POR LUIS LLORENTE

Los coaches somos muy pesados con esto de la responsabilidad. Es uno de los pilares en nuestras conversaciones. La responsabilidad tiene que ver con el hacerme cargo de las cosas que me ocurren (y no achacárselo a lo primero que pase), tiene que ver con lo que me corresponde y lo que no me corresponde y por tanto en lo que puedo intervenir y en lo que no.

Tener estos criterios aclarados nos beneficia cuando llegan tiempos duros, tiempos de dificultades individuales o colectivas y al menos pueden ser capaces de sosegar algunas de nuestras inquietudes.

Está claro que aunque en una pandemia como el Covid19, nuestras responsabilidades no tengan una relación directa con el desastre es fácil que nuestra vena victimista salga y achaquemos al desastre que nos ha tocado vivir algunas de las cosas que siguen siendo nuestras y que sabemos que estaban ahí cuando llegó el virus y que, de no asumir nuestras responsabilidades seguirán estando. “Ya antes estaba irritable con los niños y , claro, lo he seguido estando e incluso las circunstancias han endurecido la relación”, o “mi jefe y yo no nos llevábamos demasiado bien y el teletrabajo ha abierto una brecha mayor en la relación” o “mi mujer y yo estamos muy raros después de este periodo, pero, ¿No es verdad que la cosa venía de antes?”

La factura de la responsabilidad en tiempos difíciles, LA FACTURA DE LA RESPONSABILIDAD EN TIEMPOS DIFÍCILES

Hay una tendencia a responsabilizar a otros o a las circunstancias de cuestiones en las que uno mismo está involucrado; esta actitud, si bien nos ayuda a mantener a veces nuestra autoestima o nuestra tranquilidad, es altamente perjudicial, porque nos paraliza. Desde el observador “Víctima”, soy un mueble, no puedo actuar ni hacer nada para cambiar la situación, y tengo que resignarme a que otros tengan que trabajar para solucionarme la situación.

Sin embargo, si nos convertimos en un observador que reconoce y toma su responsabilidad, analizando qué ha pasado, qué rol he jugado yo en lo que ha pasado, aprendiendo para que no vuelva a suceder; si entrenamos el ser conscientes de cómo hemos intervenido en ser parte del problema y además aprendemos de lo ocurrido para evitar que nos vuelva a suceder, quizá estaremos haciéndonos un favor.

Como nos manejamos mejor con preguntas, tendría que ver con algunas como éstas: dada la situación, ¿qué quiero yo respecto de esta situación?, ¿de qué me voy a hacer cargo yo?, ¿qué elijo hacer?, ¿qué voy a hacer?.

Y después está la responsabilidad colectiva, teniendo que vencer ese obstáculo tan difícil que es pensar que somos especiales y a nosotros no nos afectan las normas, el no querer hacernos cargo de nuestra parte proporcional de responsabilidad colectiva. En situaciones límites, mantener una postura equívoca es fácil, pero viviremos mejor si asumimos ya sea una u otra decisión respecto a normas o a cualquier otra cuestión oficial, desde lo que para nosotros signifique adoptar y asumir esa responsabilidad.

Quizá como especie se nos olvide a veces que formar parte indisoluble de este sistema en el que vivimos nos hace a todos responsables de todo lo que ocurre.