Solemos decir que nuestro trabajo como coaches consiste fundamentalmente en generar un espacio para que nuestro cliente reflexione, se haga preguntas y encuentre sus propias respuestas.

Este espacio es un espacio de cocreación en el que el coach pone su presencia, su escucha y una actitud que no juzga y que confía plenamente en su cliente.

el coach hace preguntas, indaga, hace silencios y permite que el cliente se exprese total y completamente.

Para generar este espacio, el coach hace preguntas, indaga, hace silencios y permite que el cliente se exprese total y completamente.

En este sentido, acerca del silencio, una alumna de nuestra escuela hacía esta reflexión hace unos días:

“Llevo estas últimas semanas practicando alargar mis silencios en mis sesiones. A veces es duro, pero ya he cogido esa costumbre de no contestar rápidamente una pregunta después de la respuesta de mi cliente para dejar que la respuesta madure y emerja a su propio ritmo.

Cuando alargo ese silencio, noto que traspaso una línea

Cuando alargo ese silencio, noto que traspaso una línea, no sé si de incomodidad, porque en realidad no me siento incómoda ni tampoco veo incomodidad en mi cliente. Lo que sí percibo es que una vez pasada esta línea, el silencio se hace más grande, más tranquilo y aflora un espacio llano y libre.

El silencio, El silencio

De ese espacio surgen muchas veces reflexiones que parecen aflorar de niveles más profundos, como si ellas tuvieran también que cruzar una línea para llegar a la superficie de la conciencia.

También veo que esos silencios me permiten dejar que venga mi pregunta en vez de buscarla mentalmente.

También veo que esos silencios me permiten dejar que venga mi pregunta en vez de buscarla mentalmente. Es como un espacio fértil, tanto para el cliente como para mí.

Creo que ese es uno de los caminos para mí, para dejarme fluir y no quedarme en la rigidez del resultado, de la estructura, de la búsqueda del aprendizaje. Y así dejar espacio para que sea mi cliente quién encuentre sus propias respuestas.”

Muchas gracias, Anna Sorton, por regalarnos tu experiencia y por describirla de una manera tan vívida y con tanto sentido.