Veinte años después, el mismo título… otra historia.

Hace más de veinte años escribí un artículo con este mismo título: ”La Mala Prensa del Coaching”. Era un artículo que respondía a otro publicado en prensa, en el que alguien contaba su (mala) experiencia en un curso de coaching de fin de semana, en una época en la que el coaching no era un tema que apareciera habitualmente en los medios.

En aquellos años, el coaching era una disciplina incipiente que empezaba a abrirse paso (sobre todo en el mundo empresarial), entre la formación y la consultoría. En esa época muchos lo veían como una moda pasajera, igual que había ocurrido con otras herramientas que habían vivido efímeros momento de esplendor, mientras que muchos otros veíamos su potencial y nos apasionábamos con las posibilidades que ofrecía.

Eran épocas en las que intentábamos organizarnos, creábamos las primeras asociaciones profesionales y buscábamos desarrollarnos y crecer como coaches, al mismo tiempo que teníamos que explicar a empresas y profesionales, en qué consistía la disciplina.

Hoy, dos décadas después, el coaching ya no necesita ser presentado. Es una práctica extendida en el mundo empresarial, educativo y personal, pero sigue despertando muchas reticencias. En las redes sociales encontramos coaches de todo tipo con discursos poco profesionales, proliferan los mensajes que lo ridiculizan, se resaltan sus excesos y se confunden sus propósitos.

La mala prensa del coaching no ha desaparecido: ha cambiado de forma, al igual que este artículo, que necesariamente aborda la cuestión desde la mirada de alguien que ha venido viviendo y acompañando este proceso durante todos estos años.

De la euforia a la madurez

A comienzos de los años 2000, el coaching llegó a España como una bocanada de aire fresco. Su propuesta era muy atractiva: ayudar a las personas a alcanzar su potencial, a descubrir sus recursos, a mirar de otro modo sus dificultades.

Frente a los modelos tradicionales de formación o de dirección, el coaching proponía una conversación diferente que no instruía ni aconsejaba, sino que escuchaba, preguntaba y acompañaba.

Esa frescura, sin embargo, trajo también una gran ausencia de límites. Surgieron escuelas de formación de dudosa calidad, cursos de fin de semana que expedían títulos para ejercer la profesión, profesionales que vendían sus servicios ofreciendo resultados mágicos instantáneos o que descuidaban el código deontológico profesional en el mundo ejecutivo. Y así aparecieron las primeras críticas y los primeros detractores.

Hoy en día todavía encontramos estos mensajes, estas escuelas y esta ausencia de límites, pero al mismo tiempo, encontramos un coaching que ha madurado y se ha ido especializando.

Las Asociaciones Profesionales han hecho un gran trabajo marcando el camino, las Escuelas Profesionales homologadas han ofrecido al mercado un marco de seguridad y calidad. Y muchos coaches han desarrollado sus habilidades y trabajado con honestidad y excelencia.

Como ocurre con todo fenómeno humano, el coaching ha necesitado de un tiempo para crecer y madurar. Y creo que este viaje nos está permitiendo, por fin, situarlo en un lugar más profundo y riguroso.

taller coaching

Qué nos dice la evidencia científica

Durante todos estos años, una de las críticas más repetidas hacia el coaching ha sido la falta de base científica. Lo cual es lógico, ya que los primeros años carecíamos de estudios e investigación. Hoy en día, sin embargo, esto ha cambiado sustancialmente.

Muchas universidades nacionales e internacionales disponen de departamentos y cátedras de coaching y existe un interés creciente por la investigación y por el desarrollo de evidencia científica.

Uno de los estudios más importantes es el realizado en 2014 por Theeboom y otros, en el que se demostró la influencia del coaching en diversos aspectos como el rendimiento profesional, la gestión del estrés o la satisfacción laboral.

En una revisión posterior de 2016, Jones, Woods y Guillaume analizaron 17 estudios con más de 700 participantes y encontraron que el coaching genera un efecto positivo en el desempeño y en el desarrollo personal.

Más recientemente, en 2021, Grover y Furnham presentaron un interesante estudio en el que vinculan los beneficios del coaching con procesos neurocognitivos relacionados con el aprendizaje profundo, la autorreflexión y la regulación emocional.

El coaching, según su investigación, facilita la activación de redes neuronales relacionadas con la “metacognición”, es decir, la capacidad de observar los propios pensamientos, algo que los coaches venimos experimentando en la práctica, que una conversación bien conducida puede tener un impacto transformador.

La resistencia de la psicología: un desencuentro histórico

A pesar de la evidencia creciente, persiste una tensión entre algunos sectores de la psicología y el coaching. Muchos psicólogos nos acercamos al coaching con curiosidad y hemos podido entender las diferencias, pero muchos otros miran la disciplina con recelo, argumentando que un coach no está suficientemente preparado para acompañar procesos de cambio profundo o para manejar situaciones de sufrimiento emocional.

Y efectivamente, nunca defendería que el coaching pueda sustituir a la terapia o que un coach pueda abordar trastornos clínicos. Como he dicho otras veces, creo que en buena parte este desencuentro proviene de un malentendido más profundo: la confusión entre acompañar y tratar.

Como siempre decimos, el coaching no diagnostica, ni trata, ni busca curar o sanar. Tampoco aconseja ni da orientación. Su poder radica precisamente en el no saber, en generar un espacio de reflexión donde la persona pueda pensar y sentir con mayor conciencia.

Mientras la psicoterapia busca sanar o aliviar el sufrimiento, el coaching se orienta al aprendizaje, a la toma de decisiones y al desarrollo de una mirada más amplia sobre uno mismo y sobre el entorno.

Rafael Echeverría, uno de los fundadores del coaching ontológico, lo definía como “una conversación que amplía los límites de lo posible”. Esa ampliación ocurre no porque el coach posea respuestas, sino porque sabe hacer las preguntas adecuadas, sostener el silencio y acompañar el proceso de descubrimiento interfiriendo lo menos posible.

curso de coaching

Desde esta perspectiva, el coach no necesita ser experto en ninguna materia concreta, su ámbito de competencia es la presencia, la escucha profunda y la facilitación del aprendizaje. Paradójicamente, eso que algunos ven como una carencia —“no tener respuestas”— es, en realidad, nuestra mayor fortaleza.

El arte de acompañar desde el no saber

Acompañar desde el no saber no significa ignorancia, sino humildad, saber que no podemos conocer completamente la experiencia de nuestro cliente y confiar en su capacidad para encontrar su camino, sus respuestas, su propósito. Y sostener el espacio de exploración con respeto, curiosidad y compasión.

Visto desde la neurociencia, sabemos que la presencia y la escucha que no juzga, favorecen la activación de los sistemas de seguridad y conexión (vinculados al nervio vago y al sistema parasimpático).

Cuando estos sistemas se activan, podemos pasar del modo defensivo al modo exploratorio y es entonces cuando podemos acceder a la conexión profunda con el otro o a habilidades como la creatividad, la intuición o el aprendizaje.

Las conversaciones de coaching, bien conducidas, actúan como un “contexto neuroseguro”. La escucha sin juicio, la presencia, el contacto visual, activan la corteza prefrontal e inhiben la respuesta de amenaza de la amígdala. No se trata solo de hablar, se trata de crear las condiciones internas adecuadas para que el pensamiento florezca.

En este sentido, entendemos el coaching como una práctica contemplativa tanto como conversacional. Invita a detener el ruido mental, a observar lo que ocurre dentro y a generar nuevos significados.

Las sombras del coaching: el mercado y la banalización

ería ingenuo negar que parte de la “mala prensa” tiene razones de peso. La proliferación de formaciones breves, los discursos de autoayuda disfrazados de coaching y la obsesión por el éxito rápido han distorsionado la esencia de la práctica.

Cuando el coaching se convierte en un producto que promete “alcanzar tus sueños en 10 pasos”, pierde su alma. Porque el coaching no es una receta, es un proceso. No busca resultados inmediatos, sino transformación sostenida. Y esa transformación exige trabajo, honestidad y autoconocimiento, tanto del cliente como del coach.

El reto para los profesionales serios del coaching es, por tanto, reivindicar la profundidad, algo que forma parte de los principios fundacionales del CEC y que está presente en todos nuestros programas.

Hablar con rigor, nutrirse de la investigación científica, integrar el cuerpo, las emociones y el lenguaje, y no caer en la trampa del marketing emocional vacío. El coaching es una disciplina noble cuando se ejerce con ética, humildad y compromiso con la verdad.

Hacia una nueva madurez

Después de veinte años, la mala prensa del coaching puede verse como una invitación. Nos recuerda la importancia de no dar por sentado lo que hacemos, de seguir cuestionando, investigando y aprendiendo. Nos invita a madurar.

Hoy, más que nunca, el coaching necesita de pensadores, no solo de motivadores; de acompañantes conscientes, no de gurús; de profesionales con fundamento, no de promesas vacías.

Porque el coaching, en su mejor versión, es una forma de conversación humana, una manera de encontrarnos y acompañarnos en el misterio de ser.

Una práctica que honra el silencio, la escucha y la capacidad del ser humano de transformarse cuando se siente visto, comprendido y aceptado.

Miriam Ortiz de Zárate

MIRIAM ORTIZ DE ZÁRATE

Socia directora del CEC.
Coach MCC por la International Coach Federation.
Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid.

Ha realizado estudios de especialización en Coaching individual y de equipos, coaching sistémico, coaching corporal, coaching energético, Psicoterapia Gestalt, Psicoterapia Integrativa, Eneagrama, Constelaciones Familiares y Organizacionales, Bioenergética, etc. (Instituto de Empresa, Centro de Estudios Garrigues, Escuela Europea de Coaching, Escuela Madrileña de Terapia Gestalt, Programa SAT de Desarrollo, IPH, Fundación Claudio Naranjo, Fundación Tomillo, Improving Network, Sensum Systemic, Instituto Hellinger de Holanda, Talentum, Emana, etc.)

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