Ya no es como en la vieja canción en la que la distancia era el olvido. La distancia se ha convertido en un imperativo social, sanitario y económico que afecta a nuestras relaciones personales, laborales y sociales en general.
Estamos viviendo una duplicación de espacios. El espacio presencial (o espacio físico) que es el que todos conocemos, se ha restringido mucho y está limitando nuestra capacidad de comunicación y de relación. Y el espacio virtual, que ha emergido con fuerza en los últimos meses y con el que nos hemos visto obligados a relacionarnos en ámbitos profesionales y también personales, de una manera brusca, no elegida y generalizada.
Hablar de espacio presencial y espacio virtual implica también hablar de distancia. El espacio virtual produce una sensación de distancia que no tenemos cuando nos relacionamos de manera presencial.
La Harvard Business Review dice que entre las situaciones que nos impone la nueva normalidad están las motivadas por las nuevas condiciones físicas de nuestro trabajo y habla de la distancia como “La sensación de desapego psicológico y emocional que crece paulatinamente y de forma inconsciente cuando la mayor parte de las interacciones ocurren a través de las pantallas.”
Nuestro cerebro no tiene experiencia previa, no está preparado ni diseñado para desarrollar relación, vínculo o afinidad, cuando no hay cercanía física. Hay estudios que avalan que nuestro cerebro interpreta que, a mayor distancia geográfica, menos probabilidad tendremos de interactuar cara a cara en el futuro y, en este contexto, tendemos a relajar nuestra capacidad relacional y disminuimos las interacciones de emotividad y afecto. De alguna manera, ponemos en marcha un proceso de “deshumanización” que hace que vayamos progresivamente tomando más distancia, espaciando las comunicaciones y dejando que la relación tienda a enfriarse.
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La cercanía física, por su parte, genera el efecto inverso: facilita las relaciones, genera más oportunidades para la comunicación y favorece el fortalecimiento de los vínculos.
Es decir, que a mayor distancia física, mayor distancia afectiva (o distancia de afinidad*) y viceversa.
Los nuevos espacios virtuales se están viendo profundamente afectados por esta dinámica y estamos empezando a ver managers y equipos que nos expresan algunas dificultades que encuentran en su día a día en relación con este asunto.
El chapuzón digital al que nos hemos visto sometidos durante este año 2020 nos ha obligado a adaptarnos a toda velocidad. Tenemos que aceptar que este nuevo modelo de trabajo no ha sido elegido, sino más bien impuesto. No hemos tenido un periodo de adaptación, nuestras casas no están preparadas para ofrecernos el mejor entorno, no sabíamos cómo hacer para conciliar trabajo, familia, descanso… Para muchas personas, todo esto ha sido una importante fuente de estrés adicional.
Por otra parte, la comunicación se hace más complicada, las conexiones, el sonido, la imagen, no siempre funcionan idealmente. La comunicación no verbal se ve muy afectada y perdemos códigos de comprensión y comunicación que son muy importantes. La atención y la concentración disminuyen, las cámaras nos sobrecargan y nos producen incomodidad. Es muy frecuente que tendamos a acortar las reuniones todo lo posible, nos apoyamos más en la comunicación escrita. El trabajo se vuelve más solitario, más aislado. Hay menos tiempo para la interacción, no hay tanto espacio para el intercambio y la comunicación informal. Hemos perdido esos momentos puramente relacionales que teníamos en el espacio físico. La hora de la comida, el momento del café…
En conclusión, se está cumpliendo la regla: a mayor distancia física, mayor distancia de afinidad.
Sin embargo, aceptando que esta es la tendencia natural de nuestro cerebro, sabemos que podemos hacer algo al respecto, pero hay que ponerse manos a la obra y hay que hacerlo con urgencia. Esto es algo que nos compete a todos y muy especialmente a los manager y a los líderes de los equipos.
La Distancia de Afinidad afecta a muchas dimensiones de la persona. Por ejemplo
- Deshumanización. Por mucho que esta palabra parezca muy dura, a mayor distancia de afinidad, más dificultad tenemos para ver al otro como una persona con sus propias necesidades, dificultades, emociones, motivaciones, etc.
- Frialdad, desconexión. Desde un punto de vista puramente relacional, la distancia de afinidad genera desapego, desconexión, nos volvemos menos empáticos.
- Modifica el estilo de comunicación. Es una consecuencia natural que nuestra comunicación se vuelva más formal, menos afectuosa, más enfocada en la tarea.
- Aumenta la desconfianza. La confianza se construye cada día cultivando la relación. Cuando la relación se enfría, la confianza se ve afectada de manera significativa.
- Aumenta el conflicto. Con la distancia de afinidad aumentan los malentendidos, hay más errores de interpretación y situaciones de conflicto que nos cuesta más trabajo abordar y resolver.
- La motivación se ve afectada. Con la distancia de afinidad, es muy difícil mantenernos conectados con los objetivos de la empresa o del equipo. Con el tiempo ya no entendemos nuestra aportación y la motivación se ve afectada.
En nuestro trabajo como coaches y consultores estamos viendo un incremento en las demandas relacionadas con este tipo de situaciones. Personas y equipos que se resienten y que están sufriendo a causa de esta distancia de afinidad que crece cada día un poquito más y que buscan ayuda, recursos y herramientas para transitar esta nueva realidad que ahora mismo nos ha venido impuesta, pero que ha llegado para quedarse. Una realidad que nos obliga a adaptarnos y a desarrollar nuevas habilidades relacionales, de comunicación y de liderazgo.
Nos encontramos ante el reto de generar nuevos modelos de liderazgo en remoto adaptados al entorno digital. Los líderes ahora tienen el desafío de priorizar el enfoque humanista en la relación con los equipos y de hacerlo de manera expresa y sostenida.
En nuestros cursos estamos ayudando a las empresas en este proceso de adaptación y dando herramientas a los líderes para una mejor gestión de sus colaboradores.
*Karen Sobel Lojesky define tres tipos de distancia para los equipos de trabajo:
Distancia física: Es la distancia existente entre dos personas que trabajan juntas. La distancia física es el menor de los desafíos para los equipos de alto rendimiento.
Distancia operativa Se refiere a la distancia operacional que existe entre personas que colaboran y trabajan juntas. Es decir, el manejo de equipos, sistemas, procesos y metodologías de trabajo. En ocasiones, se producen brechas en este plano Los grandes equipos tienen aquí una importante oportunidad de crecimiento y mejora. La selección de las herramientas adecuadas en cada momento es un desafío importante.
Distancia de afinidad es la distancia emocional que existe entre personas que trabajan juntas. Hace alusión al nivel de conexión existente entre las personas: El nivel de contacto, la confianza, la afinidad, la intimidad… Es el desafío más importante para los equipos de alto rendimiento.