EXPECTATIVAS, UN EJERCICIO DE RESPONSABILIDAD

Por Luis Llorente

En el ejercicio del coaching nos encontramos muy a menudo en nuestros clientes con el fenómeno de la expectativa y lo mal que concuerda a veces con la realidad.

Expectativa es la esperanza de realizar o conseguir algo, el anhelo de que se produzca un determinado resultado.

En general, tener expectativas en nuestra vida es muy bueno. Son anhelos o sueños que podemos convertir en visiones si los ponemos “en acción”, es decir, si valoramos que nosotros tenemos que hacer cosas para que esas expectativas se cumplan.

Si depende de nosotros mismos en un ámbito exclusivo, podemos aceptar la responsabilidad de nuestros actos y tendremos que asumir el hecho de que si se cumplen  o no, será cosa nuestra.

Cuando las expectativas dependen también de otras personas, nuestro trabajo para intentar que se cumplan se multiplica por dos.

¿Quién no ha tenido alguna experiencia propia al respecto?: “merezco una subida de sueldo o de categoría en el trabajo, necesito  una atención especial de la persona que comparte mi vida después de un mal día de trabajo, me gustaría recibir un regalo especial de cumpleaños”, sueños o anhelos que si se quedan en nuestra cabeza a menudo nos provocan frustración.

¿Qué habéis sentido si se ha producido una situación así?, ¿sois conscientes de que en ocasiones esto pasa  porque ni siquiera hemos comentado que era nuestro cumpleaños, o que no hemos hecho una petición razonada a nuestro jefe para ese ascenso que sin duda nos merecemos?, ¿hemos hecho nosotros algo para que los demás actúen como deseamos?

Todos tenemos expectativas propias y estamos rodeados de expectativas de los demás hacia nosotros mismos.

Cuando vivimos  en la expectativa, no solemos actuar de forma abierta y directa para lograr lo que deseamos, no sabemos hacer peticiones sinceras: a veces porque tenemos miedo al NO, o a mostrar nuestra vulnerabilidad, o bien porque damos por sentado que el otro tiene que saber lo que necesitamos.

También las usamos como manera de probar al otro, de ponerle en una posición incómoda: “si me quiere…se acordará (o deducirá) cuál es mi deseo”.

En estos casos, vivimos en la obviedad, tenemos tan claro cómo tienen que ser las cosas que no pensamos que el otro tenga una visión diferente.

No expresamos nuestras necesidades y deseos con honestidad y franqueza, y esto nos provoca: Queja, Frustración y Resentimiento.

Quizá valga como ejemplo esta simulación que construimos en la escuela:

“Juan y María son pareja desde hace cinco años y Juan ha invitado a cenar a María, con cierto misterio, en un restaurante muy especial para ambos.

Juan le ha dicho a María que tiene algo muy importante que decirle.

Todas las amigas de María se han casado más o menos a los cinco años de relación con sus parejas. María sueña desde que conoció a Juan con formalizar su unión casándose.  Tiene pensado el color del vestido de novia, la iglesia, cómo será la celebración….Aunque nunca se lo ha dicho a Juan. Pero  ha echado cuentas y está convencida de que Juan ha preparado esta cita para dar el gran paso.

Juan: Qué recuerdos me trae este sitio. ¿Te acuerdas de la primera vez que cenamos aquí?  Casi no nos llegaba el dinero para pagar y  fíjate ya tenemos nuestra hipoteca y todo.

María (arrobada): Sí, cómo pasa el tiempo, pero la verdad es que cada día estoy más enamorada de ti.

Juan: y yo de ti. ¿Te parece que pidamos ya la cena?, ¿quieres vino o prefieres champagne?

María piensa: Ya está. Me lo va a pedir. Está nerviosito perdido y no sabe cómo hacerlo.

Pasa el tiempo y ya han hablado del trabajo, de algún viaje pendiente, del jefe, de los amigos… María sigue esperando la gran noticia y empieza a estar un poco inquieta.

María: Oye, ¿tú no tenías que decirme algo importante?

Juan: Ah, sí, se me había olvidado. Es algo  importante para mí que quería comentarte…

María ya no puede más y está callada mordiéndose las uñas  nerviosamente.

María: ¿Sí?

Juan: Pues nada, que a mamá le tienen que hacer unas reformillas en casa, nada, cosa de poco y le he dicho que se venga con nosotros, que estaremos encantados de recibirla y de ayudarla en todo lo que podamos. Ya sabes que es fantástico que venga, que nos haga la comida cuando a ella le apetezca, que pueda sacar a la perra por las tardes y además la pobre va a estar más acompañada, porque desde que murió papá….

María empieza a ponerse roja y no entiende nada.

¿Qué le ha pasado a María?: ha tenido una expectativa basada únicamente en su deseo interno, no expresado nunca,  su deseo sobre formalizar su relación y casarse cumpliendo ciertos ritos.

Juan no es adivino. Nadie es adivino ni tenemos la obligación de leer los pensamientos, los deseos y las necesidades ajenas, salvo que éstos  estén perfectamente formulados en una petición.

¿QUÉ LE HA FALTADO A MARÍA PARA QUE SU VELADA HUBIERA SIDO PERFECTA?

María: Mira, si no te importa me gustaría dejar a un lado el «problemita» de tu madre y aprovechando que este puede ser el momento perfecto, quería comentarte yo algo que es muy importante para mí. Creo que después del tiempo que llevamos viviendo juntos y que las cosas van bien y que tenemos planes de vida y de futuro… A mí me gustaría dar un paso más y que nos casáramos, cariño, que compartiéramos  nuestra felicidad con nuestras familias y amigos y que guardáramos ese día como un momento importante en nuestra vida.

¿Qué ha hecho María diferente a lo que había estado haciendo hasta ahora?

Ha pasado a la acción. Ha reformulado a través de una declaración y una petición sus deseos de futuro con Juan de una forma abierta y directa, expresando sus necesidades con franqueza y honestidad. Se compromete con su deseo y lo expresa con toda la sinceridad que siente en ese momento.

Revisemos nuestras expectativas, pongamos los pies en la tierra y asumamos que la expectativa es nuestra y solo nuestra.

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