El cuerpo es un sistema vivo, dinámico, en constante movimiento, aunque no siempre seamos conscientes de ello. Cada respiración, cada latido, cada paso que damos es una manifestación de vida.

Pero más allá de la mecánica biológica, el movimiento del cuerpo es también un reflejo de nuestros estados internos: nuestras emociones, pensamientos y nuestra historia personal. El cuerpo no se mueve porque sí; se mueve porque es la expresión más pura de lo que somos.

La neurociencia nos ha enseñado que el movimiento no es solo el resultado de una intención consciente. Está profundamente vinculado a procesos emocionales y cognitivos que, a menudo, ocurren por debajo del nivel de la conciencia. Antes de que decidamos movernos, nuestro cerebro ya ha preparado el cuerpo para la acción.

De hecho, gran parte de nuestra vida emocional se expresa primero en el cuerpo, a través de pequeños ajustes en la postura, el tono muscular o la respiración. En este sentido, el cuerpo actúa como una antena que capta y transmite las experiencias que estamos viviendo, incluso antes de que las racionalicemos.

Lo fascinante del movimiento es su capacidad de transformar, no solo de expresar. Durante mucho tiempo hemos entendido el movimiento como una reacción a estímulos externos o a nuestras emociones, pero el cuerpo también tiene la capacidad de movernos hacia el cambio, de reconfigurar nuestra experiencia interna a través de sus gestos y posturas.

Cada vez que nos movemos de manera consciente, estamos reprogramando nuestros circuitos neuronales. Imagina que una persona que ha vivido con ansiedad durante años, ha adoptado una postura encorvada, cerrada, que refleja esa tensión interna. Esa postura no es solo física, sino que refleja un patrón emocional profundamente arraigado.

El cerebro ha aprendido a asociar esa postura con la emoción de ansiedad. Sin embargo, al invitar a esa persona a abrir el pecho, estirar la columna y respirar profundamente, algo cambia. No es solo una modificación postural; es una señal al cerebro de que algo diferente está ocurriendo. El movimiento físico abre la puerta a una nueva forma de sentir, pensar y ser.

Cuando invitamos al cuerpo a moverse de manera consciente, estamos facilitando un proceso de integración. El cerebro no funciona aislado del cuerpo; de hecho, buena parte de nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos proviene de cómo nos movemos en él.

taller coaching corporal

Los movimientos no son solo respuestas automáticas, son oportunidades para reorganizar nuestra experiencia. El cuerpo guarda memorias implícitas, aquellas que no recordamos conscientemente pero que se expresan en nuestra postura, en tensiones musculares o en la forma de caminar.

Un nudo en la garganta, una rigidez en los hombros o una presión en el estómago pueden ser indicadores de emociones no procesadas que el cuerpo sigue sosteniendo. A través del movimiento, estas experiencias atrapadas encuentran una vía de expresión y liberación, permitiendo que nuestra energía vital fluya de nuevo.

Además, el movimiento no solo refleja lo que sentimos internamente, también modela nuestra percepción del mundo. Estudios han demostrado que nuestra postura afecta directamente nuestra interpretación de la realidad.

Cuando adoptamos una postura cerrada, nuestra percepción se torna más negativa; nos sentimos más inseguros, menos capaces. En cambio, al abrir el cuerpo, al expandirnos físicamente, nuestra percepción cambia. Nos sentimos más seguros, más abiertos a las posibilidades.

El coaching somático aprovecha esta capacidad transformadora del movimiento para generar un cambio profundo. No se trata simplemente de moverse por moverse, sino de movernos de una forma que nos permita habitar el presente de manera más plena, más consciente.

A través del movimiento, el cuerpo nos ofrece nuevas maneras de ser y estar en el mundo, redibujando las conexiones entre el cuerpo y el cerebro, y abriendo puertas hacia un cambio que va más allá de lo que la mente puede anticipar.

Cada movimiento consciente es una oportunidad para reconfigurar nuestro sistema nervioso y, con ello, nuestras respuestas emocionales. El cuerpo es el terreno donde se inician los procesos de transformación personal.

Cuando cambiamos nuestra manera de movernos, estamos literalmente transformando nuestra estructura cerebral, abriendo la puerta a nuevas posibilidades emocionales, cognitivas y relacionales.

El cuerpo no es solo un receptor pasivo de lo que ocurre en nuestra mente; es un agente activo en nuestra evolución. Al movernos conscientemente, estamos participando en el proceso de cambio, invitando a nuestro sistema nervioso a reorganizarse y a crear nuevas formas de responder a la vida.

El coaching somático nos enseña a escuchar y a seguir esta sabiduría inherente del cuerpo, abriéndonos a una vida más conectada, más libre y más plena.

Silvia equipo cec

SILVIA LÓPEZ-JORRÍN

Responsable del área académica del CEC.

Licenciada en Empresariales Internacionales por ICADE.

Ha realizado estudios de Coaching, Coaching Sistémico, Coaching Corporal y Eneagrama. Certificada por la ICF. Especializada en autoestima y confianza corporal.

Certificada en Alimentación Intuitiva, ayuda a las personas en hacer las paces con sus cuerpos y con la comida y a abandonar la cultura de dietas.