La vida nos propone constantemente inicios y finales. Sin embargo, muchas veces nos resistimos a cerrar etapas. Nos aferramos a lo que fue o a lo que pudo haber sido, y cargamos con historias inconclusas que nos restan energía. Cerrar no significa olvidar ni borrar, sino integrar lo vivido con conciencia y gratitud.

Cerrar es un acto profundo. Es permitirse mirar de frente lo que fue, lo que no fue, lo que faltó y lo que nos completó. Es poner en palabras lo que a veces se queda en el cuerpo: emociones, aprendizajes, heridas, regalos. Decir lo que no se dijo, agradecer lo que nos nutrió, asumir nuestras partes, incluso las que nos cuesta reconocer.

En ese proceso, hay lugar para celebrar lo transitado, honrar los encuentros, reconocer el camino. Pero también es vital aceptar lo que no fue, dejar de exigirnos finales ideales, rendirse a la realidad tal como fue. Esa rendición no es resignación, sino un acto de madurez y de amor propio.

Cerrar una etapa desde este lugar permite abrirse a lo nuevo con el corazón despejado. No se trata de negar el pasado, sino de soltarlo con respeto para no vivir atrapados en él. Solo así podemos recibir con brazos abiertos lo que está por venir.

Cerrar es crecer. Es evolución. Es decir “gracias” y también “basta”. Es comprender que cada ciclo que se completa nos devuelve un pedazo de nuestra energía vital. Porque cuando no cerramos, nos quedamos divididos entre lo que fue y lo que deseamos que hubiera sido.

Te invito a mirar tu vida con esa honestidad. ¿Qué te está pidiendo un cierre en este momento? ¿Qué te falta decir, asumir, agradecer, dejar ir? Cierra con amor, para que puedas abrir con fuerza. Porque solo quien se completa, puede comenzar de nuevo.

En la vida —como en el coaching— todo proceso tiene un ritmo natural: se abre, se despliega, se transforma… y, si hay consciencia, se cierra. En coaching, el cierre de un proceso es una parte tan importante como su inicio, y su calidad puede marcar profundamente la forma en que el cliente —y también el coach— se llevan consigo la experiencia.

Acompañar a alguien a cerrar es también un acto de amor profesional. Es reconocer que el proceso llega a un punto de completarse, y que allí hay algo que merece ser mirado con respeto, con gratitud y con coraje. Porque cerrar, muchas veces, es también despedirse.

El cierre como momento de integración emocional y aprendizaje.

Desde una perspectiva más académica, el cierre de un proceso de coaching es una etapa estructural, que debe planificarse, sostenerse y facilitarse con tanto cuidado como cualquier otra fase. Pero desde una mirada más profunda y emocional, el cierre es también un espacio sagrado, donde el cliente puede integrar no solo los logros, sino también el impacto subjetivo del proceso: los descubrimientos, los desafíos, los puntos ciegos iluminados, y hasta los silencios que resonaron más que las palabras.

Cerrar implica invitar al cliente a reconocerse distinto, a validar lo que ha construido y, muchas veces, a aceptar lo que no fue posible alcanzar. Es en este espacio donde el cliente consolida su autonomía, donde da el salto de ser acompañado a sostenerse con los propios recursos.

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El coach también se va: su presencia deja huella.

Pero el cierre no es solo para el cliente. Es también un momento profundamente transformador para el coach. Cómo se va el coach del proceso también es significativo. Muestras tu capacidad de soltar, tu honestidad, tu disposición a mirar qué te dejó ese vínculo, qué aprendiste, qué resonó en ti.

Cada proceso que cerramos como coaches es también una oportunidad para revisar nuestra propia evolución profesional y personal. ¿Qué me llevo de este cliente? ¿Qué desafío me planteó su historia? ¿Qué sentí al ver sus avances… o sus límites? ¿Qué parte de mí se transformó en este acompañamiento?

Cuando el coach se va desde la conciencia, dejando espacio para que el cliente se apropie de lo vivido, el cierre se convierte en un acto de crecimiento mutuo. Cerrar bien también es una forma de cuidar la relación, de proteger la dignidad del proceso, de no forzar una continuidad innecesaria ni alimentar una dependencia.

Celebrar, agradecer, asumir: las tres declaraciones esenciales del cierre.

El cierre no deber ser un trámite. Es un ritual íntimo y estructurado, en el que se realizarán tres declaraciones muy importantes;

  • Celebrar lo recorrido, lo logrado, lo transitado juntos. Incluso celebrar el proceso en sí mismo, más allá del resultado.
  • Agradecer por la confianza, por el vínculo, por el permiso para estar ahí, al lado de la transformación del otro.
  • Asumir lo que quedó pendiente, lo que no se alcanzó, lo que no se dijo. Porque cerrar también es aceptar.

Y ese acto de asumir no es solo para el cliente. El coach, cuando está verdaderamente presente, podrá reconocer sus propios aprendizajes: quizás lo que te costó soltar, tu deseo de que el otro avance más, o la humildad de ver que el camino del cliente no siempre coincide con lo que tus expectativas.

Un cierre ético, humano y profesional.

Desde la ética del coaching, cerrar es un deber profesional. Pero desde la profundidad del vínculo humano que se construye en el proceso, cerrar es un acto de cuidado y madurez. Es dejar al cliente con las herramientas necesarias para seguir caminando, pero también con la sensación de que lo vivido tuvo sentido y está completo.

En la formación de coaches, es fundamental aprender a sostener los cierres no solo desde la técnica, sino desde la presencia emocional. Porque allí, en ese “último encuentro”, el cliente puede llevarse una imagen poderosa de sí mismo: no solo la de quien logró un objetivo, sino la de quien completó un proceso y fue visto con respeto hasta el final.

Y el coach, si sabe mirar, también se lleva algo: el eco de su impacto, la huella de la relación, el aprendizaje de haber acompañado y la sabiduría de saber soltar.

Cerrar para abrir.

Cuando un cierre es auténtico, abre nuevos comienzos. Cuando es postergado o evitado, deja puertas entreabiertas que consumen energía vital. Por eso, como futuros coaches, es clave aprender a cerrar. A decir “esto se completa aquí”, con amor, con claridad, con honestidad. A mirar al otro y también mirarse. A despedirse con gratitud, para poder seguir creciendo, cada uno en su camino.

Porque cerrar bien es también comenzar mejor.

Hoja de ruta para cerrar un proceso de coaching.

1. Preparar el cierre con antelación

Evitar que el cierre sea abrupto o superficial. Es mejor poder planificarlo y que ambos, coach y cliente puedan prepararse para ello.

Preguntas para el coach:

  • ¿El cliente está cerca de alcanzar su objetivo?
  • ¿Qué señales me indican que el proceso está llegando a su fin?
  • ¿Qué indicadores de proceso ya ha cumplido?

Algunas sugerencias a tener en cuenta: Anticipa el cierre y pregunta a tu cliente: “¿Cómo te gustaría cerrar este proceso?” Plantea una sesión de cierre como parte del acuerdo final.

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2. Recapitular y reconocer el recorrido

Reconocer los logros, tomar consciencia del proceso y validar avances.

Preguntas para el cliente:

  • ¿Qué cambios hay en ti desde que comenzamos? ¿Qué es distinto en ti?
  • ¿Cómo llegaste al proceso? ¿cómo estás ahora?
  • ¿Qué has aprendido? Y ¿Qué más? Y ¿Qué más?
  • ¿Qué lograste? ¿Qué fue lo más significativo?
  • ¿Qué recursos internos descubriste o fortaleciste?
  • Posible devolución del coach:
  • “A lo largo del proceso, noté cómo pasaste de ___ a ___.”
  • “Lo que más me impactó fue tu capacidad para ___.”

3. Asumir lo que no fue o lo que quedó pendiente

Evitar cierres idealizados; promover una visión realista de lo que ha sido el proceso, observando lo que sí está y lo que faltó.

Preguntas para el cliente:

  • ¿Qué quedó sin resolver?
  • ¿Qué te hubiese gustado trabajar más?
  • ¿Qué te llevas como desafío o reto para el futuro?
  • ¿Qué creencias / patrones deberás revisar para los siguientes objetivos personales y profesionales?

Posible devolución del coach:

“Reconozco que hubo aspectos que no llegamos a abordar, y está bien. El completarse no siempre implica resolverlo todo, sino asumir lo que es y ha sido.”

“Desde mi observación veo los siguientes temas…. En los que quizás no profundizamos lo suficiente y deberías tenerlo en cuenta en tus siguientes desafíos…”

4. Validar la autonomía del cliente

Reflejar que el cliente está listo para continuar sin el coach.

Preguntas para el cliente:

  • ¿Cómo te ves caminando en tu proceso sin este espacio de coaching?
  • ¿Qué herramientas te llevas contigo?
  • ¿En quién te vas a apoyar cuando aparezcan dificultades o nuevos desafíos?

Posible devolución del coach:

“Te veo con más claridad/confianza para sostenerte desde tus propios recursos.”

5. Honrar la relación

Reconocer el vínculo construido y dar valor al encuentro humano.

Preguntas para el cliente:

  • ¿Qué aprendiste de ti a través de este vínculo conmigo?
  • ¿Qué significó para ti este espacio y esta relación de coaching?
  • ¿Cómo te sentiste acompañado durante el proceso?
  • ¿Qué te aportó nuestra relación más allá de los objetivos que trabajaste?
  • ¿Hubo algo que valoraste especialmente de mi forma de acompañarte?
  • ¿Qué aprendiste sobre ti mismo a través del vínculo que construimos?
  • Si tuvieras que describir esta relación con una palabra, metáfora o imagen, ¿cuál sería?
  • ¿Qué te llevas de este encuentro que creamos juntos?
  • ¿Qué momento compartido te gustaría guardar como símbolo de este proceso?

Preguntas para que el coach se prepare esta parte:

  • ¿Qué aprendí de mí mismo acompañando a esta persona?
  • ¿Qué aspectos de mi estilo de coaching se vieron más presentes en esta relación?
  • ¿Hubo momentos en los que me sentí especialmente tocado, movilizado o desafiado?
  • ¿Qué me mostró este cliente sobre mi forma de estar al servicio?
  • ¿Qué gratitud siento por este proceso? ¿Qué me deja como huella emocional o profesional?

Posible devolución del coach:

“Agradezco profundamente la confianza que depositaste en mí.”

“Esta relación también me deja aprendizajes valiosos como coach, como…”

6. Cerrar con un ritual o acto simbólico

Dar un marco emocional al cierre. Fijar el momento en la memoria.

Ideas prácticas:

  • Invitar al cliente a escribir una carta para sí mismo en esta etapa.
  • Proponer una palabra o imagen que represente el proceso vivido.
  • Cerrar con una visualización o anclaje de lo aprendido.

Posibles frases final sugerida del coach:

“Hoy cerramos este proceso, pero no tu camino. Lo que te llevas ya forma parte de ti.”

“Hoy cerramos este espacio que construimos juntos; lo que tú descubriste te pertenece, y lo que compartimos también me transforma a mí. Este cierre no es un adiós, es un reconocimiento mutuo y un paso adelante para ambos.”

Nuria Carrasco

NURIA CARRASCO ROLDÁN

Es Coach PCC (coaching individual y de equipos), formadora y supervisora en el CEC.
Licenciada en Ciencias del Trabajo (Universidad de Alicante)
Máster en Dirección de RRHH (Universidad de Alicante)

Ha realizado estudios de especialización en Coaching Ejecutivo individual, Coaching de Equipos, Coaching Corporal, Mentoring y Supervisión, Cuerpo y Movimiento, Neurociencia y neuroliderazgo, etcétera. (Escuela Europea de Coaching, Newfield Network, Menslab, etc.).

Facilitadora del programa de Certificación de Coaching.

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