Esta es una afirmación común entre los alumnos de formación en el Programa de Certificación de Coaching.
Al finalizar la formación, la mayor parte de los participantes declaran cosas como, “este curso supone un antes y un después en mi vida”, “el coaching ha cambiado mi vida”, “esto es un punto de inflexión”, y expresiones similares.
Probablemente estas afirmaciones son ciertas, no son solo fruto de la euforia emocional del grupo o del deseo de pertenencia a algo. No son expresiones propias del momento puntual. Años después, esas mismas personas siguen pensando igual.
Estamos hablando de declaraciones muy grandes. Cambiar la vida de uno no es algo baladí.
Además, son frases dichas por personas de todas las edades, desde 25 hasta 65 años. Y ya tienen que haber pasado cosas en la formación para cambiarle la vida a alguien de 40, 50 o 60 años.
¿Qué es lo que ha pasado realmente? ¿Qué se supone que ha hecho el coaching o el formarse como coach para que se produzca este impacto tan enorme en las personas?
Si partimos de la base de que estas afirmaciones son ciertas. Estas personas han descubierto algo transformador a lo largo de la formación.
Algo nuevo, y de alguna manera revolucionario. Algo que hasta ese momento estaba oculto o en un plano menos consciente, o como queramos expresarlo.
¿Qué es ese algo? ¿Qué han descubierto? Y ¿Por qué sucede una y otra vez? En todos los grupos, en todos los alumnos de alguna forma u otra. ¿Qué tiene el coaching o la forma de enseñarlo que provoca este impacto tan evidente?
La respuesta es tan evidente y sencilla que es abrumadora. Para poder formarse como coach, el alumno tiene primero que hacer un viaje de autoconocimiento.
En definitiva, tiene que mirarse asimismo y empezar a aprender quién es, cómo es, por qué hace lo que hace, incluso cuando no desea hacerlo, qué hay detrás de sus creencias y comportamientos, cómo es su relación con su cuerpo y con sus emociones.
Qué le mueve, a qué tiene miedo. Qué hay detrás de su rabia cuando la expresa o cuando no se atreve a expresarla. Donde está la semilla de su coraje. Y también, aprender quien no es, quien a veces actúa en el mundo, pero no es realmente su ser.
Cómo se defiende del peligro “no siendo” o escapa hacia diferentes “no seres” que ocupan su día a día.
Conocerse a uno mismo, es una inmensa aventura que una vez iniciada te cambia la vida. Eso es lo que ocurre cuando te formas como coach.
Y no es patrimonio del coaching, claro que no, hay otros muchos caminos en los que uno recorre el sendero del autoconocimiento. El coaching es unos de ellos. Y para mí, uno de los más transformadores.
Y esto es debido a que cuando te formas para acompañar a otros, y entrenas esta actividad, en esas mismas sesiones de prácticas, se pone en evidencia tu propio proceso y no funcionará hasta que no atravieses tu proceso.
No será suficiente con entenderlo, conocerlo, escucharlo, sino que se debe atravesar, afrontar y sostener para que después uno aprenda a estar para otro.
Por ese motivo, el coaching cambia la vida de los alumnos, porque se conocen así mismos y se entrenan en la integración de todo esto al trabajar en acompañar a otros.
Esta es también la explicación de por qué un tercio de los alumnos que acuden a nuestra escuela no quieren abandonar sus profesiones que les gustan y, sin embargo, se forman como coaches. El motivo es porque el viaje les ayuda a crecer como personas y también como líderes.
En lo más profundo estamos hablando del viaje de la vida. Del viaje del ser humano en busca de su sentido y de quién es.
Todos deseamos alcanzar nuestros sueños y retos, superar dificultades, ser capaces de gestionar los momentos difíciles de la vida y, sobre todo, ser felices y no sufrir.
Deseamos encontrar el sentido de nuestra existencia y tratamos de aprender a gestionar el mundo que no está aquí, para cuidarnos o apoyarnos, sino que simplemente está.
El crecimiento de los alumnos que desean ser coaches es aprender a conocerse y tratar de evitar entorpecer el proceso de sus futuros clientes con sus propias dificultades humanas.
Es saber cual es su viaje y cuales son sus sombras para no proyectarlas en el cliente y así evitar tratar de salvarlo como deseamos ser salvados, o tratar de deslumbrarlo para que nos miren con admiración y sentirnos queridos, tratar de dar lecciones porque deseo ser visto como inteligente, o simplemente no retar o confrontar al cliente porque deseo que no haya tensión entre nosotros.
El crecimiento de los líderes es poder sostener los momentos de incertidumbre y ser la referencia de su equipo, mantener el foco y la calma sin perder la energía necesaria para que las cosas ocurran, atender a los colaboradores en su desarrollo y retarlos en la medida de sus posibilidades.
Para esto, el líder debe conocerse, saber cuando su miedo lo ha atrapado y maneja sus decisiones, saber cuando no sostiene la tensión y, por tanto, aprender a crecer y sostener lo que hasta ahora no era capaz de sostener.
Asumiendo que el miedo vendrá y que tener razón no es suficiente, y que cocrear o generar es un trabajo constante y no siempre en línea recta.
Y el crecimiento de cualquier persona, es aprender a entender cuando actúa para conseguir amor, aceptación, pertenencia, y cuando ese actuar es automático y ni siquiera es deseado.
Es aprender a entender quien “no soy” para empezar a mirar a la cara del espejo de “cómo me comporto” y finalmente afrontar hacerlo diferente.
En definitiva, estamos de nuevo ante las palabras de Agustín de Hipona, conocido como San Agustín al que llamaban el “doctor de la gracia” y que hace más de 1.600 años ya declaró en una sola frase todo el proceso de crecimiento de la consciencia del ser humano y que también representa el proceso de aprendizaje de los alumnos del Programa de Certificación de Coaching y el viaje de transformación que para los clientes supone atravesar un proceso de coaching.
La frase es simple, directa y sencilla y con una gran carga de profundidad como las preguntas más movilizadoras de un coach. Tras leerla, poco hay que añadir salvo asentir.
Dice así:
“Conócete, acéptate y supérate”
Añade, “No vuelvas fuera, vuélvete a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad. El pasado ya no es. Y el futuro no es todavía. La sabiduría no es otra cosa que la medida del Espíritu; es decir, la que nivela el espíritu para que no se extralimite, ni se estreche”.
“No vuelvas fuera, vuélvete a ti mismo”. El viaje real, el viaje al conocimiento y al crecimiento, el viaje para adquirir los recursos, para superar la adversidad o alcanzar los objetivos, es hacia dentro, hacia lo que nos pasa, y hacia lo que nos pasa con lo que nos pasa.
“En el hombre interior habita la verdad”. Es aprender a entender como me relaciono con la vida, y a descubrir que puedo hacerlo de otras muchas formas y que muchas de ellas, son más adecuadas para mí y mi felicidad.
Termino con otra frase, más bien un verso, que representa lo mismo, el viaje interior como única fuente de aprendizaje transformacional. Es del poeta Juan Ramón Jiménez hace tan solo unos 100 años y dice así.
“No corras, ve despacio, que a donde tienes que ir es a ti mismo”.
JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ
José Manuel Sánchez es Socio Fundador del CEC. Su pasión es el coaching y el desarrollo humano en el ámbito profesional. Actualmente se dedica al desarrollo directivo y al coaching individual y grupal.
Es Coach PCC por la ICF, formado en coaching ejecutivo, coaching de equipos y coaching sistémico. Es terapeuta Gestalt y Transpersonal. Formado en el programa SAT, en Eneagrama y en Coaching Corporal por NewField. Ha realizado el programa PCI en In Copore y es facilitador de Seitai y de trabajo energético en el cuerpo. Es formador de meditación y Mindfulness e Instructor CCT del Compassion Institute.
Codirector del Programa Certificación de Coaching en CEC.