El Coaching Sistémico nos abre los ojos a una realidad que nos es invisible.
Una malla de interrelaciones, lealtades y dependencias que,
de manera inconsciente, los sistemas ejercen sobre las personas.
Jose Manuel Sánchez
Para la mirada Sistémica, existen dos tipos de culpa en el sentir de los seres humanos. Aunque diferentes, sin embargo nosotros las vivimos muchas veces de manera confusa como si significaran lo mismo.
En primer lugar, estaría la culpa como consecuencia de hacer algo enjuiciable, un acto que nosotros mismos consideraríamos rechazable. Me refiero a esa culpa que nos corroe por dentro y que tiene mucho que ver con el arrepentimiento y con el deseo de volver atrás en el tiempo y actuar de manera diferente.
Esta culpa es muchas veces un freno para nuestros clientes, mira al pasado y supone un castigo constante que, en la mayor parte de las ocasiones, impide el avance y la evolución. El camino para “soltar” ese juicio interno demoledor y poder mirar hacia el futuro con esperanza, no es otro que la aceptación de lo que fue y la propia mirada ecuánime hacia los propios límites y las debilidades que como ser humano todos tenemos. Cada uno recorre este sendero de forma diferente. Encontrando su propia solución.
En los procesos de coaching, ayudamos a nuestros clientes a llevar a cabo ese trabajo de soltar. En ocasiones, esto tiene mucha relación con el beneficio oculto que se obtiene o que nuestro cliente cree que obtiene al permanecer en esa culpa. La culpa da un sentido, es coherente con lo ocurrido y en cierto modo supone para nosotros hacer lo correcto después de haber actuado incorrectamente; compensar sintiéndonos mal.
Esta culpa mira al pasado y supone un castigo constante que, en la mayor parte de las ocasiones, impide el avance y la evolución.
Podría decirse que ésta primera culpa o cargo de conciencia es el precio por haber actuado mal.
Por otro lado, existe otra culpa, muy diferente y que sentimos de manera similar en nuestra inocente mirada del niño o la niña que llevamos todos dentro. Se trata de una culpa que podríamos llamar “buena”, sana. Una culpa que sería el precio de haber actuado bien. La culpa de crecer.
Me refiero a la culpa de no cumplir con las expectativas que nuestros seres queridos tienen sobre nosotros y nuestro comportamiento. La culpa que sentimos cuando en lugar de ser leales a nuestros padres lo somos a nosotros mismos.
Crecer supone romper rituales de pertenencia. No cumplir con todos los mandamientos de los sistemas de los que formamos parte. Esto se manifiesta cuando emitimos una opinión contraria a la mayoría o cuando decidimos algo en contra de los consejos que los demás nos dan. También cuando nos arriesgamos a la crítica de nuestros amigos por seguir nuestras convicciones, necesidades o ser coherentes con nuestros valores.
Jan Jacob Stam, uno de los grandes maestros en el campo del coaching Sistémico, nos dice: “Para crecer, siempre es necesario ser desleal a algún sistema”
Lo que esta frase quiere decir, es que con tal de pertenecer y seguir manteniendo la armonía de nuestro lugar seguro dentro de los grupos o sistemas a los que pertenecemos, muchas veces, renunciamos a nosotros mismos, a lo que realmente queremos y al ejercicio de nuestra libertad.
Crecer supone romper rituales de pertenencia. No cumplir con todos los mandamientos de los sistemas de los que formamos parte.
El Coaching Sistémico es la especialización del coaching que nos ayuda a entender todas estas dinámicas. La forma en la que por pertenecer nos atrapamos a nosotros mismos. Impulsados por lo que, en esta disciplina llamamos, amor ciego. La mirada sistémica nos dice que el ser humano necesita sentirse en equilibrio, y si actuamos de forma que nuestros seres queridos sienten incomodidad, aunque la actuación sea legítima, esta actuación nos genera incomodidad a nosotros mismos, incluso culpa. ¿Es justo sentir esta incomodidad? Claro. Es el precio que como adultos pagamos por dejar de satisfacer las necesidades o expectativas de los demás, de los sistemas que nos acogen o de los seres a los que amamos. Es la demostración de que esos seres nos importan, y que nos duele no poder darles satisfacción en lo que desean. Pero como adultos, tomamos nuestras decisiones y ante la contrariedad de los demás, sostenemos nuestra incomodidad y seguimos adelante. Esto nos hace más fuertes, más libres, y más responsables.
En el ejercicio del coaching sistémico esto se traduce, por ejemplo, en una mujer directiva que no encuentra casa en un barrio elegante en el centro de la ciudad porque en el fondo no se da permiso a ir a vivir a un lugar que sus padres, de origen humilde, no se podrían permitir. En su corazón siente que hacerlo supone de alguna forma decirles a sus padres, “rechazo lo que fue porque deseo algo mejor”. Este es un ejemplo real con el que trabajé de lealtad al sistema de origen. Una lealtad que no siempre se nos exige de manera expresa, en ocasiones solo es reclamada en nuestro interior. El niño o la niña que somos sigue queriendo recibir la mirada aprobadora de sus padres, aunque hayan pasado más de 40 años e incluso puedan haber fallecido.
Otro caso de mi experiencia fue con un cliente directivo que no conseguía despuntar en su carrera profesional, ni estabilizar su vida personal. Era uno de dos gemelos que vivieron juntos hasta los 14 años y ambos tuvieron una enfermedad grave y mientras él sobrevivió, su hermano murió. Entonces siente que no es justo que él tenga la vida y su hermano no y lealmente cree compensar esto teniendo una vida no exitosa. Si mi vida no es feliz, al menos compensaré algo a mi hermano que murió. Es como decir, de alguna forma, así ninguno de los dos disfrutamos de la vida.
Mi cliente, cuando toma conciencia de que está siendo leal a su hermano, puede cambiar su mirada y comprender que su hermano no obtiene satisfacción alguna de que él no viva, sino al contrario, le sirve que al menos uno de los dos llegue a disfrutar de la vida. Ahora tiene la responsabilidad de vivirla por los dos y por tanto de intentar ser feliz y hacer, en el recorrido de la existencia, algo que, para él, tenga sentido.
La conciencia individual es poderosa y puede superar todas las dificultades sistémicas. Para ello tan solo necesita sacar a la luz lo que subyace. Solo así, podrá interrumpir un comportamiento que está siendo automático, una lealtad de la que somos inconscientes y que, por debajo, condiciona nuestros actos.
Tan solo los niños quieren salir indemnes de todas las situaciones y nosotros sabemos, cómo coaches, que nuestro camino y el de nuestros clientes, es el difícil camino de dejar de ser niños y ser cada vez un poco más adultos.
JOSE MANUEL SÁNCHEZ
José Manuel Sánchez es Socio Fundador del CEC y Codirector del Programa de Coaching Sistémico.. Su pasión es el coaching y el desarrollo humano en el ámbito profesional. Actualmente se dedica al desarrollo directivo y al coaching individual y grupal. Es Coach PCC por la ICF, formado en coaching ejecutivo, coaching de equipos y coaching sistémico. Es terapeuta Gestalt y Transpersonal. Formado en el programa SAT en Eneagrama y en Coaching Corporal por NewField. Ha realizado el programa PCI en In Copore y es facilitador de Seitai y de trabajo energético en el cuerpo. Es formador de meditación y Mindfulness e Instructor CCT del Compassion Institute.