La palabra sacrificio no está muy de moda últimamente. A menudo escucho decir que las generaciones más jóvenes han perdido el espíritu de sacrificio que mostraban nuestros padres o nuestros abuelos. Sin embargo, yo creo que vivimos en una cultura en la que todavía están muy presentes creencias muy arraigadas como “el mundo es un valle de lágrimas”, “la vida es dura”, “la vida es lucha”. Creemos que para conseguir cosas tenemos que sacrificarnos y sufrir, auto-exigiéndonos más y más, viviendo en constante estado de tensión y de estrés, postergando el descanso o el disfrute. He tenido muchos clientes de coaching que parecían vivir bajo el mandato de “haz más”, “haz más deprisa”, “esfuérzate”, “no es suficiente”…
Sin embargo, ésta no es la única manera de conseguir nuestros sueños. Hay un lugar en el que las cosas pueden conseguirse con pasión con ilusión, disfrutando del viaje, del proceso y del aprendizaje. Son estados de gran fluidez que todos hemos experimentado en algún momento de nuestras vidas, en los que por supuesto podemos realizar esfuerzos importantes, pero los vivimos desde un lugar diferente.
Cuando vivimos instalados en el sacrificio, ponemos nuestra mirada en el objetivo (en el resultado) y nos encaminamos hacia ello con empecinamiento, con todas nuestras fuerzas, apretamos los dientes y tiramos hacia adelante sin disfrutar del viaje. A menudo perdemos la conexión con nosotros mismos, con nuestros valores, necesidades, preferencias y actuamos más bien movidos por lo que se espera de nosotros, por lo que hemos aprendido. Es como si nos viéramos obligados a utilizar un motor externo que se rige por la exigencia y por el miedo y que está hecho de órdenes y mandatos: “tienes que esforzarte”, “haz más”, “más deprisa”, “no es suficiente”, “no pares”, “qué van a pensar de ti si no lo logras”.
Cuando somos capaces de vivir nuestros objetivos con pasión, la energía cambia totalmente. Somos capaces de esforzarnos y de realizar sacrificios, pero lo hacemos desde un lugar totalmente diferente. Podemos llegar a desplegar la misma cantidad de energía y de recursos, pero somos capaces de mantenernos presentes en el aquí y ahora, podemos disfrutar del viaje, aprender de los errores, celebrar los progresos y entusiasmarnos con los pequeños avances.
La emoción de la pasión es muy diferente de la del sacrificio, es una emoción de alegría y de ilusión, que emana de la clara conciencia personal de estar haciendo lo que queremos, viviendo la vida que hemos elegido, persiguiendo el objetivo que nos apasiona, aquello que sale de lo más íntimo de nuestro ser.
Un buen ejemplo de esta distinción podemos encontrarla en nuestra propia infancia, recordando cómo jugábamos de niños, cómo nos organizábamos y cómo disfrutábamos construyéndonos un refugio en algún lugar poco accesible, planeando una excursión en bicicleta, fabricando una ballesta o explorando territorios desconocidos. Jugábamos con intensidad, con ilusión, con alegría, con curiosidad, le dábamos la máxima importancia a nuestro proyecto, podíamos poner toda nuestra energía y nuestros recursos, cooperábamos, disfrutábamos, aprendíamos…
Y luego, en el colegio, muchas veces nos encontrábamos con todo lo contrario, un ambiente que, en vez de fomentar la ilusión, la curiosidad y la motivación, generaba miedo y desconfianza. Allí nos inculcaban otros principios, nos enseñaban la importancia del esfuerzo, del sacrificio, de la renuncia y la postergación y aprendíamos cosas que nos interesaban poco, con métodos que nos mataban de aburrimiento, cumpliendo los mandatos de padres y maestros.
¿Cómo sería el mundo de la escuela si los educadores aprendieran a utilizar esa curiosidad natural de los niños, esa capacidad para apasionarse y aprender? Poco a poco vamos viendo progresos en esta dirección y seguramente en los próximos años viviremos una auténtica revolución en el ámbito educativo.
¿Y en el mundo de la empresa?, ¿alguna vez has tenido la experiencia de trabajar con pasión?, ¿eres capaz de generar en tus equipos la atmósfera adecuada para que se apasionen en su trabajo?
Miriam Ortiz de Zárate
Socia directora del CEC.
Coach MCC por la International Coach Federation.
Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid.
Ha realizado estudios de especialización en Coaching individual y de equipos, coaching sistémico, coaching corporal, coaching energético, Psicoterapia Gestalt, Psicoterapia Integrativa, Eneagrama, Constelaciones Familiares y Organizacionales, Bioenergética, etc. (Instituto de Empresa, Centro de Estudios Garrigues, Escuela Europea de Coaching, Escuela Madrileña de Terapia Gestalt, Programa SAT de Desarrollo, IPH, Fundación Claudio Naranjo, Fundación Tomillo, Improving Network, Sensum Systemic, Instituto Hellinger de Holanda, Talentum, Emana, etc.)