El coaching al fin es algo que nos tiene que hacer las cosas más fáciles, tanto en nuestra vida personal como en las relaciones profesionales que tenemos que atender por esa maldición bíblica que es el trabajo. Sin ser profesionales, podemos contar con herramientas que nos faciliten nuestro vagar por estos mundos y que podemos llamar coaching o sentido común. En cualquier caso, importantes para creernos un poco más felices.
Por: Luis Llorente
El coaching y otras disciplinas son en sí útiles de transformación y pueden hacer que seamos un poco más sagaces, que veamos a las otras personas de una manera menos rígida o que seamos capaces de valorar las situaciones de manera diferente para traerlas a nuestro terreno.
Hace no mucho una cliente me hablaba de lo que había supuesto para ella aplicar en el ámbito doméstico la distinción lingüística de “ser” o “estar siendo”. Habíamos hablado de ello en alguna sesión y más tarde me contó que desde que había sustituido el “eres un patoso” por “estás siendo un patoso” y otras expresiones del estilo, sus hijos aceptaban de otra manera sus consejos y asumían de otra manera sus responsabilidades. Este “truco” del lenguaje, cuyo estudio es básico en el coaching ontológico, le había servido para sacar a los niños de la solemnidad y eternidad del “ser” que impide el avance y la mirada al futuro y se convierte en una etiqueta difícil de soltar.
Por eso dejo aquí algunas pistas, algunas prácticas profesionales que como hábitos de vida pueden ser interesantes.
La primera utilidad y la más básica es intentar saber siempre como estamos nosotros mismos. De eso depende casi el 90% de nuestra labor del día a día. Para ello podemos hacernos un pequeño chequeo interno tanto corporal y físico como mental. Es una buena manera de comenzar el día dedicarnos ese rato de intimidad, haciendo quizá un ejercicio de reconocimiento de nuestra anatomía, si hay alguna molestia, dónde, si durante la noche hemos tenido una mala postura… y después fijarnos en la actitud con la que nos hemos levantado, con el tono que comenzamos el día. Y si acudimos al trabajo o a nuestra labor con los recursos necesarios.
Como segundo utensilio podríamos mencionar el Establecimiento de Objetivos. Planificar y establecer correctamente los objetivos que queremos alcanzar (ya sean a corto o a largo plazo) y fijarlos lo más posible es una garantía para nuestra gestión diaria tanto profesional como personal. Una vez fijada la meta, es más fácil no despistarse ni separarse del camino y quedan centradas mejor las necesidades que pueden surgir para alcanzar nuestros logros. Establecer las fases y llevarlas en calendarios o plannings puede ayudarnos a que nuestros objetivos queden mejor anclados.
La tercera: Desarrollar un talento para la escucha. En nuestro hábitat natural apenas escuchamos de manera activa, con la intención de entender realmente lo que el otro trata de decirnos. Habitualmente, mientras el otro habla nosotros ya estamos preparando nuestra respuesta porque lo único que queremos es que nuestra opinión o juicio prevalezca sobre los demás, sea el “vencedor”.
Realizando otro tipo de escucha podemos desarrollar otras habilidades como la empatía. Se trata de abrirnos a los demás y a la propia escucha. El otro es un espejo para aprender de mí y es un espejo para que yo aprenda de él.
La cuarta herramienta es la de buscar los juicios y repensar nuestras creencias. Es una herramienta dura de manejar ya que nuestro sistema de juicios y creencias son los pilares básicos de nuestro comportamiento y de nuestra relación con los demás. Quizá merece la pena un pequeño esfuerzo para que ante determinados conflictos seamos capaces por un momento de pinchar con un alfiler nuestra burbuja y ver las cosas desde otras perspectivas, ayudando a que nuestra empatía pueda acompañarnos con los demás. Como decía antes, el sistema de juicios está muy apoyado en nuestro lenguaje y quizá podemos fijarnos en cómo hablamos con los demás o cómo nos referimos a determinadas cosas. A veces si nos escucháramos con profundidad, aprenderíamos mucho de cómo somos y cómo podemos mejorar.
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El Feedback podría ser el quinto elemento, muy poderoso cuando se maneja correctamente. El Feedback es adquirir la confianza de poder hablar al otro con toda sinceridad y que éste vea el comentario como una oportunidad para rectificar y crecer. Creo que es imprescindible para mantener una buena relación laboral y ayuda a crear un ambiente de verdad en los equipos y en las relaciones. Pero, por lo general, los individuos somos bastante reacios a la práctica de este ejercicio de sinceridad y estos suele ocurrir por falta de entrenamiento. No es fácil ponerse delante de otra persona y confrontarlo con nuestra emoción más sincera, aunque ésta sea positiva. Además el Feedback tiene como objetivo el aprendizaje, el desarrollo. Esto significa que mi objetivo no es el desahogo o el reproche sino conseguir que la otra persona vea algo que yo creo que no está viendo y que necesita para mejorar.
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La sexta sería establecer planes de acción. Pero antes del plan de acción abrirnos a dejarnos entrar en un espacio de oportunidades, no cerrarnos al hábito de buscar la solución siempre de la misma forma. Trabajar en una tormenta de ideas sin ponernos límites y con toda la creatividad posible.
Una vez elegidas esas oportunidades, establecer una ruta con los hitos correspondientes y las posibles soluciones en caso de conflictos; esto nos vendrá muy bien para marcarnos un camino que no nos despiste del objetivo. Es importante como digo establecer fases que nos sirvan para ir consiguiendo pequeños objetivos que nos motivarán o motivarán a nuestro equipo o a nuestra familia. Utilizar medios gráficos en los que se visualice ese camino al éxito ayudará sobretodo a personas que son muy “visuales” y necesitan una iconografía para asumir la importancia del plan de acción.
La presencia sería nuestro séptimo secreto. La “presencia” que trabajamos en coaching implica en gran parte vivir el momento, dejar fluir ese instante en el que estamos acompañando al otro sin anticipar, sin expectativas. Trabajar y partir de lo que hay aquí y ahora.
Saliendo de nuestra profesión este es un consejo muy interesante para la vida en general. Nos pasamos la vida anticipándonos a cosas que después no ocurren, hacemos contingentes de soluciones para resolver cuestiones que nos preocupan pero que no han ocurrido y nunca lo harán. Vivir el momento nos ayuda a dar la dimensión real del tiempo y de nuestra posición en el mundo.
No por ponerla en octavo lugar es menos importante que las demás. Ser sinceros con nuestras emociones, reconocerlas, reconocer nuestras miserias igual que nuestras victorias como decía Julio César y darles a cada una su importancia. Aceptarnos porque desde esa aceptación del cómo somos podemos tener mejores relaciones de todo tipo.