La neurociencia más reciente está empezando a hablar del cerebro corporeizado. De cómo los pensamientos están efectivamente en nuestra mente y nuestro cerebro, pero la información, mucho mayor que los conscientes pensamientos, está en todo el cuerpo. En los diferentes órganos, en la sabiduría corporal.
Cada vez es más evidente que no podemos ir más allá de lo que nuestro cuerpo pueda abarcar. Y nuestro cuerpo abarca solo aquello que nuestra mente se atreve a afrontar. Estamos acostumbrados como coaches a entender que tenemos que trabajar las creencias, generar un espacio para que el cliente pueda modificarlas, cambiarlas, sus juicios y paradigmas. Ahora, algo nuevo aflora, que este trabajo necesita a su vez de un trabajo desde el cuerpo para que los cambios sean realmente algo que se consolide de forma estable.
Por eso es tan importante el plan de acción. Porque en ese momento, el cliente y su cuerpo están en movimiento y el cuerpo aprende en la experiencia de la acción, se adentra en nuevos espacios y abre posibilidades a la mente.
El trabajo a través de un acercamiento corporal supone trabajar creencias, paradigmas y juicios muy profundos del cliente. Incluso en el plano no consciente. El inconsciente está en nuestro cuerpo… es información corporeizada. Es información de la cual el cliente no tiene conocimiento, pero que afecta a la forma en la que se relaciona con el mundo y condiciona sus acciones.
Trabajar corporalmente supone trabajar de abajo arriba, construyendo el aprendizaje del cliente desde la sensación corporal.
Al trabajar directamente en el cuerpo, podemos hacer que la persona trabaje sus tensiones emocionales más profundas desde un lugar de recursos
Todas las creencias, juicios, nos confrontan y nos obligan a escoger entre serles leales o no. Esta confrontación es una tensión emocional siempre. Una tensión emocional que muchas veces no sabemos gestionar y esa falta de capacidad hace que sigamos leales a nuestros juicios. Las emociones son reacciones fisiológicas y por tanto corporales y las tensiones emocionales en el cuerpo se traducen en tensiones musculares en nuestro cuerpo. Cuando el cuerpo se tensa, reduce la capacidad de acción y limita las posibilidades.
Al trabajar directamente en el cuerpo, podemos hacer que la persona trabaje sus tensiones emocionales más profundas desde un lugar de recursos, desde un lugar que el cliente puede saberse gestionar sin desbordarse. Trabajamos en la llamada zona intermedia, en la frontera entre la caja de confort del cliente y el espacio de excesiva incertidumbre. En el límite. Esa zona en la que, si creamos un entorno seguro, el cliente se atreverá a actuar de forma diferente, aunque sea solo durante la sesión.
Todos estos movimientos cotidianos, gestos y formas de estar corporalmente en el mundo, pueden ser modificados, trabajados, apoyados, y son recursos corporales.
Así, si queremos que nuestro cliente trabaje su confianza en si mismo, trabajaremos corporalmente todo el rato sus apoyos. La forma en la que pisa, la forma en la que anda. La forma en la que se sienta y como se levanta. Si su cabeza tira de él al levantarse o si lo hace apoyado en el tren inferior corporal que son sus piernas.
Trabajaremos cómo ocupa el espacio, cómo está erguido, cómo coloca inconscientemente la espalda, cómo mira y a dónde, cómo mueve los brazos y las manos y cómo puede modificar todo esto construyendo recursos de abajo arriba y siendo consciente de sus apoyos.
Los recursos corporales suman a favor de la sesión y de la indagación y establecen un escenario de mayor posibilidad para nuestro cliente.
Todos estos movimientos cotidianos, gestos y formas de estar corporalmente en el mundo, pueden ser modificados, trabajados, apoyados, y son recursos corporales para que su cuerpo encuentre las fuerzas suficientes para, de abajo arriba, trasladar una información global a través del llamado marcador somático de que la forma en la que el cliente estaba evaluando su entorno y la gestión emocional acorde a esa evaluación, puede ser modificada, ampliada, flexibilizada y por tanto transformada en una forma de mirar más acorde a los objetivos que el cliente tiene ahora en su vida.
Así, la vasija, el cuerpo del cliente, abre espacio a la mente, y construimos de abajo arriba una serie de recursos que permiten al cliente en la sesión afrontar y encarar juicios o creencias que se sentía incapaz de cuestionar. Los recursos corporales suman a favor de la sesión y de la indagación y establecen un escenario de mayor posibilidad para nuestro cliente.
El cuerpo es algo más que el sostén de nuestra alma. Es algo inseparable de nosotros. Somos mente, corazón, alma y cuerpo de manera indivisible. Y trabajar dejando fuera del proceso al cuerpo, significa diseccionar a nuestro cliente desde una mirada arbitraria y por tanto reducir su potencial y su capacidad de crecimiento.
Los coaches solemos tener una tendencia a sentir que necesitamos herramientas para incrementar la forma en la que podemos ayudar a nuestros clientes. El trabajo desde el enfoque corporal da respuesta a esta necesidad, no sólo por suponer incorporar una enorme cantidad de herramientas, sino porque nos abre los ojos y las puertas a una nueva dimensión del ser humano y de sus posibilidades de aprendizaje y transformación.
José Manuel Sánchez
Director del Programa de Especialización en Coaching Corporal
José Manuel Sánchez es Socio Fundador del CEC.. Su pasión es el coaching y el desarrollo humano en el ámbito profesional. Actualmente se dedica al desarrollo directivo y al coaching individual y grupal. Es Coach PCC por la ICF, formado en coaching ejecutivo, coaching de equipos y coaching sistémico. Es terapeuta Gestalt y Transpersonal. Formado en el programa SAT en Eneagrama y en Coaching Corporal por NewField. Ha realizado el programa PCI en In Copore y es facilitador de Seitai y de trabajo energético en el cuerpo. Es formador de meditación y Mindfulness e Instructor CCT del Compassion Institute.