Por: Luis llorente
“Es de bien nacidos ser agradecidos” nos recuerda el refrán, advirtiéndonos de que no suele ser una actitud que practiquemos todo lo que deberíamos. Estar agradecido. Parece fácil. Pero el verdadero agradecimiento no es el que vamos desplegando a diario por aquí y por allá, más como pura convención que como acto de gratitud. No obstante, en cualquiera de sus manifestaciones, la gratitud es un sentimiento sumamente positivo y cuanto más podamos sentir el beneficio de dar las gracias más haremos en nuestro favor.
Ya hemos compartido antes en estas páginas reflexiones sobre la gratitud, un estado de ánimo que vale la pena cultivar y desarrollar por los múltiples beneficios que genera.
Investigadores de la universidad de UCLA y más concretamente del Mindfulness Awareness Research Center, han demostrado que la expresión de la gratitud cambia literalmente la estructura molecular del cerebro, mantiene la materia gris funcionando y nos hace más saludables y felices. Cuando sentimos felicidad, el sistema nervioso central se ve afectado, nos hace más pacíficos, menos reactivos y menos resistentes. La gratitud es la práctica más efectiva para sentirnos más felices.
Cuando desarrollamos pensamientos que nos ayudan a conectar con la gratitud, nuestro cerebro libera dopamina y oxitocina, estimulando sensaciones de alegría, afecto y tranquilidad y reduciendo la ansiedad, el miedo y los sentimientos de ira.
Ahora bien, ¿por qué nos cuesta conectar con la gratitud, sabiendo que nos reporta tantos beneficios? La realidad es que nuestro cerebro no está tan preocupado por nuestra felicidad como por asegurar nuestra supervivencia. Esto implica estar pendiente de cualquier posible peligro que pueda amenazar dicha supervivencia. Conectar con la gratitud requiere, por tanto, de un cierto entrenamiento. La buena noticia es que podemos fomentar su desarrollo de manera relativamente sencilla.
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Alex Korb, neurocientífico de la UCLA, nos explica cómo podemos hacer para modificar la estructura molecular de nuestro cerebro, trabajando activamente en la generación de pensamientos y emociones positivas, con el fin de producir lo que él llama una “espiral ascendente de sentimientos positivos”.
Hay prácticas que nos ayudan a desarrollar la gratitud y todas ellas tienen que ver con el desarrollo de la atención plena. Se trata de tomar conciencia de lo que tenemos, de lo que nos rodea, de los pequeños momentos, únicos y especiales, que llenan cada día. El resultado es que vamos modificando la visión que tenemos sobre nosotros mismos, sobre nuestra vida y sobre nuestro entorno y que nos vamos sintiendo cada vez más conectados con el mundo, con la naturaleza, con nuestras experiencias vitales, incluso con el universo.
Algunas ideas para desarrollar nuestra gratitud
- Al levantarnos, podemos pensar en dos o tres cosas que nos hagan sentir gratitud y dar las gracias por ello.
- Durante el día, podemos observar nuestro alrededor, hay millares de momentos, grandes y pequeños, con los que podemos conectarnos y dar las gracias por ellos.
- En la relación con los demás, podemos decirle a alguien cada día algo que apreciamos especialmente y darle las gracias por estar ahí.
- Y al acostarnos, podemos identificar tres buenos momentos experimentado durante el día y, de nuevo, dar las gracias por ello.
… Y si solo tienes tiempo para una frase sencilla, ¡no lo dudes! Di “gracias”.