Esta mañana he leído un poema de David Whyte titulado “Empieza de cerca”. Es un poeta angloirlandés que declara sobre su propia obra, escribir sobre la “naturaleza conversacional de la realidad”. El universo que conocemos en absoluta co-creación, naciendo de una inmensidad de encuentros y diálogos universales. Un avión vuela como resultado del encuentro entre el aire y la forma concreta del ala. La luz provoca la fotosíntesis de las plantas. Y de esta forma un infinito mar de encuentros e interacciones que generan nuestra realidad.

Thich Nhat Hanh el maestro budista Vietnamita, nos habla del concepto “interser”. Todo está conectado cocreando la realidad. Intersiendo. Sin la existencia de las nubes no podría haber árboles y sin ellos no habría papel. La nube y el papel interson. Todo tiene una conexión plena con todo en el universo. Una simple taza de café por la mañana ha necesitado la existencia de muchísimas otras cosas y personas para que se pueda producir. De la misma forma, todos los seres sintientes formamos parte del universo de manera interconectada e interdependiente.

«Nada de hecho existe aisladamente. Todo está interrelacionado, todo inter-es con el resto de las cosas. Ni una simple flor puede existir aislada de sí misma, solo puede inter-ser con la totalidad del cosmos. Y lo mismo ocurre también con nosotros». Thich Nhat Hanh.

Desde esta mirada nosotros, los seres humanos, no solo intersomos con el resto del universo sino que aquello que identificamos como yo, es el resultado de las interacciones con esos otros. Estas conexiones nos crean y nos moldean en la misma forma en la que nosotros influimos en todo lo demás. En cierto modo, nosotros, somos el resultado de nuestros encuentros. No somos seres aislados interactuando con el mundo. Somos en realidad ese mundo. La realidad habita dentro de nosotros y los encuentros constantes nos crean al igual que crean todo lo demás.

Cuando un cliente y su coach se encuentran. El proceso es único. Es el proceso fruto del encuentro de ese cliente con ese coach concreto. Aunque el coach, permanezca esforzado en la ecuanimidad y la ausencia de juicio. Aunque sus palabras no dirijan o no aconsejen. Su presencia es su ser y esto cocrea la realidad y no es la presencia de ningún otro. Es la suya, consecuencia a su vez de una cantidad inmensa de encuentros a lo largo de su existencia.

El “entre” que nace en el espacio entre el cliente y su coach es la semilla del crecimiento de ambos. Es el espacio de posibilidad donde ambos, tras el encuentro, se verán afectados y transformados.

El coach y el cliente, para poder formar parte de esta transformación de manera consciente, tan solo deben estar presentes y escuchar. La presencia de los dos influirá en la cocreación en cualquier caso, ya sea consciente o no. El universo se genera de manera constante y esto no es algo que pueda pararse. Sin embargo, la consciente presencia abrirá el campo de oportunidad más allá que la presencia dividida o simplemente “competente”.

El coach, debe abrirse a la posibilidad de ser transformado también, a navegar sumergido en el fluido de la existencia. Abrirse a ser lo que es, al servicio de su cliente.

El poema de David Whyte que he leído esta mañana me ha recordado la propia voz de cada coach. Lo único de cada uno y la riqueza de la inmensa interacción. Sentarse delante del cliente, ser unos mismo abierto en canal, dejando que las preguntas fluyan, que sean tus propias preguntas, y que las respuestas de tu cliente penetren en ti como algo más orgánico que una simple técnica de indagación. Sumergidos emocional, corporal y lingüísticamente en el viaje del cliente del cual somos parte, no simples espectadores, puesto que nuestra presencia está interser con ese viaje.

taller coaching intensivo

El coach debe dejar que fluya su esencia, su intuición y su humildad. Para recorrer su propio camino en el servicio a su cliente y no el camino de ningún otro.

Así, abierto, habrá espacio para preguntar lo difícil, lo que está más allá de nosotros, lo que emerge y nos sorprende en el mismo momento en el que la pregunta nace. Así nos atreveremos a abrir nuestro corazón a la escucha más intima y profunda. A esa escucha que nos devuelve lo que somos y no sabíamos que éramos y que aparece reflejado en las respuestas del otro y en lo que emerge en el campo de posibilidad para los dos.

Abro el corazón hacia mi cliente y esto abre infinidad de conexiones nuevas a este corazón que se abre. Y el mundo dialoga ahora conmigo con el corazón abierto y esto se extiende a todas las dimensiones de mi vida y me transforma de manera impredecible.

El viaje es del cliente, pero viajan los dos, coach y cliente. Cada uno a su propio destino como decía Juan Ramón Jiménez.

“¡No corras. Ve despacio, que donde tienes que ir es a ti solo!”

El coach está ejerciendo su profesión. Un trabajo. Un lugar de competencia, profesionalidad y experiencia. Sin embargo, la potencialidad de ese encuentro es mucho mayor si el coach se abre a ser parte del viaje, a que su cliente le transforme y a que su disposición hacia su cliente le transforme. Entonces, los pasos a dar, las preguntas y lo emergente, cocrearán un nuevo lugar lleno de infinitas posibilidades para ambos. Y quizá, con suerte, lo habitado por el coach en la sesión, generado y cocreado para estar en el mejor servicio al otro, suponga una semilla dentro de si para que, terminada la sesión, algo de todo ello, drene y termine afectando a su vida, y ojalá, haciéndolo crecer en su entorno y en los encuentros y las interacciones de su propia existencia.

Así. Cada cliente que se ha visto transformado por su proceso de coaching, a su vez, cambia al coach, cambia la vida del coach, y esto modifica el ser que es, lo cual influye en los procesos y las vidas de los siguientes clientes, en una extraordinaria inmensidad de oportunidades.

Leamos juntos ahora el poema de David Whyte. Tras lo cual, podremos afrontar el día, abiertos a la transformación que nos espera. Tanto si la tomamos como si no.

Dice así:

“Empieza de cerca.

No des el segundo paso

ni el tercero.

Comienza por la primera

cosa

cercana,

por el paso

que no quieres dar.

Empieza por

el terreno

que conoces,

el pálido terreno

debajo de tus pies,

tu propia manera

de empezar

la conversación.

Empieza por tu propia

pregunta.

Deja de lado las preguntas

de otros.

No permitas

que ahoguen

algo tan simple.

Para escuchar

la voz del otro

sigue

tu propia voz,

y espera hasta

que esa voz

se convierta en

un oído íntimo,

personal,

que pueda

realmente escuchar

al otro.

Empieza ahora mismo.

Da un pequeño paso

que puedas llamar tuyo.

No te dejes llevar

por las hazañas de otros.

Sé humilde

y centrado,

empieza cerca,

no confundas

lo ajeno

con lo tuyo.

Empieza de cerca.

No des el segundo paso

ni el tercero.

Comienza por la primera

cosa

cercana,

por el paso

que no quieres dar.”

coaching, Coaching: encuentro y cocreación

JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ

José Manuel Sánchez es Socio Fundador del CEC. Su pasión es el coaching y el desarrollo humano en el ámbito profesional. Actualmente se dedica al desarrollo directivo y al coaching individual y grupal.

Es Coach PCC por la ICF, formado en coaching ejecutivo, coaching de equipos y coaching sistémico. Es terapeuta Gestalt y Transpersonal. Formado en el programa SAT, en Eneagrama y en Coaching Corporal por NewField. Ha realizado el programa PCI en In Copore y es facilitador de Seitai y de trabajo energético en el cuerpo. Es formador de meditación y Mindfulness e Instructor CCT del Compassion Institute.

Director del Programa Certificación de Coaching en CEC.