Por: Luis Llorente

La mascarilla: ¿Vamos a perder la expresión de las emociones?

Desde luego las consecuencias del ataque del Covid 19 están siendo catastróficas a todos los niveles: sanitarias y de salud en primer lugar, estructurales, económicas y principalmente psicológicas, porque al final nuestro cerebro  es el que aguanta esa carga del abanico de secuelas que está dejando la pandemia y nuestra capacidad de aguante o la resiliencia que atesoremos es necesaria para resolver estas situaciones que se añaden además a los conflictos cotidianos que ya traíamos de fábrica.

Sabemos que en las relaciones humanas, la expresión de las emociones es básica. Posibilita la comunicación, nos integra dentro del sistema en el que habitamos.  relaja una conversación o, quizá la tensa, pero lo que tenemos y manejamos es información emocional.

Esta información también se da en los signos que utilizamos para generar un contacto corporal; los abrazos han desparecido y abrazar es uno de los actos más íntimos y sinceros para demostrar afecto.

Pero sin llegar al abrazo, ahora los saludos son fríos, se realizan medio en broma, sin la sinceridad o rotundidad que tiene un apretón de manos. En occidente buscamos el contacto para realizar este tipo de expresiones, pero otras culturas no lo hacen. En muchos países de oriente, la reverencia es suficiente para expresar el respeto. ¿Pero y el afecto?, ¿es pues una cuestión cultural y se emite el mismo afecto con un abrazo que con una reverencia?

El uso de las mascarillas nos priva también de un sinfín de expresiones faciales. No solo hablamos con la palabra, hablamos con nuestras facciones como parte de la expresión del cuerpo y poder observar todo el rostro nos suele dar mucha información, que a veces es puramente intuitiva, pero con la que vamos manejándonos en nuestra vida.

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Ahora todo lo fiamos a la intensidad de nuestros ojos, de nuestra mirada. Hay que aprender a sonreír, a reír abiertamente, a manifestar tristeza o ira, todo a través de uno solo de los sentidos de la expresión que tenemos, y salvo que tengamos unos ojos “de anuncio de gafas”, poco podemos hacer con ellos. Si la cajera nos pregunta “¿qué tal?”, procuramos arrugar los ojos o dejarlos casi en blanco dependiendo de lo que queramos expresar, pero todo es muy precario.

Entendemos ahora a las personas que en circunstancias normales son incapaces de mover un músculo (por incapacidad física o psicológica) para expresar lo que tienen dentro y que normalmente implica algunos desarreglos emocionales.

Pero como los humanos tenemos una gran capacidad de adaptación a las nuevas realidades, buscaremos las formas de decirnos cosas que no podemos decir con las palabras. Aunque me temo que cuando lo que surge es el amor, las mascarillas caen como el telón de un teatro y las emociones se dan libres y a la vieja usanza.