Si yo escribo que “estoy en un mar de dudas” ante la escritura de este artículo, o que quiero “sembrar” de inquietud las mentes de los lectores o que intento “despejar las nubes“ sobre este asunto, nadie se sentiría incómodo y una mayoría de los lectores –por no decir todos- entendería con facilidad lo que deseo transmitir, la emoción que yo tengo respecto a determinadas cuestiones.

La metáfora nos acompaña desde que adquirimos el lenguaje. De hecho, la realidad la construimos a través de metáforas que nos facilitan la comprensión de prácticamente todo lo que nos ocurre en la vida.

Se utilizan metáforas en todos los lenguajes. Por supuesto en el coloquial y habitual que usamos para comunicarnos, pero también en los distintos lenguajes artísticos e incluso en el lenguaje matemático.

Lakoff y Johnson revolucionan todo lo desarrollado por Whorf, y partiendo de una hipótesis próxima en cuanto al poder del lenguaje -la conformación de campos metafóricos que guían la expresión de los fenómenos-en la configuración de una determinada experiencia, presentan un modelo dialéctico en el que la experiencia y los campos metafóricos del lenguaje se generan y modifican en un enfrentamiento continuo y, construyen una estructuración precisa: metáforas de orientación (arriba-abajo), metáforas ontológicas (entidad-substancia-contenedor) y metáforas estructurales (por ejemplo la discusión comparada a una guerra).

En este sentido los seres humanos somos como contenedores de objetos –que serían las ideas, otra metáfora- que son conducidos hacia el exterior, hacia la comprensión de los otros, a través de este artificio del lenguaje, de este asistente genial que nos traduce el idioma de las emociones y de los sentimientos, de ese “tropo que consiste en trasladar el sentido recto de las voces, a otro figurado, en virtud de una comparación tácita”, como dice la Real Academia de la Lengua.

El proceso de coaching es una conversación y los que trabajamos en el entorno del coaching ontológico decimos que el lenguaje genera acción. Yo aun diría más: el lenguaje metafórico genera acciones más claras y potentes. Como es una conversación, las metáforas surgen en las dos direcciones. El Coach debe estar muy atento al metalenguaje emocional que conllevan las representaciones metafóricas con las que el cliente intenta “vendernos” su estado de ánimo, sus visiones, sus objetivos.

Al principio de algunas sesiones, al preguntar al cliente cómo se encuentra en ese momento, qué siente, es fácil recibir respuestas como “estoy hecho un flan”, o “hundido” o “con ganas de comerme el mundo”.

Creo que en el proceso hay que destilar lo más posible la emoción y dejarla en el “chasis”, porque la metáfora al mismo tiempo que actúa como facilitadora, también puede generar “zonas de sombra”, puede esconder información importante para que coach y cliente estén alineados. Cualquier abstracción –y la metáfora lo es- puede encerrar mentiras o, como poco, esconder verdades.

En uno de mis procesos,  mi cliente padecía un problema de aceleración en su actividad: iba muy deprisa por la vida y se sentía agobiada por esa velocidad. Juntos ideamos una construcción metafórica en la que ella imaginaba un mando (una simple rueda como las que tienen los hornos o las cocinas). Cuando empezaba a sentir la angustia de la velocidad, agarraba ese mando imaginario y bajaba la intensidad de sus acciones, acompasándola a su estado. Y le daba resultado. Le servía para darse cuenta de ese momento crítico en el cual perdía el control y era capaz de actuar.

Puede ser un claro caso de empuje a la acción a través de la construcción metafórica. Es conveniente para el Coach trabajar las metáforas que surgen en la conversación de coaching y, en cualquier caso repreguntar si intuimos que son metáforas ensombrecedoras.

LUIS LLORENTE

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(bibliografía recomendada: “metáforas de la vida cotidiana” George Lakoff y Mark Johnson (ed. Cátedra). Language, Thought and reality. Selected writings of Benjamin Lee Whorf (M.I.T. Press)