Aprovecho este momento para compartir una experiencia personal que me volvió a mostrar la belleza del ser humano. Lo extraordinario de los seres que somos y el enorme potencial que tenemos dentro cuando conectamos con lo que realmente somos.

Las personas no queremos sufrir. Queremos ser felices y estar alejadas del sufrimiento. Esto es algo que nos une a todos los humanos sin excepción. Sin embargo, ese miedo a sufrir, esa desesperada lucha por no acercarnos siquiera a lugares dolorosos nos pasa una enorme factura.

Confundimos felicidad con ausencia de peligro o con seguridad. Necesitamos sentirnos seguros física y anímicamente. Necesitamos sentir que en el futuro tendremos la seguridad de que no nos faltará de nada y al mismo tiempo, también la seguridad de que no estaremos solos, de que le importamos a alguien.

De que somos seres capaces de ser amados, respetados, considerados. Necesitamos pertenecer, formar parte. Tener el mejor lugar posible nos hace sentirnos alejados del sufrimiento y a salvo.

Sin embargo, esa es una difícil forma de vivir. Porque nos lleva a vivir desde la defensa, desde la protección. Desde la apariencia de invulnerabilidad. ¿De qué me sirve, por ejemplo, tener dinero que me da una seguridad futura si realmente no me muestro tal y como soy? ¿De qué me sirve tener una pareja perfecta si debo no ser yo para conseguir su atención?

Cuántas veces decimos sí, cuando queremos decir no. Cuántas veces no decimos un sí por miedo a que se detecte que en el fondo hay un anhelo, un deseo de decir ese sí que nos hace sentir tan vulnerables que no nos permitimos ni siquiera pronunciar esa palabra. Sí. Sí quiero. Sí, lo deseo.

Vivimos en un equilibrio difícil entre ser nosotros mismos y ser aquello que creemos que los demás esperan que seamos. Qué versión de nosotros mostrar para ser apreciados, productivos, útiles, capaces de dar un resultado, de contribuir de manera eficaz o eficiente, de sentir que somos valorados. Qué imagen dar para sentir que se nos ama, se nos quiere, se nos considera. Todo esto nos deja en un lugar complejo donde ser yo a veces sentimos que no tiene un lugar.

Sin embargo, cuando las personas no tienen que demostrar nada, tan solo mostrarse. Cuando sienten que están en un entorno donde esto no va a poner en riesgo su pertenencia. Donde serán aceptados y no juzgados. Donde podrán mostrarse vulnerables y los demás incluso se sentirán aún más cerca de ellos. Cuando nos sentimos seguros, los humanos abrimos el corazón y mostramos la belleza que llevamos dentro.

Tal como yo, el otro es otro ser humano, con los mismos anhelos y deseos que yo, con los mismos miedos e incertidumbres y tan perdido como lo estoy yo.

Hace unos meses en diciembre de 2024 en CEC celebramos nuestra formación de coaching en formato residencial intensivo. Un modelo de formación que realizamos dos veces al año, en julio y diciembre.

En esta edición de diciembre, como en otras, el equipo del CEC dedicó su energía a generar un espacio seguro a lo largo de toda la formación. Un lugar donde poder ser uno mismos sin juicios ni consecuencias. Veinte almas confiaron en nosotros e iniciaron un viaje de autoconocimiento.

Entre estas 20 almas había personas de muy diferentes orígenes, edades, género y forma de mirar la vida. Pero, todos, perdidos al igual que nosotros, en ese viaje entre quién soy y quién siento que debo ser para tener una oportunidad de supervivencia y felicidad en la vida.

taller coaching

Os comento este ejemplo, porque como uno de los formadores que lleva estos grupos, puedo asistir cada vez a una hermosa transformación que incluso cambia físicamente el aspecto de los asistentes a lo largo de 9 intensos días de formación y proceso. Las personas llegan más o menos como lo haría yo mismo.

Con cierta cautela. Parapetados detrás de sus diferentes mecanismos de defensa o personajes a lo que llamamos carácter. Buscando estar a salvo y no estar incómodos o tratando de encontrar su lugar en relación con el grupo y con ellos mismos.

Cada uno de ellos está en un momento vital diferente, y sus circunstancias de vida en el momento de coincidir en la formación también son diferentes.

Duelos de seres queridos, cambios profesionales, rupturas de pareja, cambios de vida tras procesos de salud de mayor o menor envergadura. Cada uno busca en el coaching algo diferente. Ser más yo mismo. Saber quien soy. Herramientas para mi vida o para mi trabajo. Quizá una nueva profesión que me llene. Una nueva carrera profesional. Un cambio a mi vida. Hacer algo por fin para mi y no porque sea adecuado o estratégico hacerlo. Etc.…

A lo largo de esos 9 días, por el simple hecho de sentir que se trata de un lugar seguro, de estar a salvo y de poder mostrarse sin riesgo a perder pertenencia, el grupo y cada uno de sus miembros, empieza a evolucionar, cada uno en un momento, dinámica o ejercicio diferente dentro del programa formativo.

Todos ellos además tienen la presencia, en todo momento, del equipo del CEC para consultar sus sensaciones o aquello que les está pasando por dentro. Al principio parece incómodo, los personajes se muestran y las almas que se esconden detrás de las máscaras, se sienten vulnerables y esto las inquieta, aunque las atrae. Piden apoyo, avanzan, retroceden: hoy revuelto, hoy mejor, hoy no sé, hoy muy bien, hoy revuelto o revuelta de nuevo…

Poco a poco, todo el grupo empieza a florecer. Se va abriendo y mostrando vulnerabilidad, empiezan a ser algo más ellos mismos. Un poco, algo, mucho, un paso… cada uno a su ritmo y según sus posibilidades, pero todos avanzan.

Al final, el último día, los alumnos realizan un monólogo sobre sí mismos con respecto a una cualidad, una distinción de coaching o una reflexión. Un monólogo que hacen de espaldas a sus compañeros y que busca abrirse y hablar con ellos mismos como hasta ahora muchos casi nunca lo han hecho.

La belleza de las almas queda al descubierto. La fortaleza y el coraje de la vulnerabilidad y el poder que otorga a las personas ser ellos mismos. Nada es comparable a esto. Esto soy yo y este es mi espacio y no necesito una excusa para estar aquí y respirar el aire que me pertenece como ser humano.

Soy un ser completo que se pierde en este viaje que llamamos vida para intentar ser feliz y no sufrir, pero no soy algo estropeado, incompleto o defectuoso. Soy yo y está bien así.

El milagro de sentir que no tienen que competir vuelve a suceder. Sentirse a salvo les hace mirar dentro de sí mismos y ver lo que hay. Bello, no tan bello, bien oliente o mal oliente. Reúnen el coraje de mirar, nombrar y empezar a construir desde ahí.

El grupo se apoya y crece y donde no había recursos, ahora empieza a haberlos. Hay un nuevo espacio de oportunidad para salir adelante y ser más auténticos y así poder decir no cuando es no y sí cuando es sí y asumir la responsabilidad de nuestros actos y del efecto de nuestro comportamiento en el otro como adultos que somos. Nada fácil, pero posible.

Los asistentes, se transforman abriendo su corazón primero a los demás y después a sí mismos. No deja de sorprender cómo la relación con nosotros mismos es a veces la más difícil.

Termino con dos ejemplos de este monólogo de ese viaje de 9 días de dos de los asistentes. Les pedí permiso para poder escribir sobre ello en diciembre, pero honestamente no he podido encontrar el hueco hasta ahora.

Se trata de las dos personas más alejadas en el grupo en edad. Él con tan solo 22 años y ella en los 70.

Empezaré con ella. Amparo. Se vino desde Colombia a hacer la formación y vino con ella uno de sus hijos que también la hizo. Hacia un año, en diciembre de 2023, su nieto ya había hecho también la formación.

Amparo declaró haber llegado a la formación buscando la fuerza dentro de ella para seguir adelante, con energía y superando las dificultades que en el momento presente sentía que estaban bloqueándola. Lejos de rendirse quería seguir, pero no encontraba las fuerzas.

Su monólogo fue sobre la frase “Si quieres que tus sueños se conviertan en realidad, despierta”.

A pesar de ser un monólogo ella confesó haber preparado su intervención buscando impactar en sus compañeros y tan solo unos segundos antes, comprendió y salió para poder hablar consigo misma y conectar con su necesidad, su autenticidad y sus recursos.

El literal de su monólogo queda para el recuerdo de los que allí estuvimos. Emocional, auténtico e inspirador en una persona que quizá con estos años, imaginaríamos que podría estar en otro lugar más resignado. Le pedí que me escribiera un mail que poder compartir aquí sobre su distinción y esto es lo que me envió.

coaching intensivo

Si deseas que tus sueños se hagan realidad. ¡Despierta!

José Manuel, muy buenas noches.

Escogí esta distinción aleatoriamente, lo hice con anticipación, en los tiempos solicitados.

Al prepararlo, cuidaba al detalle con cual frase iniciar para captar la atención de los compañeros e impactar sus mentes con la información, y ¡Oh sorpresa! pues cuando llego mi turno, unos segundos antes de levantarme de mi silla, a quien impactó profundamente esta distinción fue a mí, pues vi con claridad el significado real de la frase que elegí para iniciar.

Si deseas que tus sueños se hagan realidad. ¡Despierta!

Y realmente desperté, pues luego de haber repetido por muchos años de mi vida a mi equipo de trabajo aquella frase de… los sueños sin acción son tan solo una ilusión, realmente vi la profundidad de esta corta y a la vez contundente frase y llegué a la conclusión.

Los sueños, sueños son, si no entramos en la acción.

Y si, me sorprendí gratamente, pues llegué al curso buscando cómo entrar en la acción, cómo dejar de procrastinar.

También comprendí el valor real de compartir la visión.

Gracias José Manuel, pues generas en nosotros tus alumnos un hilo conductor que nos lleva a la claridad, a la comprensión, al descubrimiento.

Eternamente agradecida por estos días de instrucción y guía amorosa.

Cordialmente

Amparo Castillo de Pina

Después el benjamín del grupo con 22 años era Álvaro. Lo conocí cuando se vino desde Elche directamente a uno de los retiros de meditación y silencio que organizamos en CEC en junio de 2024.

Después vino a la formación intensiva en diciembre de ese mismo año y ha vuelto en enero a otro retiro de meditación y silencio de CEC en compañía de su padre. Interesante como mis dos ejemplos han terminado siendo ejemplos de familias que se van pasando el testigo de su aprendizaje unos a otros y comparten sus experiencias con sus seres más cercanos.

Su monólogo estuvo relacionado con el concepto de la distinción entre tolerancia y aceptación. Le pedí que me enviara un correo para publicar y él, por nerviosismo, timidez o por sentir que quería decir algo especial, había escrito su monólogo y lo leyó, y por tanto me lo pudo enviar literal.

Fue bello, desde sus creencias y su sentir, expresándose con la libertad que le dio, a cada uno de los 20, el ser ellos mismos. Aquí lo expongo tal cual lo presentó.

Tolerar, aceptar, y fe (aceptación radical)

Hermano y hermana, tolerarte sería mi gran error. Por muy distinto que sea el paisaje o las ciudades que recorras, por muy diferente que sea tu calzado, por peculiares que sean tus zancadas, solo de mi soberbia nace enjuiciar tu andar. Y por ello, me enorgullezco vilmente a puertas abiertas cuando manifiesto que te tolero. Quizás no te entiendo y lo pretendo, quizás es cuestión de escucha, quizás solo escucho mis voces. Sí, puede que nunca te escuché, y si te escuché, no puse mi corazón en ello. MI GRAN ERROR.

Mi acierto hermana y hermano fue el día que paré mi vida con el propósito de soltar el autoengaño. ¡Que p*to cansancio estar siempre poniéndome la zancadilla! Dios, si verdaderamente existes, alárgame la mano y dime qué harías tú. Y respondió: “Escucha mi silencio hijo mío. Créete que en mi silencio hallarás la paz que necesitas para pensar y actuar con la claridad y determinación que buscas. Escúchame por una vez; porque Yo, creador y Padre, sí os entiendo, acepto y amo.”

En silencio batallé hasta aceptar el momento presente. Hasta que después de tanto pensar en soberbias, quejas y dudas, me acepté. Y wow ¡qué paz! Desde aquí no se me ocurre cuestionar tu dignidad. Tienes tu rumbo y lo acepto. Te veo y acepto tu cara y cuerpo. Te escucho y acepto tus angustias y heridas, acepto tus errores tanto como los aciertos. Acepto también tus ideas y creencias por muy alocadas que me parezcan. Te quiero igual.

Mi gran acierto, compañeros de viaje, es cuando elijo confiar ciegamente tanto en mí como en mi cliente, en mí y en él. Nada nos separa en el fondo así que lo que quiera para mí (liberación, disfrute y paz) también confío en que llegará a vosotros y al mundo entero. “El amor vence siempre”, el bien siempre se antepone al mal. Tomemos eso que siempre nos perteneció, recordemos quién somos.

No quiero evitar absolutamente nada que se plante en mi camino. Amor Fati (Ama tu destino), lo amo todo.

Un abrazo muy grande,

Álvaro

Tan solo dos ejemplos de entre cientos y cientos de monólogos que se han compartido en las aulas de CEC. Cada uno de ellos un paso adelante, un acto de coraje y de vulnerabilidad. Un acercamiento a nosotros mismos, a veces el lugar que más nos asusta.

Sin duda este mundo sería un lugar mejor si abriésemos el corazón y pudiéramos relacionarnos desde la compasión. Nada fácil, porque el miedo nos aleja a los unos de los otros, nos empuja a la individualidad y nos deja en un lugar muy aislado donde el otro queda clasificado. Eres de los míos, eres indiferente o eres de los otros.

Estimados lectores al otro lado de esta pantalla grande o pequeña… os invito a miraros a vosotros mismos y cuestionar cuánto de ser yo realmente está presente ahora en vuestra vida y cuál es el precio que pagáis cada vez que no lo sois. Es posible una vida siendo yo, aunque nos parezca difícil o inalcanzable.

El gran viaje de la humanidad es un viaje del yo al nosotros y que en ese nosotros no haya un otros. Es un viaje, y no hace falta abrumarnos con la meta. Es suficiente con dar el primer paso.

¿Dónde encontrar el cuero suficiente para cubrir toda la superficie del planeta?

Es suficiente con encontrar el cuero suficiente para cubrir la suela de nuestros zapatos.

Gracias por haber llegado leyendo hasta aquí.

*Si deseas saber más y te interesa este tema, no dudes en conocer nuestra formación en Coaching intensivo residencial.

vulnerabilidad auténtica, El ser humano se muestra cuando abre su corazón

JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ

José Manuel Sánchez es Socio-Fundador del CEC. Su pasión es el coaching y el desarrollo humano en el ámbito profesional. Actualmente se dedica al desarrollo directivo y al coaching individual y grupal.

Es Coach PCC por la ICF, formado en coaching ejecutivo, coaching de equipos y coaching sistémico. Es terapeuta Gestalt y Transpersonal. Formado en el programa SAT, en Eneagrama y en Coaching Corporal por NewField. Ha realizado el programa PCI en In Copore y es facilitador de Seitai y de trabajo energético en el cuerpo. Es formador de meditación y Mindfulness e Instructor CCT del Compassion Institute.

Formador y director del programa Coaching intensivo residencial en CEC.

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