Cuando alguien nos pregunta ¿Qué sientes? Las respuestas son de muy diverso contenido. Son desde sensaciones descritas desde lo más corporal o elaboradas desde el cuerpo: siento presión en el estómago o siento vértigo.
Son sensaciones emocionales: siento miedo, rabia, angustia. Son sentimientos: siento amor, rechazo, odio.
Son juicios o elaboraciones en relación con lo que siento que en mi forma de expresarme sustituyen a lo que siento: siento que me han traicionado, me siento aislado. O son estados de ánimo: siento apatía, depresión, melancolía.
En realidad, al hablar, mezclamos muchos conceptos que entre sí tienen importantes diferencias.
Esto no impide que nos entendamos en la comunicación si estamos hablando de comunicaciones más o menos sencillas, pero ya no sirve si nos adentramos en comunicaciones más complejas, conversaciones más difíciles en momentos clave.
Manager con su colaborador a la hora de afrontar un problema con una tarea o función, parejas al tratar temas de convivencia o de cómo afrontar la educación de los hijos, amigos con los que resolver dificultades de relación, socios, compañeros de equipo o conversaciones con nuestros hijos que van creciendo y nos exigen ser mejores en la forma de dirigirnos a ellos.
En este tipo de situaciones no distinguir estos conceptos puede ser la diferencia entre resolver el conflicto, colaborar en el encuentro o en lugar de esto, tener un desencuentro e incrementar la incomunicación.
Cuando alguien me dice, con respecto a algo que yo he dicho, “me siento juzgado”, lo que esta persona está diciendo es que sabe lo que yo estoy haciendo y me está acusando de juzgarla. Si yo le contesto que no ha habido tal juicio y la persona dice, es que así es como me he sentido, ya tendremos una brecha que nos lleva a la incomunicación.
Si en lugar de decir me siento juzgado me dice, “esta expresión que has dicho me ha molestado”, entonces, esta persona está hablando de ella misma, de su emoción de rabia o enfado, y no de lo que yo he hecho.
Esto me permite a mí más posibilidades de no ponerme a la defensiva e indagar sobre que parte de mi comunicación ha podido molestarle.
En el caso de decir, me siento juzgado, la persona está emitiendo un juicio. Un análisis de lo que ha interpretado de mis intenciones al hablar. Una opinión.
Esta persona ha escuchado lo que yo he dicho y esto la ha molestado, pero en lugar de expresarme su emoción o reacción emocional por mis palabras, me dice la consecuencia de su análisis posterior en el que considera que lo que dije era con la intención de enjuiciarlo.
Y así emite un juicio, una opinión que es, “tú me estás juzgando”, o lo que es lo mismo, “eso que has dicho ha sido para juzgarme”, o finalmente lo que sale de sus labios “me siento juzgado”.
La palabra siento, parece que explica que estamos ante una emoción, pero la palabra juzgado no es una emoción, es una interpretación de mis intenciones al hablar y esto marca una enorme diferencia en su expresión.
Si yo oigo, me siento molesto por lo que has dicho, me doy cuenta de que me habla de él y de lo que a él le pasa, y si me dice, me siento juzgado, me habla de lo que a mí me pasa y de mis intenciones, me habla de mí y no de él y esto hace que yo me sienta enfadado y me ponga a la defensiva.
Tras las expresión “me siento o siento”, detrás, pueden ir desde sensaciones corporales, hasta emociones, sentimientos, juicios o estados de ánimo y saber distinguir las diferencias entre estos conceptos, también nos permitirá distinguir las diferencias entre lo que nos pasa y cómo nos pasa, y así podremos distinguir entre sentirnos enfadados o juzgar a alguien diciendo que nos está enjuiciando.
Vamos pues a comentar una somera descripción de estos elementos por si pudiera ser de utilidad.
Sensaciones: las sensaciones son percepciones corporales de los sentidos, producidas como consecuencia de estímulos internos o externos.
Así podemos sentir, frío, mareo, asco, náuseas, vértigo, dolor. Pero no podemos sentir miedo en el sentido de percibir.
El miedo en este espacio de las sensaciones corporales, sería más bien su traducción fisiológica. Sequedad en la garganta, escalofríos en la espalda, sensación de presión en el pecho y dificultades para respirar, etc.
Nuestro idioma permite decir siento miedo, al igual que permite decir me siento juzgado, no son expresiones incorrectas del idioma, pero en el mundo del autoconocimiento, tenemos que aprender a ir más allá de la palabra siento.
A la hora de acompañar a clientes en coaching o terapia, sentir, no nos dará información, y sí las palabras que se pronuncien después y tener claras las distinciones que comento en este escrito. Son esenciales para ponernos al servicio para que el cliente recorra su proceso.
Emociones: conjunto de reacciones psicofisiológicas que suceden como consecuencia de una evaluación de la situación, normalmente inconsciente y automática y con una duración breve. Unos 90 segundos.
Aunque para que haya una emoción primero tiene que haber una interpretación, ésta es rapidísima y no pasa por el consciente, no hay tiempo para ello, la supervivencia puede estar en juego, las emociones deben suceder lo antes posible para que el consciente tome acción.
La emoción no es lo que está pasando sino mi reacción a lo que está pasando y esto es esencial ya que muchas veces queremos combatir nuestra reacción a lo que pasa y no lo que realmente pasa.
Sentimiento: El sentimiento conlleva ya un proceso consciente racional. Hay un proceso cognitivo que se desencadena cuando somos conscientes de la emoción que nos está invadiendo y entonces reaccionamos o tomamos una postura ante esta emoción.
Son como la interpretación que hacemos de esas emociones primarias que nos están sucediendo y pueden ser regulados por nuestro pensamiento. Es en cierto modo la percepción de la propia emoción y la expresión subjetiva de ésta.
El neurólogo Antonio Damasio lo explica con un sencillo ejemplo. Nos dice, ante un oso la emoción sería de miedo y la acción consecuente huir. Sin embargo, en un zoo vemos el oso y sonreímos y se lo mostramos a nuestros hijos.
Esto es posible porque somos capaces de gestionar la emoción, reaccionando ante ella con un sentimiento diferente que es capaz de gestionar a la vez el estímulo del oso y el del zoo haciendo que permanezcamos tranquilos.
Las emociones en este sentido son sencillas y directas, breves e intensas, inconscientes, automáticas y previas al sentimiento.
El sentimiento es de más larga duración, se puede retroalimentar, es menos intenso pero duradero. Son procesos posteriores a la emoción y como consecuencia de ésta y son complejos y con intervención cognitiva.
Juicios: Los juicios son opiniones o creencias sobre el mundo o los acontecimientos de él. Son procesos cognitivos y son consecuencia de nuestra educación, experiencia y forma subjetiva de ver el mundo.
Los juicios son los que marcan nuestra limitación al aprendizaje y a la resolución de nuestros bloqueos o problemas. Son la causa de nuestra dificultad para alcanzar nuestras metas u objetivos y suponen una estrategia para evitarnos sufrir o entrar en peligro.
Así si yo digo “esto es una silla”, esto es una descripción de un objeto, pero si digo “esta silla es cómoda o bonita” estoy emitiendo una opinión o un juicio.
La diferenciación entre emoción, sentimiento o juicio es esencial para el desarrollo del potencial de las personas. Si yo digo, “esto me da miedo” es legítimo y puedo decidir no hacerlo.
Pero si digo “esto es peligroso”, basado en mi miedo, estoy emitiendo una opinión. El hecho de que yo sienta miedo, no necesariamente puede ser motivo para determinar que ese acto sea siempre peligroso.
La legitimidad de la emoción, no legitima o fundamente el juicio en todos los casos. De igual forma si yo tengo enfado, es una emoción legítima, si yo como consecuencia de ese enfado te agredo verbalmente, esto ya no es una emoción legítima mía automática, es una acción y por tanto no está necesariamente legitimada.
Las emociones son legítimas, pero lo que hagamos como consecuencia de ellas, ya no tiene necesariamente que serlo siempre. Las acciones son nuestra responsabilidad y responderán a nuestra decisión.
La distinción entre emoción, sentimiento y juicio es clave en los procesos de desarrollo personal, terapia o coaching y es uno de los pilares básicos del coaching ontológico.
Para que se desarrolle una emoción, tiene que haber una evaluación previa del entorno, normalmente inconsciente. Para que se dé un sentimiento, además de la emoción ya consciente, tiene que haber una evaluación consciente o juicio de reacción ante esta emoción.
Uno de los grandes trabajos del coaching ontológico es ayudar al cliente a remontar el río aguas arriba y encontrar el juicio consciente que despertó el sentimiento e incluso en ocasiones, la evaluación automática o juicio inconsciente que despertó la emoción.
Estado de ánimo: se trata de una sensación global, menos intensa y de mayor duración aún que los sentimientos. Es una respuesta global a estímulos algo inespecífica. No necesariamente está relacionado con un acontecimiento determinado.
A veces es un conjunto de elementos no conscientemente conectados entre sí. No siempre la causa está clara y es consecuencia de la vivencia emocional y cognitiva subjetiva de la persona y de su evaluación en su relación con el mundo. A veces el estado de ánimo es un sentimiento que se vuelve rumiativo y se cronifica.
La emoción es la más breve e intensa, el sentimiento menos intenso y de mayor duración y el estado de ánimo el más duradero y menos intenso pero presente como un sonido envolvente de fondo que impregna la mirada de la persona.
Ni que decir tiene que los procesos terapéuticos o de coaching son muy diferentes si el cliente trae como problema, un sentimiento, una creencia o juicio, un estado de ánimo o una reacción emocional a determinado estímulo.
Que el facilitador y el cliente comprendan la diferencia entre estos elementos es clave a la hora de intervenir, desde donde hacerlo y saber en qué fase del proceso se encuentra el cliente en el momento de venir a vernos y solicitar nuestros servicios.
*Si deseas saber más y te interesa este tema, no dudes en conocer nuestra formación en Coaching.
JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ
José Manuel Sánchez es Socio Fundador del CEC. Su pasión es el coaching y el desarrollo humano en el ámbito profesional. Actualmente se dedica al desarrollo directivo y al coaching individual y grupal.
Es Coach PCC por la ICF, formado en coaching ejecutivo, coaching de equipos y coaching sistémico. Es terapeuta Gestalt y Transpersonal. Formado en el programa SAT, en Eneagrama y en Coaching Corporal por NewField. Ha realizado el programa PCI en In Copore y es facilitador de Seitai y de trabajo energético en el cuerpo. Es formador de meditación y Mindfulness e Instructor CCT del Compassion Institute.
Codirector del Programa Certificación de Coaching en CEC.