Si eres alguien interesado por el coaching, tal vez un estudiante o incluso un coach profesional, seguramente te has hecho esta pregunta alguna vez. Es una pregunta que nos hacen constantemente los alumnos cuando impartimos nuestros programas y también nos llega muchas veces desde el mundo de la psicoterapia y de los psicólogos, algunas veces, por cierto, con ciertas reticencias. ¿Cómo puede un coach, alguien que no está formado en psicología clínica, saber cuándo su cliente necesita un encuadre terapéutico?
¿Cómo puede un coach, alguien que no está formado en psicología clínica, saber cuándo su cliente necesita un encuadre terapéutico?
Personalmente y como psicóloga, entiendo perfectamente estas reticencias y creo que surgen sobre todo por el desconocimiento de nuestro trabajo. En este artículo intentaré dar respuesta a estas dudas, empezando tal vez con la idea de que un proceso de coaching es, fundamentalmente, un proceso de aprendizaje. Los coaches nos orientamos al desarrollo personal y profesional y trabajamos con el desarrollo del potencial.
El mindset o manera de pensar del coach parte de una idea fundamental que cultivamos en la relación con nuestros clientes: Yo creo en ti. Creo en tu potencial. Creo en tu capacidad para encontrar tus propias respuestas. Esta es una actitud que impregna todo nuestro trabajo y que afecta directamente y profundamente a la técnica de coaching.
En última instancia, los coaches nos entrenamos para generar y sostener un espacio de reflexión para nuestro cliente. Un espacio de intimidad y de seguridad en el que el coachee puede hacerse preguntas, explorar, encontrar opciones y definir sus propios objetivos.
Esto significa que los coaches no aconsejamos, no asesoramos, no evaluamos, no buscamos soluciones para nuestros clientes, no hacemos diagnóstico. Más bien lo que hacemos es hacer preguntas. Indagamos hasta niveles muy profundos, escuchamos, espejamos, hacemos algunas devoluciones… y vamos cocreando una conversación en la que el cliente se hace responsable de definir su objetivo, el camino a seguir, los aspectos a valorar, los aprendizajes que se van realizando, el plan de acción, etc.
Dicho esto y volviendo a la pregunta inicial: cuáles son los límites del coaching, me gustaría reflexionar sobre dos aspectos:
Por una parte, pondré el foco en la temática o el objetivo que nos plantea el cliente, ya que el tema a trabajar puede convertirse en un límite en sí mismo.
Por otra parte, quiero reflexionar sobre la situación personal del cliente desde el punto de vista clínico o psicológico, en el momento de abordar el proceso de coaching.
La temática que nos trae el cliente
Esto es así porque hay profesionales del coaching que hacen un tipo de intervención «mixta», combinando lo que podríamos llamar un encuadre de coaching puro con otro tipo de enfoques.
Imaginemos un dietista o nutricionista que tiene además formación como coach profesional. Seguramente utilizará un formato de intervención mixto en el que, por una parte, asesorará a sus clientes sobre aspectos técnicos y operativos relacionados con los alimentos, la dieta, el ejercicio, etc. Y por otra parte, acompañará desde una perspectiva más estrictamente de coaching, generando ese espacio de reflexión que comentábamos anteriormente para trabajar los objetivos del cliente, sus recursos, sus bloqueos, las creencias limitantes y definiendo planes de acción que el cliente pueda ir ejecutando entre encuentro y encuentro.
En nuestros programas de coaching hemos formado, por ejemplo, a orientadores laborales que trabajan en diferentes organismos públicos y privados. Estos profesionales han aprendido a integrar el coaching y pueden utilizar un doble perfil: como técnicos, pueden asesorar a los usuarios en temas operativos tales como elaborar el currículum, aprender a manejar las redes de búsqueda o responder solicitudes. Y como coaches, pueden ayudar a identificar objetivos profesionales, reflexionar sobre sus fortalezas y áreas de mejora, trabajar con su estado de ánimo o afrontar una entrevista de trabajo.
Decimos que este abordaje es mixto porque la primera parte no puede considerarse coaching, es más bien una intervención desde la perspectiva del experto que asesora. Ya hemos explicado que el coaching trabaja en un marco en el que no se aconseja ni se dirige ni se le dice al cliente lo que tiene que hacer.
Muchos coaches trabajan con este enfoque mixto en todo tipo de especialidades como la nutrición, las finanzas, el management, la educación, los deportes, la comunicación, la estética, el mundo de las artes y muchas otras.
También hay muchos coaches que no utilizan en absoluto este enfoque mixto, incluso lo critican y creen que nuestro encuadre debe ser mucho más puro y que no debe mezclarse.
Personalmente, creo que no es nada fácil sostener estos dos encuadres sin que se produzcan interferencias y que el peligro es terminar perdiendo nuestro mindset. Se necesita un nivel muy profundo de integración para poder entrar y salir del marco del coaching de manera muy consciente y controlada.
La situación personal del cliente
Yo creo que como coaches no tenemos que dar respuesta a estas preguntas. Tenemos que mirar el asunto desde otra perspectiva porque los coaches no evaluamos, ni diagnosticamos, no es nuestro enfoque ni nuestra manera de trabajar, así es que necesitamos otro ángulo para abordar este tema.
Cuando un cliente tiene la energía, el coraje y los recursos suficientes como para llevar adelante este proceso, los resultados van a producirse.
Ya hemos dicho que entendemos el coaching como un proceso de aprendizaje. Este aprendizaje se produce en parte en la sesión, pero sobre todo se desarrolla fuera de la sesión, una vez que el cliente vuelve a su vida y empieza a hacer cosas diferentes. Decimos que coaching es acción y que el aprendizaje se consolida en la acción. Para nosotros esta es una parte esencial del proceso.
Cuando un cliente tiene la energía, el coraje y los recursos suficientes como para llevar adelante este proceso, los resultados van a producirse. Se van a ir generando cambios que provocarán nuevos aprendizajes y nuevos retos. Podremos decir entonces que el coaching está funcionando. Y esto es algo que no decimos nosotros, sino que vendrá refrendado por el propio cliente.
Pero también puede pasar lo contrario, que el cliente no consiga pasar a la acción, que no sea capaz de generar planes de acción o que generándolos, no termine de llevarlos a cabo. Ya sea por su propia situación personal o por motivos del contexto en el que se encuentre inmerso.
Desde el punto de vista clínico, podemos tal vez identificar un proceso de duelo, un caso de moobing, depresión, ansiedad, diferentes trastornos de la personalidad y un largo etcétera. Desde el punto de vista del coaching, no necesitamos entrar aquí, basta con darnos cuenta de que el cliente está “estancado”, no pasa a la acción, el proceso no avanza y los resultados no llegan.
El trabajo del coach
De manera que el coach solo tiene que hacer evidente esto que está ocurriendo. Tal vez no es el momento adecuado o el cliente necesita otro tipo de encuadre, no es necesario ni debemos intentar hacer interpretaciones sobre lo que está ocurriendo, porque esto supondría entrar en esa dimensión de evaluar y diagnosticar y ya hemos dicho que nosotros no trabajamos así. Como coaches, nos quedamos en la evidencia de lo que está ocurriendo: El cliente no está ejecutando el plan de acción, los resultados no llegan, el coaching no progresa, lo más conveniente, entonces, será interrumpir el proceso.
Poco a poco nos van llegando casos en los que nos piden trabajar de manera coordinada con terapeutas y psiquiatras.
Para finalizar, volviendo a la pregunta inicial sobre los límites entre psicología y coaching, me gustaría destacar un movimiento que vengo observando en los últimos tiempos y es la colaboración creciente entre coaches y terapeutas. Poco a poco nos van llegando casos en los que nos piden trabajar de manera coordinada con terapeutas y psiquiatras, cada uno desde su propio marco. Por ejemplo: una persona que está en proceso terapéutico tras un cuadro de moobing y que llega al coaching con el objetivo de volver al mercado laboral, tras un largo periodo de baja médica.
Creo que el futuro va a ir en esta dirección, en la medida en que los diferentes profesionales de la ayuda vayamos conociendo más profundamente los distintos encuadres y aprendamos a trabajar en equipo y de manera coordinada.
Miriam Ortiz de Zárate
Socia directora del CEC.
Coach MCC por la International Coach Federation
Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid
Ha realizado estudios de especialización en Coaching individual y de equipos, coaching sistémico, coaching corporal, coaching energético, Psicoterapia Gestalt, Psicoterapia Integrativa, Eneagrama, Constelaciones Familiares y Organizacionales, Bioenergética, etc. (Instituto de Empresa, Centro de Estudios Garrigues, Escuela Europea de Coaching, Escuela Madrileña de Terapia Gestalt, Programa SAT de Desarrollo, IPH, Fundación Claudio Naranjo, Fundación Tomillo, Improving Network, Sensum Systemic, Instituto Hellinger de Holanda, Talentum, Emana, etc.)