Estás en una sesión de coaching. Tu cliente te cuenta algo… y de pronto lo notas: una incomodidad en el cuerpo, un pensamiento que se cuela, una crítica interna que aparece casi sin pedir permiso.

Y ahí está: el juicio ha llegado.

Antes, cuando me ocurría, me sentía mal. Me decía a mí misma que eso no debería pasar, que estaba fallando como coach, que había perdido mi presencia como coach.

Pero con el tiempo he aprendido que el juicio forma parte de nosotros.

Los coaches no somos máquinas imparciales. Tenemos una historia, creencias, valores, emociones… y nuestro propio proceso que estamos transitando.

Y todo eso, por supuesto, también se activa en sesión.

A veces lo noto porque me cuesta más hacer preguntas abiertas. Me empiezo a ir hacia preguntas más dirigidas, con una intención más concreta. Y si no estoy atenta, me sorprendo directamente queriendo dar consejos.

Otras veces, lo que el cliente cuenta me toca porque me ha pasado a mí. Me entra esa sensación de “yo sé cómo resolver esto” y creo, casi sin darme cuenta, que mi solución puede ser la suya.

Y claro, me dan ganas de compartirla. Pero ahí es cuando necesito recordarme cuál es mi lugar como coach.

También me pasa algo muy concreto:

Hay sesiones en las que el cliente tiene un momento de claridad profunda, algo realmente transformador. Y en la siguiente sesión, vuelve a traer el mismo tema como si no lo hubiéramos trabajado.

Y me frustro. Siento que algo se ha perdido, que volvemos al mismo punto, y si no estoy muy presente, empiezo a desconectarme de su proceso.

Otras veces, cuando escucho creencias muy rígidas, muy duras o juicios muy fuertes, me bloqueo o me sale mi parte más juzgadora.

El juicio no siempre se presenta como una idea clara.

Muchas veces aparece como una emoción difícil de sostener: impaciencia, frustración, incluso aburrimiento.

O como algo que noto en el cuerpo: una tensión, una incomodidad. A mí se me tensa sobre todo el abdomen, aunque cada persona tiene su punto. Y reconocerlo es clave para no actuar desde ahí.

Cuando esto nos pasa, una vez que nos hacemos conscientes de que nos está pasando, lo más importante es saber volver a nuestro lugar como coach.

Poder colocarnos de nuevo en ese lugar de presencia y de escucha completa con nuestro cliente.

Volver al centro.

A ese espacio interno donde puedo sostener la sesión, aunque lo que esté ocurriendo me toque.

Cada persona tiene que encontrar su manera para aprender a volver.

A mí, por ejemplo, me ayuda:

  • Hacer una respiración lenta y consciente.
  • Recordarme que no tengo que resolver nada: estoy aquí para escuchar, no para solucionar.
  • Reafirmar mi confianza en el proceso del cliente.
  • Apoyarme en la estructura de la sesión para seguir acompañando.
  • Y muy importante: relajar conscientemente los músculos de mi cuerpo. Soltar la tensión. Porque cuando aparece el juicio, tiendo a tensarme. Sobre todo en el abdomen. Pero para cada uno será algo distinto.
taller coaching

Y a veces, cuando nada de eso es suficiente, hay otra opción que también me ayuda: nombrarlo.

A veces, lo que el cliente cuenta me toca tanto que siento el impulso de compartirlo.

Lo que trae me mueve, me remueve, o me conecta con algo mío.

¿Se puede decir eso en sesión? La respuesta, al menos para mí, no es un sí o un no rotundo. Es un depende.

Depende de desde dónde lo digas.
Depende de para qué lo digas.
Y depende de si estás segura de que eso que vas a compartir está al servicio del cliente y no de ti.

Hay momentos en los que lo que siento es tan evidente, tan presente en mi cuerpo, que sostenerlo me desconecta más de lo que me conecta.

Y en esos casos, puede ser más honesto y profesional ponerlo sobre la mesa desde el desapego.

No se trata de hacerme protagonista, ni de hablar de mí, sino de compartir con cuidado lo que me pasa y preguntar:

«Te escucho y me doy cuenta de que me está ocurriendo esto… ¿Cómo lo ves tú?»

Esa pregunta mantiene el foco en el cliente. Si lo que comparto le resuena, puede abrir algo. Y si no, simplemente lo suelto.

Nombrarlo sin apego, sin esperar una reacción, me ayuda a relajar el cuerpo, calmar la mente y volver a estar realmente disponible para acompañar.

Porque no todo lo que sentimos hay que decirlo.

Pero sí es importante saber que lo que sentimos importa.

Que podemos escucharlo, entenderlo, y usarlo como una brújula para seguir creciendo.

Después, cuando la sesión termina, es el momento de revisar con calma qué ha pasado.

Ahí sí puedo hacerme preguntas como:

  • ¿Qué parte de lo que trajo el cliente me incomodó o me removió?
  • ¿Qué necesidad mía se activó en esa conversación?
  • ¿Intenté llevar la sesión hacia mi idea de lo que “debería” ocurrir?
  • ¿Me conecté con una historia mía y quise dar una solución desde ahí?

Este momento de reflexión me ayuda a conocerme mejor como coach. A entender mis límites, mis trampas, mis puntos sensibles. Y, sobre todo, a seguir creciendo.

¿Y qué hago cuando me cuesta sostener lo que me pasa o me quedo con dudas?

Voy a supervisión.

No para que me digan si lo hice bien o mal, sino para pensar en voz alta, revisar, mirar con más perspectiva.

La supervisión con un coach supervisor profesional es uno de los recursos más poderosos que conozco.

Es un espacio cuidado donde puedo revisar mis sesiones, comprender mejor lo que me pasa y adquirir nuevas herramientas. Me ayuda a progresar, a ampliar mi mirada, y a acompañar mejor en cada proceso.

Y me recuerda que no tengo que hacerlo sola.
Con el tiempo, he aprendido que no necesito hacerlo perfecto.

Sentir algo en sesión no me hace menos profesional.
Lo que marca la diferencia es lo que hago con eso que siento.

¿Y tú?
¿Qué haces cuando aparece el juicio en sesión?
¿Cómo vuelves a tu centro cuando algo del cliente te toca?

*Si deseas saber más y te interesa aprender sobre estos temas, no dudes en conocer nuestra formación en coaching.

curso de coaching
Silvia equipo cec

SILVIA LÓPEZ-JORRÍN

Responsable del área académica del CEC.

Licenciada en Empresariales Internacionales por ICADE.

Ha realizado estudios de Coaching, Coaching Sistémico, Coaching Corporal y Eneagrama. Certificada por la ICF. Especializada en autoestima y confianza corporal.

Certificada en Alimentación Intuitiva, ayuda a las personas en hacer las paces con sus cuerpos y con la comida y a abandonar la cultura de dietas.

Contáctanos

    Si deseas información sobre nuestros programas y talleres, o si tienes cualquier otra duda, rellena este formulario y nos pondremos en contacto contigo. ¡Gracias!





    Quiero recibir la newsletter de CEC con información sobre sus actividades gratuitas, cursos y servicios.

    Información básica sobre Protección de Datos
    CEC (Centro de Estudios del Coaching SL) tratará tus datos personales para responder a tu solicitud, y si lo deseas, para gestionar nuestra newsletter y enviarte información sobre nuestras actividades y servicios. Distribuimos nuestra newsletter a través de una plataforma que en ocasiones utiliza servidores informáticos alojados fuera de la Unión Europea. El tratamiento se basa en tu consentimiento, que podrás retirar cuando quieras, así como ejercer tus derechos de acceso, rectificación, supresión y otros en la dirección info@centrodelcoaching.es. Para más información, consulta nuestra Política de privacidad