizar demasiado, que se quedan en un plano superficial.
Es frecuente pensar en amistades con las que no compartimos nuestros pensamientos más íntimos, nuestras necesidades, nuestras aspiraciones, nuestras dificultades…, precisamente por falta de habilidades de escucha y de comunicación.
Las relaciones de confianza, sin embargo, tienen esta intencionalidad de convertirse en relaciones más ricas y productivas y nos ponen ante el desafío del aprendizaje de estas habilidades en las que todos podemos crecer.
Miriam Ortiz de Zárate
Socia directora del CEC.
Coach MCC por la International Coach Federation.
Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid.
Ha realizado estudios de especialización en Coaching individual y de equipos, coaching sistémico, coaching corporal, coaching energético, Psicoterapia Gestalt, Psicoterapia Integrativa, Eneagrama, Constelaciones Familiares y Organizacionales, Bioenergética, etc. (Instituto de Empresa, Centro de Estudios Garrigues, Escuela Europea de Coaching, Escuela Madrileña de Terapia Gestalt, Programa SAT de Desarrollo, IPH, Fundación Claudio Naranjo, Fundación Tomillo, Improving Network, Sensum Systemic, Instituto Hellinger de Holanda, Talentum, Emana, etc.)
Codirectora del Programa de Certificación de Coaching en el CEC.