Uno de los conceptos erróneos que tiene la gente sobre el coaching, es que el coach te va a dar soluciones, que un coach es alguien que te da consejos y te soluciona problemas.
El coaching no tiene nada de eso. El coach escucha y pregunta.
Parece sencillo así dicho. Pero escuchar no es algo a lo que estamos acostumbrados o algo a lo que nos enseñan.
Escuchar, solo escuchar, no es fácil.
Estamos acostumbrados a escuchar y a resolver o interpretar a la vez. Escuchamos y a la vez le damos sentido a lo que oímos y buscamos una «solución», o “una opinión”, o “un consejo” sobre eso que nos están contando.
Cuando un amigo te cuenta un problema en el trabajo, estamos atentos para poder dar nuestra opinión o decirle qué haríamos nosotros.
Escuchar, solo escuchar, es el superpoder del coach.
¿Qué escuchamos cuando somos coaches? Escuchamos lo que el cliente dice pero no oye, escuchamos lo que falta en el relato, escuchamos las contradicciones, los énfasis, los “todos”, los “nuncas”, los “siempres”…. Escuchamos las polaridades, escuchamos el entusiasmo, el miedo, la duda.
En el relato buscamos los juicios y las creencias, y en el cuerpo escuchamos los movimientos corporales, la tensión en el cuerpo o, por lo contrario, el momento en el que la cara se relaja, la sonrisa de medio lado, el gesto con los hombros…
Pero lo que escuchamos no es para resolver algo, ni para arreglarlo.
Lo escuchamos para enseñarlo, como un espejo, con el objetivo de que nuestro cliente en ese reflejo pueda ver algo nuevo, algo distinto que le permita conectar con una nueva forma de ver la situación, con un nuevo recurso o una acción que le acerque a su objetivo.
El cliente es el protagonista y el coach escucha. Él es el actor principal y no su problema o el tema que plantea.
El coach no escucha el tema, no compra el problema, porque cuando lo hace, y créeme que pasa, lo que intenta es buscar una solución, como si fuera su responsabilidad resolverlo, y eso no es coaching.
Si la sesión de coaching fuera hacer un puzzle, hay que pensar que el puzzle lo trae el cliente, las fichas las toca el cliente, las coloca él y el puzzle lo termina él.
El coach no necesita ni siquiera saber y ver el diseño del puzzle. Lo que hace es escuchar al cliente mientras éste le explica lo que va haciendo y el coach le devuelve lo que ve en forma de preguntas o de devoluciones para que el cliente pueda encontrar otra manera de hacer su puzzle.
Puede parecer un ejemplo un poco sencillo, pero realmente como coach, no necesitas saber de qué habla el cliente, necesitas escuchar lo que le está pasando al hablar de su tema.
Por eso el coach necesita desarrollar LA ESCUCHA, necesita encontrar el lugar que le permite poner al cliente en el centro y escucharlo sin su ruido interno.
Esto se aprende y, sobre todo, se practica y se cultiva.
En la formación de coaching, la escucha es lo primero que se enseña, porque es el paso más importante para poder ser un buen coach. Escuchar con curiosidad, pero escuchar poniendo el foco en el cliente, no en el tema.
SILVIA LÓPEZ-JORRÍN
Responsable del área académica del CEC.
Licenciada en Empresariales Internacionales por ICADE.
Ha realizado estudios de Coaching, Coaching Sistémico, Coaching Corporal y Eneagrama. Certificada por la ICF. Especializada en autoestima y confianza corporal.
Certificada en Alimentación Intuitiva, ayuda a las personas en hacer las paces con sus cuerpos y con la comida y a abandonar la cultura de dietas.