Han pasado al final más de 15 días desde la primera sesión de coaching corporal que hice con Antonio y que reflejé en la entrada de blog anterior. Antonio tuvo un viaje de trabajo y se tuvo que retrasar una semana nuestra segunda sesión.
Le envíe un mensaje y le animé a seguir con los ejercicios que habíamos hecho durante esa semana de manera muy consciente. Fue un intercambio de mensajes y no pudimos comentar mucho más.
Al llegar Antonio está ligeramente diferente. Se mueve de otra manera, mira más a los ojos y lleva los hombros ligeramente más hacia atrás, aunque la postura de encorvamiento sigue existiendo.
Al indagar sobre cómo le ha ido en estas tres semanas, me responde que está muy sorprendido. Que el efecto del enraizamiento entrenado diariamente ha sido tremendo. Esas son sus palabras. “No puedo entender cómo, pero me siento más capaz, con más energía y más confianza, aunque aún siento que me queda mucho por recorrer”.
Me pregunta de manera insistente para poder entender lo que ocurre. Tal es su demanda que decido hacer un paréntesis en el proceso y dedicar tiempo a explicar algo de teoría corporal y neurociencia como manera de que su necesidad quede apaciguada y podamos seguir centrándonos en el trabajo.
Le explico que ya es conocido ampliamente como nuestros pensamientos influyen en nuestras emociones y en nuestro cuerpo. Si tenemos agobio, miedo o pensamientos relacionados, nuestro cuerpo se pone tenso, se encorva o se encoge y nuestra cabeza baja y la mirada también y nos cuesta sonreír.
Es como si nuestro estado de ánimo se viera reflejado como consecuencia en nuestro cuerpo y nuestra postura corporal.
Lo que no es tan conocido, y nos muestra ahora la neurociencia, es como la comunicación cerebro-cuerpo también funciona en sentido inverso. Y como la postura corporal puede influir en nuestras emociones y nuestros pensamientos y finalmente en nuestro estado de ánimo.
La realidad es que el cuerpo está constantemente interactuando con nuestro cerebro hasta el punto de que se habla de conceptos como el cerebro corporeizado.
Así, si nos encorvamos, cerramos los hombros hacia delante y hundimos el pecho y bajamos la cabeza y la mirada. En esta postura, nuestro cuerpo envía al cerebro una indicación de que estamos vueltos sobre procesos internos.
Esto trae como consecuencia la reducción de nuestra capacidad de percepción externa, nuestra atención y memoria.
Es como si el cerebro entendiese que estamos en un proceso de introspección o que estamos sumergidos en procesos poco saludables y como consecuencia toma la acción de dirigir los recursos hacia dentro para apoyar la atención a esos procesos o a su mejoría.
Como consecuencia de esta postura y de las consecuencias fisiológicas y químicas al asumir el cerebro esta información, nuestra mirada sobre el mundo se tiñe de cierto pesimismo y tendemos a tener un sesgo negativo de la realidad, con inclinación a recordar de manera más clara lo desagradable o lo negativo que lo positivo.
Si en lugar de una postura cerrada, nos colocamos en una postura abierta, se disparan reacciones en el cuerpo de cortisol relacionado con el estrés y la hiper atención y la testosterona. La consecuencia de ello es una mirada diferente sobre el mundo o sobre uno mismo y la propia confianza.
Esto era parte de lo que estaba buscando cuando trabajamos el cambio de la postura de Antonio y la forma en la que cargaba el peso de su cuerpo.
Nuestro sistema nervioso tiene muy presente el lenguaje corporal de los demás y este influye en nosotros. Nuestra postura es un mensaje para el sistema nervioso de los demás a través del nervio vago y para sus cerebros y también es información para nuestro propio cerebro que también lo va a interpretar y actuar en consecuencia.
En el encuentro con los demás, el lenguaje corporal conlleva un rechazo o una cierta empatía postural. Y esto se nos devuelve como un espejo y a su vez influye, a través de nuestro nervio vago, en el propio sistema nervioso como si fuera un circuito que se retroalimenta.
Tras esta explicación también le indiqué que el gran regulador emocional y de estados de ánimo en el organismo, es la respiración y que íbamos a continuación a trabajar con ella.
El cerebro tiene información de cómo estamos respirando y esto también influye en nuestra memoria, atención y regulación emocional y en la respuesta emocional ante los estímulos. La respiración moldea también nuestros estados mentales y su efecto en los emocionales.
Procedimos juntos a entrenar la respiración. Dedicar un espacio de tiempo a aprender y a observarla. Dejar que se calme. Permitir que emerja una respiración larga, fomentando que sea abdominal. Poco a poco le llevo al encuentro con la respiración y el mindfulness.
Así dedicamos la sesión a la respiración y la postura. A la postura y el movimiento. A los apoyos y la respiración. Para favorecer el tono vagal y su gestión del miedo, hicimos unos ejercicios de sincronicidad de respiración y movimiento que quedó en repetir junto con los enraizamientos y los inicios ya en el mindfulness que también estuvimos trabajando.
Tras esto, iniciamos un diálogo y trabajamos desde el coaching tradicional cuál era su relación con el miedo y cuál era el peligro del cual el miedo sentía que le protegía. Cuál era el beneficio de vivir con miedo o de qué lo mantenía a salvo.
Surgieron creencias y juicios y de ahí se pudo evidenciar el proceso interno paradójico donde vivía Antonio.
Quedamos emplazados a otra sesión en la que yo espero que Antonio tenga su sistema nervioso más preparado para iniciar cambios y acciones diferentes en su vida. Que su cuerpo lo pueda ayudar a reunir el coraje para entrar en acción y arriesgarse a actuar diferente poniendo en tela de juicio la veracidad de sus creencias arraigadas tanto tiempo.
Esos serán nuestros siguientes pasos, realizar pruebas y cuestionar las creencias, y experimentar los resultados de manera directa. Para ello, era necesario preparar el cuerpo, para pudiera acompañarle en este nuevo hacer, habitando nuevos lugares.
Dejemos aquí nuestra mirada sobre este proceso, rescatando el efecto de lo corporal en el mismo. Puedo destacar que Antonio volvió a los 21 días con una mayor transformación aún y con un aplomo corporal que empezaba a trasladarse a sus emociones y pensamientos.
Ese fue el comienzo del viaje hacia la introducción de cambios en su vida y del plan de acción que surgió de esa tercera sesión que, si me lo permitís, dejamos ya en el espacio de la confidencialidad.
José Manuel Sánchez
José Manuel Sánchez es Socio Fundador del CEC.. Su pasión es el coaching y el desarrollo humano en el ámbito profesional. Actualmente se dedica al desarrollo directivo y al coaching individual y grupal.
Es Coach PCC por la ICF, formado en coaching ejecutivo, coaching de equipos y coaching sistémico. Es terapeuta Gestalt y Transpersonal. Formado en el programa SAT en Eneagrama y en Coaching Corporal por NewField. Ha realizado el programa PCI en In Copore y es facilitador de Seitai y de trabajo energético en el cuerpo. Es formador de meditación y Mindfulness e Instructor CCT del Compassion Institute.
Codirector del programa “Coaching Corporal” en el CEC.