Al empezar una sesión de coaching, sabemos que nuestro lugar como coaches es un lugar neutro, un lugar de centro. Nuestro rol es acompañar a nuestro cliente a conseguir sus propias metas y para ello no debemos ponernos ni por encima ni por debajo, sino encontrar la manera de estar a su lado para que él sea el único protagonista de la sesión.
Aprender a habitar este lugar lleva práctica y es normal que nos resulte complicado al principio. Existe una razón de esta dificultad, nuestro ego. Hoy vamos a explorar qué nos sucede en las sesiones de coaching cuando llegamos acompañados de nuestros personajes.
Veremos cómo estos impactan e influyen en nuestra manera de hacer coaching, en nuestra intervención y en definitiva en nuestra escucha.
Estos personajes son parte de nosotros que sale en función de las circunstancias que nos rodean y de nuestro estado de ánimo. Así mismo, tratan de protegernos y hacernos sentir seguros y confiados durante la sesión.
Podríamos decir que nuestros personajes tienen una “buena intención” y que sirven para algo. Lo cierto es que no existimos sin nuestros personajes, somos una suma de todos ellos.
Algunos personajes son empoderadores y nos ayudan a conseguir objetivos, nos llenan de energía, otros aparecen como una estrategia, como decíamos, para protegernos, para “salvarnos” de algo. Los personajes tienen buenas intenciones y compromisos ocultos que evitan que nos coloquemos en situación de vulnerabilidad, pero a la hora de nuestras sesiones, éstos, puede resultar limitadores.
No se trata de hacer desaparecer a estos personajes sino de que tomes consciencia de ellos. Debes conocerlos y reconocerlos cuando han tomado el control y poder.
Debes aprender a observarlos para entender qué es lo que necesitas como coach, qué es lo que te está faltando, a qué tienes miedo, etc. Una vez los hayas identificado, podrás colocarte de nuevo en el correcto lugar durante la sesión.
Hoy te voy a presentar a los más habituales, es posible que te reconozcas en alguno de ellos o que te sientas reflejado en varios, todos tenemos múltiples personajes en nosotros que aparecen en función de la circunstancia a la que nos enfrentamos.
El juez implacable: Tiene una opinión sobre cada cosa, dice lo está bien y lo que está mal. Utiliza su juicio e interpretación para darle su opinión al cliente. Este personaje hace que el coach se ponga por encima, sintiendo que sabe más que el cliente.
Dice cosas como “¡qué bien esto que has hecho! ¡Esto está muy bien!” o, por lo contrario, sentencia “¡Esto no lo puedes hacer así! ¡Esto está fatal!”.
Válida o enjuicia cada paso que da el cliente, con una mirada muy paternalista. Esto pone al cliente por debajo del coach y le hace conectar más con su inseguridad, con su miedo, y con la falta de recursos propios.
El coach no construye ni permite un lugar seguro para él. Se sentirá juzgado y el cliente tendrá la tendencia a intentar encontrar la respuesta correcta, aquella que le guste o te parezca bien al coach.
Este personaje se mueve por la desconfianza en las capacidades del cliente y además de la desconfianza en él como coach. Tiene mucho miedo a no ser útil. También podemos ver el control que trata de ejercer este personaje, esto está bien o esto está mal.
Hay una necesidad que dominar la situación y por ende, al cliente.
El autoexigente: Este personaje emerge de la desconfianza del propio coach. No se siente competente, siente que no lo va a hacer bien, siente que el cliente con él no va a conseguir su objetivo.
Su foco en todo momento está en los resultados que tiene que conseguir: que el cliente se lleve algo, que consiga su objetivo, que sea una sesión útil.
Este personaje sabe escuchar y escucha muy bien, pero tiene tanto miedo de parecer incompetente, de quedarse en blanco, de no coger el hilo, de no hacer la pregunta adecuada, o incluso de que no le venga la inspiración de por donde seguir…
Todo esto le hace volverse muy sistemático y decide de antemano por donde tiene que ir, cuál es el siguiente paso que tiene que dar el cliente.
Anticipa lo que ya tiene que trabajar. No fluye, e intenta controlar lo que ocurre para no equivocarse, porque está muy comprometido y se exige mucho en que el cliente se lleve algo que le sirva.
Pero la realidad es que este personaje no está dejando que el cliente elija su camino y en lugar de acompañarlo, lo que hace es empujarlo, manipularlo y llevarlo al camino que previamente ha marcado.
La sesión se convierte en una especie de clase magistral en la que el cliente va pasando por todas las fases que el coach ya ha marcado. Es una manipulación donde el cliente es dirigido no permitiendo que encuentre la vía más adecuada para él.
La emoción que mueve a este coach es el miedo. Tiene miedo de no hacerlo bien, le da miedo quedar en ridículo y entonces está constantemente ocultándolo. Podemos observar a este personaje moviéndose mucho en su silla, estando inquieto y mirando con mucha intensidad para que no se le escape nada.
Su corporalidad es muy tensa para que no se le descontrole nada.
El iluminado: Este personaje tiene muy buena intención, te da todo su amor, tiene el corazón abierto para dar todo lo que tiene. Se centra en todas las experiencias que él ha tenido y que le parecen que pueden ayudar a su cliente.
Se olvida de que el protagonista de la sesión es el cliente. Se siente iluminado, habla lento, sereno, tranquilo, pronuncia muy bien, hiperactúa, y en todo momento está evidenciando que él ya está iluminado, que ya ha conseguido un nivel de consciencia elevado.
Se pone por encima de su cliente, lo que elimina la posibilidad de crecimiento de éste.
La emoción que lo mueve es el control. Quiere transmitir serenidad, pero realmente por detrás hay control y algo de arrogancia, porque verdaderamente cree que está en un nivel superior.
Se mueve de una manera controlada, intentando parecer que fluye, pero tiene mucha tensión para poder mantenerse así. Este personaje no deja espacio de evolución y crecimiento de su cliente.
El optimista resolutivo: Ve oportunidades en todo, independientemente de lo que le esté contando el cliente, busca aprendizajes y acciones en todo momento, no hay problema que no tenga solución.
Es la voz del motivador, de la “cheerleader”. Su lema es “todo es posible”. Su inquietud es buscarle una solución al cliente y que le sea útil. El gran coste para el cliente es que no le da tiempo para poder habitar lo que siente, a transitar emociones y vivir su proceso o legitimar lo que siente, lo que le pasa y lo que le mueve.
Con este personaje perdemos profundidad en las sesiones, se queda en el problema y enseguida quiere resolverlo.
Su mirada es muy directa, concentrada, con alegría, con el cuerpo inquieto, invadiendo al cliente y con poca presencia.
Está muy comprometido al movimiento de la energía, pero cuando el cliente sale de la sesión y no tiene el acompañamiento del coach, el cliente se queda sin nada, no hay realmente aprendizaje para él, ya que el trabajo lo hace principalmente el coach y no el cliente. Sesiones que se centran mucho en la acción, en resolver, en buscar opciones.
La emoción que mueve este personaje es el entusiasmo.
El sobreprotector: Quiere ayudar, quiere cuidar, sobreproteger y siente que el cliente es débil, que necesita que lo ayuden, que le den soporte. El cliente se siente todavía más vulnerable y que solo, por sí mismo, no va a poder conseguir sus objetivos.
La intención es buena, porque nace de la ternura y de protección, pero no permite el aprendizaje del cliente, no permite la toma de responsabilidad. Este coach no quiere que su cliente sufra y esto le lleva a que el cliente sienta que no hay posibilidades.
Este coach se mueve en la lástima, en que el cliente le da pena y esto lo pone por encima del cliente. Este personaje está muy enganchado al miedo, que lo proyecta en todo, en el cliente, en la vida… Tiene mucha desconfianza en sí mismo, y por supuesto en el cliente.
Siente que el cliente no es capaz de salir ahí y que necesita protegerlo y cuidarlo.
El consejero sabelotodo: Este personaje lo sabe todo, se ha leído todos los libros, ha hecho todos los cursos… tiene un amplio recorrido y tiene un amplio conocimiento, pero está todo basado en las certezas que él tiene: “yo he leído esto y a mí me ha funcionado”.
Pero claro, al tener tantas certezas, se confunden con verdades y con juicios en las sesiones: “tú haz esto, que a mí me funciono en un momento parecido”.
Tiene tendencia a dar muchísimos consejos, a sugerir caminos, estrategias… es parecido al autoexigente, aunque lo diferencia su arrogancia y su ego. Hay muy poco margen para que el cliente pueda tomar sus propias decisiones.
El coach se coloca una vez más por encima del cliente con su sabiduría.
Le mueve la arrogancia, el control, el autoritarismo y mucha desconfianza de que el cliente pueda encontrar sus respuestas. Este personaje olvida que los consejos más interesantes para el cliente son los que él mismo descubra y no los suyos.
Es un personaje muy orgulloso, se muestra muy resolutivo, con mucha afirmación y muy convencido de lo que está diciendo.
El buscador de lágrimas: Es el que considera que ha tenido éxito en su sesión cuando el cliente ha llorado. Este personaje siente que tiene la capacidad y el poder de hacer conectar a las personas con sus emociones, pero lo que hace es centrarse en el dolor durante las sesiones.
La pregunta clave para los buscadores de lágrimas, una vez que ha llorado el cliente, es, ¿ahora qué? ¿Cómo vas a continuar? ¿Cómo vas a sostener eso? ¿Para qué le sirve al cliente haber llorado?
Este personaje debe reflexionar sobre el juicio que hay detrás de lograr que el cliente llore. Habitualmente está relacionado con la manipulación y la ambición de tener cierto poder. En el fondo hay mucha inseguridad como coach, de buscar a hacerlo bien.
El comprador de historias: Es el que le compra el cuento al cliente. Este también tiene muy buenas intenciones, quiere servir, pero pierde el norte porque a veces se queda como encantado o alucinado al comprarle la historia al cliente. Desde ahí como coaches es muy difícil ayudar a nuestro cliente.
Hace muchos comentarios durante la narrativa del cliente: “¿en serio te pasó eso? ¿Cuéntame que más te ha pasado?” Es muy curioso con el relato del cliente, intenta saberlo todo y entenderlo todo.
El coach admira de alguna manera a su cliente, hay asombro y sorpresa. Este personaje en realidad se siente muy inseguro y tiene mucho miedo que su cliente le rechace y de alguna manera hay sumisión. El coach se posiciona por debajo del cliente. Tiene una mirada de asombro.
¿Con qué personaje te sientes más identificado?
Seguramente con varios, ¿verdad?. Muchos personajes habitan en nosotros y todos ellos tienen una función, tienen un compromiso oculto más allá del rol del coach.
Estos personajes están relacionados con nuestras heridas personales y de la infancia, están por debajo de nuestras conversaciones, pero tienen un cuerpo, una emoción y un lenguaje concreto lleno de juicios e interpretaciones.
Aprender a identificar tu personaje en tus sesiones supondrá en ti desarrollo y evolución, llevará tu coaching al siguiente nivel y con ello crecerás también como persona.
Te animamos a que te escuches y a que te veas. Graba tus sesiones y observa tus comportamientos, tus movimientos, tus preguntas, tus sugerencias… ¿Qué intención tienen? ¿Qué tratan de cuidar o proteger?
Con esta toma de consciencia aprenderás a colocarte en el lugar del coach, ese lugar de PRESENCIA, RESPETO, CONFIANZA, RESPONSABILIDAD, AUTENTICIDAD, ESCUCHA Y AMOR INCONDICIONAL.
Ese lugar donde no está presente nuestro ego, donde somos capaces de retirarnos tras lanzar una pregunta, donde podemos soltar y donde amamos con desapego. ¿Lo has habitado? ¿Cómo sabes que estás en ese lugar? ¿Cómo vuelves a él si lo pierdes?
Cuéntanos cómo es tu relación con tus personajes, nos encantará leerte y seguir aprendiendo.
NURIA CARRASCO ROLDÁN
Es Coach PCC (coaching individual y de equipos), formadora y supervisora en el CEC.
Licenciada en Ciencias del Trabajo (Universidad de Alicante)
Máster en Dirección de RRHH (Universidad de Alicante)
Ha realizado estudios de especialización en Coaching Ejecutivo individual, Coaching de Equipos, Coaching Corporal, Mentoring y Supervisión, Cuerpo y Movimiento, Neurociencia y neuroliderazgo, etcétera. (Escuela Europea de Coaching, Newfield Network, Menslab, etc.).
Facilitadora del Programa Certificación de Coaching en el CEC.
SILVIA LÓPEZ JORRÍN
Responsable del área académica del CEC. Licenciada en Empresariales Internacionales por ICADE.
Ha realizado estudios de Coaching, Coaching Sistémico, Coaching Corporal y Eneagrama. Certificada por la ICF. Especializada en autoestima y confianza corporal.
Certificada en Alimentación Intuitiva, ayuda a las personas en hacer las paces con sus cuerpos y con la comida y a abandonar la cultura de dietas.
Hola Nuria, que interesante la mirada puesta en nuestro ego y en nuestras emociones!!! todo un trabajo con nosotros mismos , el autoconocimiento, para poder interactuar con los demàs , es parte de nuestra responsabilidad aplicada a la tarea , en mi caso, de mediador.
buenísima esta mirada de los personajes, llevo veinte años como profesional y no se me había ocurrido mirarme asi
Gracias!!