Para poder responder a esta pregunta sería adecuado tener primero una idea más clara de qué es el coaching.
Muchos alumnos cuando inician la formación en el Programa de Coaching Nivel 1 de la International Coach Federation y les indagamos sobre el motivo de acercarse a la formación de coaching, nos responden:
- Me dicen que escucho bien.
- Todo el mundo viene a contarme sus problemas.
- La gente me pide consejo.
- Yo ya estoy ayudando a mi entorno y lo hago de forma intuitiva pero no sigo una metodología.
- Siempre me han gustado las personas.
- Quiero ayudar.
- Quiero acompañar a personas a afrontar sus retos.
- Me hubiera gustado estudiar psicología, pero al final no pude.
- Quiero cambiar mi profesión y ponerme por mi cuenta y ayudar a las personas me atrae.
- Hice un proceso de coaching como cliente y le dije a mi coach: yo quiero hacer lo que haces tú.
Estas y otras muchas más respuestas similares son las que nos dan estos alumnos sobre la idea de por qué sienten que el coaching puede llegar a ser una profesión para la que sienten que tienen aptitudes o que resuena con sus valores o inquietudes.
Cada vez más personas vienen a la escuela sabiendo bien lo que es el coaching, pero siguen siendo una minoría. La mayor parte de los alumnos lo descubren a lo largo del viaje que les supone la formación.
¿Qué es exactamente ser coach?
Un coach es un acompañante, un profesional que se ha formado en el arte de hacer preguntas y en la capacidad para escuchar profundamente lo que hay en las respuestas y detrás de ellas.
El coach, como muy pronto reconocen los alumnos, no es alguien que dé consejos ni solucione nada de lo que trae su cliente. Su papel no es el de consultor o experto en una materia que pueda dar las respuestas a las dificultades de su cliente.
Tampoco es un mentor, que haya hecho el camino del cliente antes que él y que puede entregarle su experiencia como apoyo o consejo o guía para que el cliente pueda recorrer el camino de manera más certera, con menos errores o con más información que lo ayude a la manera en la que deberá resolver sus desafíos.
No es un psicólogo que va a decirle a su cliente lo que cree que le pasa, un posible diagnóstico o marcarle una hoja de ruta a lugares concretos llenos de información, que, aunque aparentemente alejados de la demanda del cliente, siempre están relacionados con lo que a éste le ocurre y con lo que causa lo que le ocurre.
Tampoco es un formador, con datos o información que le pueda ser útil al cliente o un entrenador que lleve al cliente a la práctica y desarrollo de habilidades.
El coach es una persona que ayuda al cliente a responderse a preguntas que nunca o casi nunca se ha hecho antes.
Preguntas que buscan saber lo que hay detrás de las palabras que normalmente usamos las personas. ¿Cuáles son nuestras motivaciones, nuestras necesidades?, ¿cuáles son las barreras o bloqueos?, ¿cuál es el beneficio de lograr un avance y cuál es el precio de hacerlo? Y también, ¿cuál es el beneficio de no lograr ese avance?
Las preguntas del coach obligan al cliente a mirarse a sí mismo dentro. A cuestionarse la forma en la que ve la realidad. A replantearse sus juicios o creencias más firmes y cuestionarse si deben seguir ahí como columnas inamovibles o si quizá puedan ser cuestionadas, cambiadas, desplazadas, modificadas o derribadas.
El coach también ayuda a su cliente a que tome conciencia de sus emociones y de qué es lo que las está generando. Qué hay detrás de esas emociones. A qué le puede estar teniendo miedo o que emoción no está siendo capaz de habitar o de sentir.
Como la habilidad del coach es hacer preguntas, su gran cualidad cultivada es la escucha. El coach escucha para entender y para poder a su vez preguntar lo esencial para que el cliente se entienda a sí mismo.
El silencio es entonces esencial. Silencio dentro de él, silencio exterior al mantenerse sin intervenir hasta que el cliente ha terminado su intervención. El silencio de no saber. De no buscar solucionar. De no tener que estar en la tarea de resolver.
Esta es la esencia de esta profesión. No saber las respuestas y no buscarlas. Sino fomentar que sea el cliente quien las busque. A base de preguntas que cuestionan la historia del cliente, que confrontan sus rotundas afirmaciones y que lo llevan a mirar en lugares internos de sí mismo donde no había estado antes.
Es por este motivo que se califica el aprendizaje del coaching como aprendizaje transformacional. El cliente, al inicio del proceso, tiene una forma de ver el mundo y una relación con la realidad que hace que determinada situación sea vivida como un problema o un reto de difícil, o a veces imposible, solución.
Al final del proceso, el cliente será otro ser transformado que ha tenido que modificarse a sí mismo y ha generado una nueva forma de mirar el mundo y una nueva forma de relacionarse con la realidad. Este cambio le permitirá ver posibilidades de acción donde antes no había opción alguna, y retos y desafíos que afrontar donde antes no había más que bloqueos o problemas.
Por tanto, al servicio de su cliente, el coach es un profesional que contribuye con sus preguntas a que el cliente vea sus problemas o bloqueos como retos o desafíos. A que se sienta lo suficientemente a salvo como para mirarse dentro de sí y cuestionarse. A que sea más consciente de sus procesos internos y de las creencias que lo bloquean o limitan.
Y sobre todo a cambiar la forma de mirar y de mirarse y obtener aprendizajes que lo lleven a descubrir recursos o aprendizajes que le permitirán acceder a nuevas formas de actuar que antes no estaban disponibles.
En esto consiste esta profesión. En ayudar al cliente a cambiar su mirada, desde la mirada de apoyo sin juicio del coach. Es abrir un espacio de posibilidad con la indagación, sostenerlo abierto desde el no saber y no necesitar saber, y dejar que en ese espacio la sabiduría interna del cliente se manifieste y lo ayude a tomar la responsabilidad de cambiar y de actuar, a partir de ahora, de forma diferente.
Al final, dar espacio al nacimiento de un posible plan de acción y al compromiso de llevarlo a cabo, hace que el proceso consolide sus aprendizajes. La acción es esencial en el coaching, puesto que es el cuerpo el que aprende y solo a través de la acción, de la expresión en el mundo de lo aprendido, es cuando el cliente se hace realmente responsable e integra todo lo visto.
El cambio así se consolida como no solo un cambio mental o emocional, sino que, con la acción, también se construye como cambio corporal dando lugar a la auténtica transformación.
A nuestros alumnos siempre les digo que el proceso de coaching no son las sesiones de coaching entre el coach y su cliente sino también, de forma muy representativa, lo que sucede dentro del cliente entre sesión y sesión en sus interacciones con el mundo y consigo mismo en relación con el tema que esté siendo relevante en las sesiones.
Un proceso de coaching es por tanto un proceso de aprendizaje, una toma de perspectiva, una oportunidad para el cliente de habitar espacios emocionales nuevos o de tomar distancia emocional sobre situaciones que, al ser más consciente de ellas, puedan ser vistas de forma diferente y por tanto con oportunidades de acción diferente.
Es un viaje. Una transición de la parte del cliente que está anclada en la víctima, hacia la mirada de quien se hace responsable de sus actos y de las consecuencias de los mismos.
Tomar distancia, perspectiva, es algo que hacemos muchas veces por nosotros mismos, con nuestros recursos, en conversaciones con amigos o con el paso del tiempo.
El coach es una ayuda, un profesional que, a través de sus preguntas, evitará que, como cliente, te escondas de ti mismo, te auto justifiques o te trates sin la mirada compasiva. Es un apoyo que te ayuda a mirar y sostener la mirada ante lo difícil o lo desafiante.
Y sobre todo una ayuda que confía en ti, en el proceso y en los recursos de ambos, para a través del encuentro, crear la oportunidad de que el espacio entre ambos sea un espacio generativo y haga brotar las soluciones que siempre estuvieron dentro del cliente, pero que desconocía que existieran o no se diera el permiso de tomarlas por el miedo a las consecuencias. Una ayuda que permite a las personas mirar al espejo, aceptarse y después esforzarse por mejorar.

JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ
José Manuel Sánchez es Socio Fundador del CEC. Su pasión es el coaching y el desarrollo humano en el ámbito profesional. Actualmente se dedica al desarrollo directivo y al coaching individual y grupal.
Es Coach PCC por la ICF, formado en coaching ejecutivo, coaching de equipos y coaching sistémico. Es terapeuta Gestalt y Transpersonal. Formado en el programa SAT, en Eneagrama y en Coaching Corporal por NewField. Ha realizado el programa PCI en In Copore y es facilitador de Seitai y de trabajo energético en el cuerpo. Es formador de meditación y Mindfulness e Instructor CCT del Compassion Institute.
Director del Programa de Certificación en Coaching.
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