Juan ha sido contratado en una consultora de marketing digital, es su primer día y está nervioso. Quiere causar buena impresión, así que se ha dicho a sí mismo que primero debe escuchar y después poco a poco ir interviniendo.
No quiere meter la pata. Le han asignado un equipo y no quiere entrar como un elefante en una cacharrería. Al hablar con un colega de su mismo nivel en el área de marketing, le indaga sobre ¿cómo se suelen hacer aquí las cosas?
Y ahora yo os pregunto y me pregunto. Y esto por qué. Por qué no entrar tomando decisiones y actuando como él suele hacerlo. A qué se debe esta cautela de no irrumpir.
En otro lugar, María, una niña de 15 años, ha sido invitada a pasar un fin de semana en la playa, en casa de una amiga. María tiene muchas ganas de ir y cuando su madre le está ayudando a hacer la maleta le dice: Pórtate bien. No hagas nada fuera de lugar.
La niña asiente y en su primera comida con su amiga y su familia, en presencia de los padres, los hermanos y la abuela de su amiga, ella no sabe como comportarse en la mesa.
Permanece quieta observando cómo se comportan los demás para intuir si hay permiso o no para coger el pan, o si éste lo sirve alguien de la familia, o hay un orden o ritual alrededor de esto o de cualquier otra cosa en la mesa.
María no quiere hacer nada fuera de lugar. No quiere hacer algo que vaya en contra de las formas de actuar de la familia. No quiere desentonar y quiere ser uno más en la medida de lo posible.
Y yo os pregunto y me pregunto, por qué. Para qué esta cautela. Acaso María no ha sido educada, ¿por qué no comportarse en la mesa con naturalidad y actuar como ella suele hacerlo en casa?
En un tercer lugar, en el Centro de Estudios del Coaching, me encuentro yo, José Manuel, dando una clase. Estoy en la primera sesión del Programa de Certificación de Coaching y estoy hablando de las creencias del coach a los alumnos recién llegados.
Les hablo de cómo el coach cree que el cliente tiene dentro de sí todo el potencial para alcanzar sus objetivos y tiene la capacidad de encontrar el camino hacia sus propios recursos para conseguir esto.
Les digo que el coach no duda de su cliente y de que logrará sus objetivos, y que no rebaja el objetivo del cliente introduciendo su propio mapa para hacerlo más “realista”.
Y en ese momento Antonia, una alumna del curso, pregunta: Pero, ¿y si te viene a una sesión una persona en silla de ruedas y te dice que su objetivo es subir al Everest, tú le aceptas ese objetivo y sigues creyendo que puede alcanzarlo?
En ese momento me dan ganas de decirle a Antonia, que en más de 15 años de profesión y miles de horas de experiencia haciendo coaching, nunca me ha venido un cliente en silla de ruedas pidiendo subir al Everest.
Y además que aún así, yo como coach no pondría en duda el objetivo de mi cliente, quien sabe, igual contrata un helicóptero. Pero la clave, en relación con lo que hoy nos atañe, es ¿por qué esta pregunta? ¿Cuál es la necesidad que impulsa a Antonia a preguntar esto?
Es suficiente con tres ejemplos, los tres reales de mi experiencia con clientes y alumnos, pero se podría decir, que en todas partes a lo largo del planeta, están sucediendo situaciones similares, en algunos casos con mayor o menor perjuicio para la persona protagonista.
Y esto ¿por qué? ¿Cuál es la necesidad humana global que busca este tipo de acciones, cautelas, preguntas? ¿Qué genera estos miedos e incertidumbres?
La respuesta está en nuestra necesidad de pertenecer. La profunda necesidad de formar parte de un grupo como consecuencia de nuestra constante búsqueda de seguridad biológica y emocional. Si no sentimos la pertenencia, nos sentimos en peligro.
La supervivencia en el medio plazo no está asegurada y esto es algo que nos atrapa y no nos deja avanzar. Con tal de pertenecer, los humanos estamos dispuestos a hacer casi cualquier cosa.
Ya escribí sobre esto en otra publicación que podéis consultar pinchando aquí (pertenencia).
Sin embargo, los ejemplos que he puesto no hablan de pertenencia o al menos no directamente. Hablan de actuar de acuerdo con rituales de comportamiento de los sistemas o de la necesidad de conocer de alguna forma donde están los límites de las acciones para saber que es apropiado o no.
Estamos hablando de conocer qué es lo que se debe o no se debe hacer en un determinado sistema.
Juan en su nuevo trabajo, María en casa de su amiga o Antonia, mi alumna, que pretende entrar en el sistema de la profesión de coach.
Los tres quieren pertenecer o ser aceptados en estos sistemas y desean cumplir con los rituales, comportamientos habituales o costumbres que estos sistemas tienen establecidos.
Estamos hablando del orden. Del segundo principio sistémico que los humanos necesitamos cuidar para sentirnos seguros y a salvo. Si cumplimos con el orden o los órdenes establecidos en un sistema, el sistema no se resentirá con nuestra presencia y nos admitirá.
En definitiva, cumplir con el orden es cumplir con las normas, con lo que está permitido en el sistema, no hacer lo prohibido o no aprobado o simplemente disruptor o diferente.
El orden se refleja en rituales de pertenencia que los sistemas tienen y que en ellos se reconoce quien es uno de los nuestros y quien no.
Así Juan no irrumpirá en su nuevo cargo sin respetar o conocer cómo se hacen las cosas en la organización.
María no hará algo fuera de lugar en la mesa en la cena con la familia de su amiga y podrá sentir que es admitida.
O Antonia podrá hacerse una idea de hasta qué punto debe creer que sus clientes son capaces, donde está el límite de esta creencia, como buscando no hacerlo mal.
De la misma manera que no podemos sostenernos sin pertenecer, tampoco podemos sostenernos sin cumplir con el orden.
Sin saber a qué atenernos, cómo funcionan las cosas, cómo se gana y como se pierde o simplemente ¿cómo se hacen las cosas para parecer uno más?
Cuando la conciencia individual no cumple con el orden, el sistema se resiente. Una nueva jefa que llega a dirigir un equipo y desde el principio habla de cambios y de que se tiene que empezar a hacer las cosas bien.
El sistema, su equipo, sentirá que no se honra el pasado, orden, que no se les ve y que ella que ha llegado la última no tiene ni idea de cómo son las cosas y ya está actuando como si lo supiera todo. Orden de nuevo.
En mi experiencia como coach sistémico individual en muchas ocasiones una sesión tenía como fondo un orden que no se ha respetado en la pareja, en el entorno de trabajo o en otras facetas de la vida. Yo puedo hablar mal de mis padres, pero tú no, no hay permiso… por ejemplo.
En mi experiencia como coach de equipo o de intervenciones sistémicas en organizaciones, siempre trato de que el cliente me hable de sus problemas, no de sus necesidades.
Las necesidades suponen que el cliente ha hecho un diagnóstico de sus problemas y ha decidido una determinada solución, y me llama para que ejecute esa solución. Esa no es mi mirada.
Yo necesito escuchar los problemas, aquello que viven como problemático, lo que ellos no quieren que siga ocurriendo. A veces entrevisto a parte del equipo para escuchar esto.
Desde cuando viene pasando, etc… muchas veces las personas consideradas como problemáticas o rebeldes son las más interesantes sistémicamente porque evidencian los problemas.
Sacan a la luz lo feo de la situación, lo que no gusta o lo que está levantando tensión. Todo esto es esencial para poder mirar al problema y poder decirle “te veo”.
Entonces es cuando me hago siempre la siguiente pregunta. Este problema que viven los miembros del sistema desde su conciencia individual, ¿para qué puede estar siendo una solución para el sistema?
¿En qué se beneficia de esto el sistema o conciencia colectiva? Y ahí está el viaje, el viaje hacia lo no evidente que lo sistémico nos permite vislumbrar. Los problemas en la mirada sistémica no están para ser solucionados, no quieren esto, están pidiendo ser vistos. Solo así podemos empezar a entender lo que acontece.
En mi experiencia, la ausencia de respeto a algún orden suele ser algo de lo que el cliente es inconsciente. No tiene ese mapa, por tanto no lo puede ver, y muchos órdenes son pisoteados o traicionados.
El sistema entonces se revela imponiendo el orden, pero de tal forma que los elementos del sistema lo viven como problemas de personas concretas o de mal desempeño, etc…
El coach sistémico, con la idea previa de mirar los diferentes órdenes en diferentes planos que puedan estar involucrados en los hechos que nos demanda solucionar el cliente, entra respetando que es el último en llegar y el primero en irse, (orden) y desde ahí se pregunta lo no evidente.
Lo oculto. Las lealtades ocultas a diferentes sistemas y los órdenes traicionados que pueden estar concurriendo aquí y ahora en todo lo que acontece.
Un cliente desea tener reuniones a nivel nacional con todo su equipo de comerciales una vez al mes en Madrid. Presencial. El ambiente no funciona en el equipo. No hay sinergias. Analizamos el caso en detalle… qué está ocurriendo. Por qué no hay sinergias.
La ausencia de sinergias en qué beneficia al equipo…. La respuesta, tras analizar el caso, es que no son un equipo. No hay sinergias porque los resultados son mejores sin sinergias, aunque el ambiente no sea el de la camaradería de un equipo.
Trabajan de forma diferente, vendiendo cosas diferentes, a clientes y mercados diferentes y lo único que los une es que tienen el mismo jefe. Esto no es suficiente para ser un equipo, ni tienen porqué reunirse una vez al mes para poner en común lo que ocurre.
Esto que parece romper el buenismo actual del management, en esta organización, era lo que correspondía.
El líder tendrá que aprender a descubrir que es el líder de diferentes equipos aunque todos sean comerciales y todos formen parte de una misma organización. El orden no es un equipo sino varios.
En otras ocasiones lo que no se está respetando es el orden de los principios rectores de la organización. Si se transgrede ese orden. Los clientes se pierden.
Ejemplo: un restaurante es de comida casera, buena materia prima, precios ajustados y servicio rápido, local modesto, limpio, pero no demasiado cómodo ni elegante.
Decide arreglar el local, ponerlo moderno y más elegante y desde ahí se ve obligado a subir los precios. Para justificar esta subida empieza a hacer los platos más elaborados y contrata camareros y camareras más elegantes.
La materia prima por costes debe descender en calidad pero lo compensa con una cocina más elaborada.
La apuesta no sería una mala apuesta si se tratase de un restaurante que buscase que las personas se queden a cenar y pasen su ocio por las noches, la elegancia les da esa sensación de estar saliendo por la noche y haciendo algo menos habitual que la acción de diario.
Sin embargo, el principio esencial del restaurante era comida casera de calidad a precios ajustados. Ahora el local es más elegante y los platos algo más elaborados pero ya no son de tanta calidad.
El orden de los principios rectores se ha visto afectado y esto puede dar como resultado el fin del negocio.
Claro que los órdenes afectados no siempre son obvios como estos ejemplos y no siempre son fáciles de resolver.
Pero acostumbrarse a mirar con las gafas de lo sistémico, nos abre la posibilidad de tratar la situación desde una nueva perspectiva, y por tanto la posibilidad de traer soluciones a problemas que hasta ese momento persistían en el tiempo sin que nadie pudiera hacer nada para resolverlos.
JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ
José Manuel Sánchez es Socio Fundador del CEC. Su pasión es el coaching y el desarrollo humano en el ámbito profesional. Actualmente se dedica al desarrollo directivo y al coaching individual y grupal.
Es Coach PCC por la ICF, formado en coaching ejecutivo, coaching de equipos y coaching sistémico. Es terapeuta Gestalt y Transpersonal. Formado en el programa SAT, en Eneagrama y en Coaching Corporal por NewField. Ha realizado el programa PCI en In Copore y es facilitador de Seitai y de trabajo energético en el cuerpo. Es formador de meditación y Mindfulness e Instructor CCT del Compassion Institute.
Codirector del curso Coaching Sistémico en el CEC.