Con motivo de la conferencia que impartirá el próximo 3 de octubre, entrevistamos a Miriam Ortiz de Zárate, socia del Centro de Estudios del Coaching, coach MCC por la International Coach Federation y responsable de la formación de ya unas cuantas generaciones de coaches. En su conferencia, Miriam nos propone una reflexión sobre el plan de acción y el papel esencial que juega en el proceso de coaching.  

Miriam, ¿La acción es la parte más importante del proceso de coaching?

Pues no sé si es la más importante, pero desde luego, creo que es una parte esencial, porque si no hay acción, no hay coaching. A nuestros alumnos solemos decirles: “Coaching es lo que sucede entre sesión y sesión”. Es una frase muy contundente que nos coloca en un lugar de mucha humildad, porque pone el foco en que es ahí donde se consolida el aprendizaje, donde se integran nuevos hábitos, donde se produce, realmente, la transformación.

Nosotros, como coaches, podemos generar un espacio de reflexión, ayudar a observar la realidad desde diferentes perspectivas, generar importantes descubrimientos… pero nada de esto tendrá ninguna importancia si nuestro cliente no encuentra el coraje necesario para llevar ese aprendizaje a su vida y hacer algo con ello.

¿Hay trucos o sistemas en la conversación para que esta fase no se frene?

Claro, la conversación de coaching tiene una estructura muy definida y la parte del trabajo con el plan de acción tiene su propio espacio. Dentro de este espacio, tenemos diferentes técnicas para generar un plan de acción que sea suficientemente ambicioso y que a la vez sea realizable.

Una de las cosas más importantes del plan de acción es ser capaces de desglosar una determinada acción en sus elementos más básicos para que el cliente pueda avanzar de manera segura y progresiva. Por ejemplo, un plan de acción que tenga como objetivo “mejorar la relación con un colaborador”, puede desglosarse en elementos como “asegurarme de establecer contacto visual en las reuniones” o “saludarle con su nombre por las mañanas, cuando llego a la oficina”. Sabemos gracias a la neurociencia que la repetición de acciones muy básicas favorece la reconexión de la red neuronal y permite que el aprendizaje se consolide. Así es como funciona nuestro cerebro a la hora de generar nuevos hábitos.

¿Crees que el diseño de un plan de acción puede servirle a nuestro cliente como una herramienta futura en la gestión de los objetivos que persiga?

Por supuesto. Todo el proceso de coaching ayuda al cliente a generar nuevas maneras de pensar, nuevas maneras de enfocar objetivos, nuevas maneras de consolidar aprendizajes…

En un proceso de coaching hay siempre un aprendizaje explícito, que tiene que ver con los objetivos concretos que nos hayamos marcado. Pero hay otro aprendizaje implícito que ocurre por debajo y que es aún más importante. En este aprendizaje implícito tomamos conciencia de muchas cosas aunque no se hablen de manera explícita en la sesión. Una de ellas, sin duda, es la capacidad para abordar nuevos retos y diseñar nuevos planes de acción.

En tu experiencia, ¿Qué consejos darías respecto a poner en marcha ese “motor” del que hablas a los profesionales que empiezan?

Los coaches junior suelen poner mucho foco en conseguir generar conciencia en sus clientes (aprendizaje, insight, cambio de observador, lo llamamos de diferentes maneras) y frecuentemente trabajan poco la fase del diseño del plan de acción.

A nuestros alumnos les decimos que, para dar importancia y tiempo suficiente a esta fase, que distribuyan el tiempo de la sesión en tres bloques de aproximadamente la misma duración. Un tercio para definir el acuerdo de coaching, un tercio para trabajar en la fase de aprendizaje y un tercio para el diseño del plan de acción y el cierre de la sesión.

Desde luego esto no siempre es posible, por muchas razones. Pero mantener este objetivo en nuestra mente y pensar en esta etapa como una parte esencial de la sesión, seguramente marcará una gran diferencia.

Gracias Miriam.