Toda relación de coaching, al igual que cualquier relación que podamos enmarcar en el ámbito del aprendizaje (ya sea coach y coachee, jefe y colaborador, maestro y alumno, padre e hijo, etc.), genera, en algún momento, manifestaciones de apoyo o de confrontación.  Un exceso de apoyo resultaría falso y poco auténtico. El exceso de confrontación produce resentimiento y la ausencia de ambos genera frialdad y desconexión. En los tres casos, las relaciones se deterioran.   Sin embargo, existe un lugar de equilibrio entre el apoyo y la confrontación, en el que las relaciones crecen y se fortalecen.

APOYAR LO GENUINO, CONFRONTAR LO INAUTÉNTICO

El coach es muy consciente de la importancia de este sano equilibrio y utiliza las herramientas del apoyo  y la confrontación de manera dinámica y sutil, con el objetivo de apoyar al coachee en todo lo que es genuino y confrontarle en todo lo que se percibe como inauténtico.

Habitualmente entendemos el apoyo y la confrontación como conceptos contrapuestos y fragmentados. En esta propuesta, hablamos más bien de un continuo a lo largo del cual podemos desplazarnos. Esto es lo que ocurre cuando nos encontramos en la experiencia de fluir durante una conversación, en esas situaciones en las que la conversación parece que cobra vida y los interlocutores simplemente se dejan ir; es como una danza en la que todo fluye y se hace fácil.

Cuando ocurre esto, podemos desplazarnos por el continuo del apoyo a la confrontación de manera sutil, dinámica, dejándonos llevar por ese baile. No estamos perdidos en nuestros pensamientos, preguntándonos “qué hace falta aquí”, “qué pregunta tengo que hacerle ahora”, “cómo le confronto con esto”…   simplemente ocurre. Estamos conectados con nuestra esencia, plenamente presentes y en una relación genuina e igualitaria, en la que aparecen las principales metacompetencias del coach: la presencia, la escucha profunda, la capacidad para aceptar incondicionalmente al otro, la autenticidad y la responsabilidad.

Por el contrario, hay otras situaciones en las que ocurre justo lo opuesto. Nos atascamos y nos enredamos en la conversación, perdemos ese punto de fluidez y nos desconectamos de nuestra esencia. La presencia disminuye, la escucha se hace más superficial, aparece nuestro ego que quiere dirigir, manipular, convencer o cuidar. Nos vamos a la cabeza, nos perdemos las intuiciones más valiosas, nos damos cuenta de cosas que dejamos pasar, preguntas que no hacemos, devoluciones que nos guardamos. Saltamos de un asunto a otro, perdemos el hilo, confundimos a nuestro cliente. Es en estos momentos cuando empezamos a preguntarnos: ¿por dónde sigo? ¿Qué hace falta aquí? ¿Le confronto con esto? ¿Cómo lo planteo? ¿Qué hago? ¡Me estoy perdiendo!

De manera que, cuando nos movemos por el continuo del apoyo/confrontación dejándonos llevar por ese baile de fluidez, no estamos en la cabeza, preguntándonos “qué hace falta aquí”, “qué pregunta tengo que hacerle ahora”, “cómo le confronto con esto”…  simplemente ocurre.

Mientras tanto, en el otro lado del continuo aparece el ego con sus automatismos, sus puntos ciegos y sus necesidades inconscientes: La necesidad de agradar (que nos quieran, que nos valoren, que nos aprecien),lLa necesidad de cuidar (que no sufra, que sea un camino fácil, que no se desborde, que no se desmorone), la necesidad de tener razón (que acepte mis puntos de vista, que vea lo que yo veo), la necesidad de que el otro actúe en una determinada dirección  (que haga tal o cual cosa), la necesidad de convertirnos en alguien imprescindible para el otro (que no pueda vivir sin mí), la necesidad de controlar, que no haya sorpresas, que no me/nos altere, etcétera.

No creo que ningún coach, por muy senior que sea, se mantenga de manera permanente en su esencia. Hay muchas situaciones, que hacen que perdamos este centro una y otra vez. Lo importante es estar atentos y darnos cuenta, para poder encontrar el camino de regreso cuanto antes. De ahí la importancia que tiene que, como coaches, trabajemos constantemente en nuestro autoconocimiento y en nuestro autodesarrollo. Las competencias que necesitamos para nuestro trabajo requieren un trabajo permanente y un gran nivel de consciencia.

Y al mismo tiempo, dado que hay que practicar mucho para llegar a mantenernos con cierta estabilidad en este lugar genuino y de equilibrio, necesitamos algunas herramientas para ir avanzando en esta dirección, especialmente durante las primeras etapas de nuestra formación. Ahora bien, debemos verlas como herramientas que ponemos al servicio del desarrollo de las metacompetencias y que no deberían convertirse en un fin en sí mismas.

Son herramientas que podemos practicar en todos los ámbitos de nuestra vida. Si queremos integrarlas, tendremos que marcarnos nuestro propio plan de acción para practicarlas y repetirlas una y otra vez, hasta automatizarlas.

TAL VEZ TE INTERESE

Apoyo y confrontación en coaching II

Apoyo y confrontación en coaching III

Vídeo conferencia Apoyo y confrontación en Coaching y Liderazgo