El Yoga no es un deporte, es una filosofía oriental, un estilo de vida que considera que la salud no es la ausencia de enfermedad, sino la capacidad del cuerpo de sanarse, de volver a ese equilibrio que ha perdido.

Y mediante la práctica del Hatha Yoga trabajamos en esa dirección, hacia el equilibrio de nuestros sistemas, físico, mental y emocional, a la armonía entre lo que pensamos, sentimos y actuamos, armonía entre mente, corazón y acción.

Para el yoga el cuerpo es sagrado, en el sentido de que es nuestro vehículo de vida, donde habita nuestra alma, y desde ahí establecemos un compromiso de autocuidado, de respeto, valoración y entrega.

Los beneficios van llegando con la práctica constante, la práctica hace al maestro. La repetición refuerza los circuitos neuronales de tu cerebro y crea más conexiones neuronales para ampliar nuestras opciones y posibilidades de respuesta en el día a día.

La palabra Yoga viene de “yugo”, “unión”, unión del cuerpo y la mente, y el alma.

Todo el mundo puede practicar Yoga, no es necesario ser flexible, por ejemplo, porque el propósito de la práctica es el encuentro con uno mismo, tal y como somos, sin pretensión de ser otra cosa, ni que nuestro cuerpo pueda hacer una postura u otra.

En realidad, la postura es un vehículo de encuentro y de apertura, en la que podemos entrar y mantenernos, para descubrir nuestra naturaleza humana y abrir espacios de respiración, aceptación y amor.

Y cuando estamos en la Asana, colocando el cuerpo, creando espacios, tonificando y flexibilizando, estamos creando un impacto igual en la mente, ambos están conectados, y viceversa.

Ya lo decían los yoguis hace 3000 años, pero ahora la neurociencia lo ha investigado y obtenido evidencias del impacto en el cerebro.

Se ha observado que las personas que practican yoga tienen mayor materia gris en áreas como el hipocampo, y esto se correlaciona con una mejora de la memoria, de la atención y de la gestión de la propia conducta. (Proyecto liderado por la Universidad de Philadelphia/ EEUU).

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Decía el maestro Iyengar que “hay un concepto básico en el yoga, y es que le permite a uno ser dueño de las circunstancias en vez de ser su esclavo”

Según se va avanzando en la práctica, y avanzar no significa hacer posturas más difíciles, sino mejorar nuestra consciencia y presencia en la misma, independientemente de la dificultad de la postura (o Asana en Sánscrito), se irá abriendo ante nosotros la posibilidad de escuchar al cuerpo, observar la mente y conectar con nuestro propósito vital, desde una práctica amable y respetuosa (Ahimsa).

El Yoga es una invitación a ser conscientes de nuestra respiración, al menos durante la hora que dura la clase, aunque con la intención de sacar la práctica fuera de la esterilla, al resto del día. La atención a la respiración y trabajar sobre ella (a través de los Pranayamas) es uno de los cambios más importantes que se sienten.

La respiración es el eslabón de unión entre la mente y el cuerpo, y a través de ella podemos regular nuestra energía vital, podemos influir en el sistema nervioso y nuestro estado emocional. La respiración es uno de nuestros sistemas autónomos, pero sobre el que también podemos actuar y cambiar.

Decía un yogui que cuando nuestra respiración va a la deriva, nuestra mente va a la deriva. Respirar por la nariz nos dota de mayor capacidad de memoria, de mayor capacidad de control de la mente. Es muy importante conocer cómo respiramos.

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Es apasionante descubrir cómo a través del trabajo de las asanas y de la respiración, nuestro estado mental va cambiando, encontrando momentos de claridad y creatividad durante la práctica. No es algo a buscar, la intención es “dejar que ocurra”, abrir espacios que permitan que nuestra luz se exprese, e igualmente, que nuestra sombra aflore para poder ocuparnos de ella.

El Yoga nos enseña a trabajar sin apego al resultado, creo que es uno de los aspectos más complicados, pues el estilo de vida actual nos lleva a en ocasiones dirigir todas nuestras acciones y pensamientos al resultado obtenido o posible de obtener, mientras que esta filosofía nos muestra la opción de disfrutar del proceso, de actuar en consonancia y armonía con nuestro sentir, independientemente del resultado que se obtenga.

Nos sugiere darnos permiso para sentir, nos re-conecta (porque ya estuvimos conectados) con nuestro cuerpo, con nuestra energía vital, significa darnos permiso para ser nosotros mismos, para sentir como sentimos, sin censurarnos por ello, sin poner un freno automático a lo que nos produce placer o incomodidad.

Habitar la tristeza, el miedo, la ira… todo ello forma parte de la experiencia humana, se trata de liberar las corazas y los bloqueos que vamos construyendo a lo largo de nuestra vida, de ocuparnos de nuestro bien-estar.

En definitiva el yoga es un camino de autoconocimiento, de espacio para expresar tu ser auténtico, de consciencia, de ir abriendo capas y des-cubrirte, para mirarte con amor. Para mi un camino de libertad y plenitud, de ser yo misma. En nuestro interior hay un mundo infinito por explorar.

Desde que empecé a practicar yoga, hace más de 20 años, cada vez que termino la clase siento un “wow”, y me digo “quiero hacer esto cada día”. No es algo para teorizar, es algo para experimentar, probar, y disfrutar.

Para mí el Yoga es un momento de encuentro conmigo misma, desde el momento en que coloco en la esterilla y me tumbo en Savasana es una oportunidad para escucharme y bajar la energía y la atención hacia el cuerpo.

Mi tendencia es quedarme en la mente, racional, y la práctica me invita a bajar también al cuerpo, al presente, a donde habitan mis sensaciones y emociones, me invita a observar que hay en este momento en mí, y equilibrar cuerpo y mente, equilibrar mis energías.

A través de las posturas vamos viajando por las diferentes posibilidades de energías, de expansión, de contracción, torsión, flexión… recorriendo y equilibrando. Es un momento de habitarte, de traer la atención y el cuidado hacia ti, de soltar los automatismos y estar presente.

¡Y el viaje comienza en la esterilla!

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Nerea Esbrit

Es una mujer polifacética. Lleva más de 10 años dando clases de Hatha Yoga a grupos, a empresas y clases privadas. Formadora de Instructores de Hatha Yoga y de un módulo en la formación de Yoga Vinyasa Flow.

Además Nerea compagina su actividad con el Yoga con otras disciplinas como el coaching o la meditación. Formada en Meditación y MBSR (Midfulness), Inteligencia Emocional, y Coach. Teatro y Coaching Corporal.

Facilitadora del curso de Yoga en Espacios CEC.