Las distinciones son poderosas herramientas para utilizar en los procesos de coaching. Son como pequeñas “píldoras de conocimiento” que podemos usar en las sesiones de muchas maneras diferentes para generar aprendizaje. Ayudan a los clientes a tomar conciencia de algo nuevo, a ver determinadas situaciones desde un ángulo diferente.

Si eres un lector habitual de este blog seguramente has tenido acceso a algunas de ellas, las vamos publicando y almacenando en nuestro diario de distinciones y son siempre los contenidos más leídos y visitados, los que atraen más la atención.

Yo creo que esta atracción se debe a que la simple lectura de una distinción genera a menudo un impacto importante. Tomamos conciencia de algo en lo que antes no habíamos reparado y esta nueva conciencia, esta nueva distinción, abre nuevos espacios de posibilidad en los que podemos operar y actuar, y tal vez obtener resultados diferentes.

El coach necesita tener algunas distinciones que a menudo el cliente no tiene. Solo así podrá hacer visible lo transparente.

Pongamos como ejemplo la distinción preocuparse / ocuparse. Para muchas personas preocuparse es una manera de ocuparse. A menudo escucho este tipo de reflexiones de mis clientes:

—Yo me preocupo por… (mi empresa, mi equipo, mi familia…) Sería un irresponsable si no lo hiciera.

La realidad es que cuando nos preocupamos no estamos haciendo nada más que dar vueltas en la cabeza a pensamientos acerca de cosas más o menos terribles que podrían suceder en relación a cierto tema. Esto no beneficia en nada a nuestra empresa, a nuestro equipo o a nuestra familia… Me atrevería a decir que al contrario, más bien genera carga, tensión, irritación. Nuestros hijos no se benefician de ninguna manera por el hecho de que pasemos la noche en vela, preocupándonos por ellos, llenándonos de ideas amenazantes, generando emociones de miedo y produciendo cortisol y adrenalina a nivel bioquímico. Al contrario, se sentirían mucho mejor sabiendo que confiamos en ellos y en sus recursos, habilidades y capacidades. Impactaría positivamente en su autoestima, se sentirían más seguros y capaces.

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Entender esta distinción es un primer paso que nos permite observar la situación desde otro prisma. Esta nueva mirada, puede hacer que experimentemos comprensiones tan profundas que impactan directa e inmediatamente en nuestra manera de actuar, en nuestro comportamiento. Otras veces, la mayoría, el proceso es más lento y exige trabajo, compromiso y repetición, hasta generar nuevos hábitos más saludables.

Los coaches acompañamos a nuestros clientes en este proceso reflexivo y para ello nos entrenamos para saber escuchar e intervenir con la distinción que esté emergiendo en la conversación:

1. Escuchar la distinción

Es decir, escuchar al cliente y darnos cuenta de que hay una distinción que le está faltando o que le podría ser útil para ampliar su nivel de conciencia, su campo de observación.

Escuchar este “vacío” es una manera de escuchar más allá de lo que el cliente dice. Nos permite también darnos cuenta de lo que no dice, de sus creencias, de su emocionalidad, de su accionar.

Ahora bien, para poder escuchar esa parte más velada, el coach necesita tener algunas distinciones que a menudo el cliente no tiene. Solo así podrá hacer visible lo transparente. De lo contrario, pasará desapercibido.

Siguiendo con el ejemplo anterior, si un cliente se expresa desde la preocupación y dice cosas como “lógicamente me preocupo, cómo no me voy a preocupar…” el coach podrá intervenir en la medida en que tenga integrada esta distinción. De lo contrario, el comentario le resultará de lo más natural, pasará desapercibido y la oportunidad de aprendizaje se perderá.

Para incorporar una nueva distinción tenemos que conocerla, por supuesto, pero también necesitamos rumiarla, desmenuzarla, digerirla.

Conocer una distinción y tenerla integrada son dos cosas diferentes. Podemos conocer muchas distinciones a nivel intelectual, leer sobre ellas, saber de su existencia, pero se requiere algo más para poder tenerlas disponibles. Hace falta haberlas integrado, tienen que pasar a formar parte de nuestro propio sistema de creencias, necesitamos tenerlas incorporadas en el sentido más literal de la palabra (in corpore, en el cuerpo).

Para incorporar una nueva distinción tenemos que conocerla, por supuesto, pero también necesitamos rumiarla, desmenuzarla, digerirla. Cada distinción puede ser trabajada en diferentes dominios (emocional, lingüístico, corporal) y en diferentes niveles de profundidad, desde lo más obvio a lo más sutil. Solo así se convertirá en una herramienta disponible en las sesiones de coaching.

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2. Intervenir desde la distinción

Si somos capaces de ver o escuchar eso que está faltando, la intervención aflorará con facilidad. Lo más frecuente será intervenir haciendo una pregunta. Siguiendo con nuestro ejemplo:

—Para qué te sirve para la noche en vela? ¿Qué resultado obtienes?
—¿Para qué te sirve pasar la noche en vela? ¿Qué resultado obtienes?
—¿Qué precio pagas al preocuparte de esa manera?
—¿Cómo afecta a tus hijos tu preocupación?

Este tipo de preguntas las hacemos desde la distinción, desde un lugar en el que tenemos esta distinción incorporada, no es transparente para nosotros, por eso podemos poner foco y pedir al cliente que se detenga un momento en su relato y reflexione sobre lo que está aflorando.

Otro tipo de intervención son las devoluciones. Por ejemplo:

—Se me ocurre que no es lo mismo preocuparse que ocuparse. ¿Qué opinas?
—Hay personas que se preocupan mucho… pero luego se ocupan poco… ¿Cómo lo ves?

También podemos usar frases, citas, proverbios y aforismos:

—Churchill decía: Pasé más de la mitad de mi vida preocupándome por cosas que jamás iban a ocurrir.
—Hay un proverbio que dice que un día de preocupación es más agotador que una semana de trabajo.
—La preocupación es como una mecedora: te da algo que hacer pero nunca te lleva a ninguna parte.

Muchos coaches utilizan los los relatos, el story telling, como una manera de generar aprendizaje. Los seres humanos amamos las historias, activan nuestro cerebro bioquímicamente, favorecen la segregación de oxitocina y generan emociones que favorecen el aprendizaje. Un buen relato puede llegar a ser profundamente transformacional.

De manera que, siguiendo con nuestro ejemplo, finalizaré este post con este cuento anónimo, extraído de internet:

HISTORIA DE UN COMERCIANTE

Un comerciante contrató a un carpintero para reparar una vieja granja. Como el comerciante era de esas personas a las que les gusta tener todo bajo control y le preocupaba que el trabajo no quedase bien, decidió pasar un día en la casa, para ver cómo iban las obras.

Al final de la jornada, se dio cuenta de que el carpintero había trabajado mucho, a pesar de que había sufrido varios contratiempos (su cortadora eléctrica se estropeó y le hizo perder horas de trabajo, además su coche también se negó a funcionar) así que el empresario se ofreció para llevarle a casa.

El carpintero no habló durante todo el trayecto, visiblemente enfadado y preocupado por todos los contratiempos que había tenido a lo largo del día. Sin embargo, al llegar invitó al comerciante a conocer a su familia y a cenar, pero antes de abrir la puerta, se detuvo delante de un pequeño árbol y acarició sus ramas con ambas manos, durante pocos minutos.

Cuando abrió la puerta y entró en la casa, la transformación era radical: parecía un hombre feliz. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. La cena transcurrió entre risas y una animada conversación. Al terminar la velada, el carpintero acompañó al comerciante al coche. Cuando pasaron por delante del árbol, éste le preguntó:

– ¿Qué tiene de especial ese árbol? Antes de entrar estabas enfadado y preocupado, y después de tocarlo eras otro hombre.

– Ese es el árbol de los problemas – le respondió el carpintero. – Sé que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego, en la mañana, los recojo otra vez. Lo divertido es – dijo sonriendo- que cuando salgo en la mañana a recogerlos, ni remotamente hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior.

Esa noche, el rico comerciante aprendió una de las lecciones más valiosas de su vida.

Coaching con las distinciones, El trabajo en coaching con las distinciones

Miriam Ortiz de Zárate

Socia directora del CEC.
Coach MCC por la International Coach Federation.
Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid.

Ha realizado estudios de especialización en Coaching individual y de equipos, coaching sistémico, coaching corporal, coaching energético, Psicoterapia Gestalt, Psicoterapia Integrativa, Eneagrama, Constelaciones Familiares y Organizacionales, Bioenergética, etc. (Instituto de Empresa, Centro de Estudios Garrigues, Escuela Europea de Coaching, Escuela Madrileña de Terapia Gestalt, Programa SAT de Desarrollo, IPH, Fundación Claudio Naranjo, Fundación Tomillo, Improving Network, Sensum Systemic, Instituto Hellinger de Holanda, Talentum, Emana, etc.)

Facilitadora del Curso Distinciones en el CEC.